Comunidades


Periódico Judío Independiente
Triste, pero una realidad
Por Daniel Oppenheimer / Rabino
Antes de comenzar la lectura de esta nota, le pido encarecidamente, querido lector, que si Ud. cree que no puede abstenerse de expresar comentarios mordaces, cínicos o sarcásticos, pues deje esta hoja sin leer, y dedique su atención a otra lectura. Desde ya, ninguna expresión de lo que explicaremos tiene como objetivo descalificar ni burlar a ninguna persona (ni se refiere a algún caso puntual), y solamente se afirma lo que se expone, para esclarecer en un asunto en el que -lamentablemente- prevalece mucho la ignorancia y la confusión.
No es fácil encarar públicamente lo que pasamos a barajar, para quienes vivimos y fuimos criados en un mundo en donde la Torá -tal como la transmitieron nuestros padres y abuelos- es la única opción válida y auténtica de vida, y en donde ciertos aspectos nocivos de lo que para la sociedad es cuestión cotidiana, son meramente situaciones teóricas, hipotéticas y ajenas a nuestra realidad.
Una y otra vez se escuchan debates en foros legislativos acerca del “derecho” que tienen las personas que deciden formar parejas con otras del mismo sexo.
En muchos sitios del mundo se escucha de luchas en defensa de la igualdad de la que deben ser beneficiarios quienes siguen ese estilo de vida -y estas manifestaciones se amparan en una prensa que tilda de discriminatorio cualquier acto o declaración que cuestione la opción de cada individuo de tener su vida privada como desee, en este y en otros asuntos-.
En el vacío moral que caracteriza a los medios y en la anarquía ética que ellos proponen e imponen en la gente, la mera vacilación de algunos -respaldada por convicciones de decencia- ante tales flagelos, se expone de inmediato rotulándosele como intolerante, fanática y retrógrada.
Si, a pesar de todo encaré esta tarea, ello se debe a la múltiple mala “información” (y por ende: malformación) a la que está expuesta el público, y que amerita una correcta elucidación.
¿Es la homosexualidad una “opción de forma de vida”, o es -quizás- un trastorno psicológico?
¿Qué papel debemos tomar en la formación de los jóvenes al respecto -dentro de un ambiente tan abiertamente permisivo que respiran-, y en su actitud frente a personas que viven manifiestamente esta clase de vida?
¿Debemos -y en caso afirmativo, cómo podemos- asistir a personas que desean retornar a vivir una vida como la Torá manda?
La Torá es extremadamente cuidadosa en cada letra que la compone y al tratar ciertos asuntos, utiliza eufemismos que nos enseñan a cuidar el modo de hablar respecto a aquellos items.
Aun cuando el Talmud es muy franco y natural al hablar en detalle sobre cualquier ley de la Torá -aun si eso involucra ser minucioso en ciertos puntos sensibles de la vida humana y en particular en lo que hace a la reproducción humana y a los órganos involucrados- esto no obsta al recato con el que se tratan estos temas. En la mente limpia y transparente de quienes estudian la Torá -como recurso para verdaderamente entender la Voluntad de D”s-, todos los comentarios y acotaciones burlonas y bromistas de las imaginaciones impúdicas e inmundas no tienen lugar alguno. Por lo tanto no tienen de qué enrojecerse al hablar explícitamente de estos temas.

Los Sabios se expresan de modo muy contundente en contra de quien se ríe, bromea o ironiza en temas íntimos de hombres y mujeres: “todos saben por qué la novia entra a la Jupá (para fundar un hogar junto a su marido, por lo tanto…), todo aquel que se expresa vulgarmente (Nivul Pe) respecto a estos temas, pierde los logros espirituales arduamente obtenidos y acrecentados en muchos años de esfuerzo moral” (Shabat 33).
En frases escalofriantes, aquella misma cita del Talmud, hace saber los atroces castigos de los que somos objeto los judíos, por participar de esta terrible falta, y esto no se reduce a una intervención activa en los chistes, sino que abarca a “aquellos que escuchan y callan”… (esto incluye la insinuación o sugestión de ideas no muy infrecuente, mediante artificios verbales que se creen graciosos).
Las ciudad de Sdom (Sodoma) y las que estaban a su alrededor, como así también la generación que sufrió el diluvio, fueron todas pecadoras en varios órdenes -entre los cuales se encontraba la sodomía (que es el que le da el nombre a estas aberraciones)-.

Volviendo a nuestro tema:
No poseemos estadísticas de cuánta gente cayó en este flagelo en el pasado, ni nos cambiaría mucho saberlo (aunque en ciertos medios se suele inflar el número exponencialmente para dar la impresión que la homosexualidad fuera corriente y difundida, a fin de darle legitimidad la conducta).
Las estadísticas -más allá de sus cifras y porcentajes- no justifican ni permiten acciones desatinadas, aun si pueden mover a los legisladores de un país a “legislar” leyes corruptas.
Es más: aun si todos los seres humanos nos pusiéramos de acuerdo en que algún acto sea aceptable -o no lo sea-, si la Torá determinó que algo es Ley, esto jamás se modificará. Claramente esto es uno de los axiomas sobre los cuales se sustenta el judaísmo: La ley de la Torá es perfecta, por ser obra de D”s Mismo y por estar creada “a medida” para la necesidad moral del ser humano.
La Torá es muy clara respecto a la vida íntima que debe llevar cada persona. Al margen de cómo debe concebirse el vínculo matrimonial, la formalidad y la seriedad que requiere el establecimiento de una pareja para casarse (lo cual excluye rotundamente la “vida en pareja” espontánea y sin casamiento), la Torá asienta la nómina de “Araiot” -mujeres con quienes contraer matrimonio es una imposibilidad-. En el contexto de las Araiot, la Torá menciona que no existe relación de pareja posible entre dos hombres (Vaikrá 18:22, y nuevamente en Vaikrá 20:13).
Pues entonces, no “todo vale”. No existe legítimamente tal “preferencia sexual”.

Sin embargo, la forma de vida del hombre moderno, permitió expandir esta conducta a la vez que la avaló como “opción válida”. Es muy posible que una persona creyente y practicante se cruce con gente que ha caído en esta inclinación.
¿Qué se hace en tal circunstancia?
Más allá de los mitos o realidades relacionados a probables enfermedades que resultan de una vida promiscua (que suele acompañar esta aberración), entendamos en primer lugar que debemos situar mentalmente en términos de personas que pecan por ignorancia. Casi seguro, el individuo involucrado no ha recibido -como tantos más- una educación moral acorde a la Torá. Por lo tanto, si bien obviamente no avalamos su conducta, sentimos profunda pena por él, por haber sido arrastrado desde pequeño en un camino contrario a la ley. Esto sería similar a quien por desconocimiento viola el Shabat, miente o roba.
Sin embargo, hay particularidades adicionales a considerar -que seguramente tampoco son exclusiva responsabilidad del individuo en cuestión- y que hace a que ciertas personas tengan mayor tendencia a caer en esta infracción.
Como veremos más adelante, los expertos en la materia relacionan conductas anómalas como ésta, al trato que ha recibido la persona en su niñez (lo cual, sin embargo, no lo exime de esforzarse por superar su debilidad).

¿Pues entonces? ¿Es posible ayudar?
La respuesta es afirmativa. En la práctica, debemos intentar asistir a las personas que sufren de obstáculos éticos, al igual que tratamos de ayudar a personas con dificultades materiales.
En una muy breve, pero tanto más lúcida carta, el Rav Shmuel Kamenetzky shlit”a se refiere a esta cuestión.

“Estimada Sra:
Me duele enormemente verme en la necesidad de escribir sobre este tema, que desafortunadamente desorienta a mucha gente.
Todo aquello que la Torá prohíbe, el ser humano tiene la posibilidad de controlar. En muchas ocasiones es necesaria asistencia profesional suplementaria -tal como psicólogos, psiquiatras y autoridades rabínicas para manejar estas distorsiones-.
Decir que la constitución genética de la persona le impide dominar estas torceduras, es decididamente errado.
Estoy informado que existe la organización “Jonah”, que asiste a nuestros hijos e hijas, hermanos y hermanas orientándolos hacia el lugar adecuado para recibir ayuda.
Si puedo serle útil, por favor llámeme.
Firma

En otras palabras: el individuo debe realizar el máximo esfuerzo por sobreponerse a este mal, aun si hubiese una inclinación “natural” en ese sentido -y los terceros debemos ayudar-.

Entendamos que esta lucha interna no es fácil.
Quienes se hallan en esta clase de vida, habitualmente ya han sufrido un “lavado de cerebro”, que pasa principalmente por la racionalización necesaria para justificar algo que no es natural (D”s ha inspirado en los hombres y mujeres una atracción mutua para formar matrimonios que den lugar a la creación de nuevas generaciones de hijos): “no en vano la creó, para habitarla la formó”.

Al igual que en otras acciones erradas, recién una vez que el individuo haya aceptado que existe una salida a su condición y que con voluntad puede superar esa creencia de la que se ha vuelto preso, puede iniciar su proceso de Teshuvá para “volver a casa” -y a su naturaleza real-.
En el sitio de www.jonahweb.org se narran numerosas historias personales, que revelan cómo muchas personas han podido superar sus tendencias anteriores para poder volver a una vida como la Torá quiere para nosotros.

De todos modos, y quizás para esclarecernos respecto a cómo hábitos de vida errados, pueden llevar a dificultar la vida de los hijos, es menester tomar en cuenta qué factores generan esta triste y destructiva patología en los hombres. Incluimos aquí algunos fragmentos de la historia personal de un tal “David” (quien afortunadamente pudo prevalecer sobre su tendencia, y hoy lleva adelante un hogar establecido acorde a la naturaleza con que D”s creó el mundo).

“Crecí en lo que los psicólogos llaman una ‘familia triádica’ -muy frecuente en hombres que necesitan luchar con su homosexualidad: un padre distante y humillante, una madre asfixiante- y en el medio un niño que carece de un modelo que lo conduzca hacia la hombría. Un niño, para quien la hombría se ha tornado en algo peligroso, amenazante y lejano. Un niño que crece creyéndose diferente a los demás niños y hombres, y, sin embargo desea conectarse con ellos y con su propia masculinidad…
“…yo había crecido con una sensación distorsionada de mi mismo, como si fuera menos que hombre”.
“… en las experiencias vividas finalmente me sentí querido y aceptado por los hombres, si bien estos vínculos constituían solamente un sustituto transitorio a una auto-imagen varonil honesta…
“… se siente maravilloso al pasar de creerse inferior a hombre, para sentir que uno es algo totalmente distinto…

Historias de personas como David, que se sintieron descontentos en su atracción hacia los de su propio género, no creyeron que sus sentimientos fuesen innatos y tuvieron la osadía de intentar ser las personas que D”s pretende que sean.

Es triste que incluso entre los “líderes religiosos” de quienes se auto-denominan representantes de ciertas así llamadas “corrientes” del judaísmo, se avale indirectamente la práctica de la “preferencia íntima”, aun cuando la Torá lo prohíba explícitamente (por no haber estudiado ni lo más elemental, o -peor- por a sabiendas incitar a transgredir). Quizás esto sea el resultado de alguna presión social, pues evidentemente “queda mal” contrariar lo que la sociedad “progresista” cree… (dejando, pues, de ser guías, para convertirse en guiados).

La Torá nos transmite lo que es la Voluntad de D”s, y el modo en el que Él determinó que debamos vivir los seres humanos -pues Él fue Quien nos creó-.
“Propuestas” de vida habrá siempre. Incluso, para algunos será más difícil obedecer cierto precepto que para otros.
La Torá, sin embargo y como ya lo expresamos, no mutará por lo que prefieran las personas. Y quienes se mantengas junto a la Ley, contarán con la Asistencia de Quien nos dio la vida y sus desafíos: “Quien busca la Pureza, es asistido por el Cielo” (Iomá 38:).


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