Leímos en la última Parashá que Nóaj -Noé-era un justo en su generación, e iba “con D’s”. Sobre esta frase, algunos sabios dicen que Nóaj era un “tzadik” comparado con las personas que vivieron en su tiempo, en el que reinaba la corrupción y el robo entre una persona y otra.
El nivel de inmoralidad era tan bajo, que se había transmitido incluso a los animales. Esto da la pauta de cuán significativa es la fuerza que tiene la conducta del hombre, el grado de influencia que ésta puede producir en el medio ambiente circundante.
Es por ello que el Creador decidió aniquilar a todo ser viviente a excepción precisamente de Nóaj, sus hijos y sus respectivas esposas, y los animales -siete parejas de animales puros y dos de “no puros”- que se refugiaron en el arca durante el diluvio. Sin embargo, aseguran que si Nóaj hubiera vivido en la generación de Abraham Abinu, tal vez no se hubiera destacado, no hubiera sido calificado como un justo en su generación, y habría sido considerado simplemente uno más.
Para abonar aún más esta idea, está escrito que el patriarca Abraham iba “delante de D’s”. De esta forma se marca una clara diferencia con Nóaj que, como quedó dicho, iba “con D`s”. Interpretan aquí nuestros sabios que si bien Nóaj era justo, necesitaba siempre apoyarse en el Todopoderoso; en cambio, Abraham podía practicar sus cualidades por sus propios medios, por su libre albedrío sin la ayuda divina.
¿Cuál era la falla de Nóaj? Siendo que por sus méritos todos descendemos de él, ¿por qué no terminó tan bien?
El Rab Abraham Serruya trajo al respecto una explicación, sobre la cual es imposible no reflexionar aplicándola sobre nuestra propia realidad.
Durante ciento veinte años Nóaj construyó el arca. La gente veía su obra, y escuchaba acerca de la llegada de un diluvio que arrasaría con toda la población del planeta. Se trata de algo casi imposible de imaginar hoy en día, aunque veamos de vez en cuando algún terremoto o algún tsunami que provoca miles de víctimas y destrozos materiales. Sin embargo, no sólo que no atendían a lo que Nóaj decía, sino que además se burlaban de él.
Según algunas interpretaciones, el diluvio no alcanzó a la tierra de Israel. La pregunta es: ¿por qué el Todopoderoso ordenó la construcción del arca? ¿Por qué directamente no hizo que Nóaj, su familia y los animales permanecieran en una tierra sobre la que no cayera el diluvio?
La respuesta es que Nóaj nunca pidió piedad por los transgresores, nunca rogó que no sean castigados. El sabía que se conducía como una persona justa, que no había caído en las equivocaciones del resto de la humanidad, y estaba conforme, tranquilo. Por ello, D’s lo hace habitar en un arca en medio del diluvio para que sienta bien de cerca los efectos del castigo divino, y de este modo sensibilice su corazón por el sufrimiento y el dolor del prójimo.
He aquí un principio fundamental de la convivencia que nos deja esta lectura semanal de la Torá: sentir como propio el dolor ajeno, no permanecer indiferente ante lo que le pasa al otro.
|
|
|
|
|
|
|
|
