Nos despertamos casi antes del alba y nos preparamos para una importante y esperada misión, partimos desde nuestro hogar para viajar algo más de treinta minutos y llegamos finalmente al lugar indicado. Allí nos encontramos con rostros jóvenes y amables que nos condujeron hasta una sala de reuniones donde esperamos; mientras tanto llegaban otras familias, otras madres, otros padres, abuelos, hermanos, novios y amigos que iban ocupando paulatinamente los cómodos asientos de la sala. De pronto una joven y firme voz femenina comienzo a convocar a las elegidas y cuando escuche el nombre y apellido de mi hija me dio un vuelco el corazón.
Nos condujeron paulatinamente a la plataforma xxx y allí estaba esperando un autobús de línea interurbana, de pronto nuestras niñas comenzaron a despedirse de nosotros. Abrazos, besos, lagrimas, un abuelo que estalla en llanto, una madre que exclama: cuídate!, la figura amada de mi hija con su mochila a cuestas que sube al autobús y desaparece en su interior. Siento que mis ojos se nublan de lagrimas de emoción y orgullo y me surge esa sensación fuerte en mi interior, ese nudo en la garganta, que se siente pocas veces en la vida. Aun hoy, en mis oídos resuenan las palabras adiós y hasta pronto, en hebreo, en ruso, en español y en otros idiomas tan familiares en nuestra Tierra de Israel.
En el viaje de vuelta y ya dirigiéndome rumbo a mi trabajo cotidiano, de pronto me di cuenta del verdadero significado de esta frase tan escuchada por aquí: Melaj Haaretz, la Sal de la Tierra. Comprendí que la Sal de la Tierra son estas chicas que viajaban al sur del país, son esta noble juventud, son estas chicas y chicos casi adolescentes que se preparan para defendernos en los momentos mas difíciles, son lo mejor de lo mejor de nuestro pueblo.
Varios días después, precisamente un viernes a las 13,30 hs, se abre la puerta de mi hogar y la realidad me devuelve esplendorosamente a mi jaielet, aparece una joven vivaz y alegre, tostada por el sol, con su impecable uniforme de la marina israelí que exclama: Hola, estoy de nuevo en casa.
Queridos amigos: Disculpen si los importuno, si los alejo por unos minutos de sus vidas cotidianas. Solo pretendo compartir con ustedes mis emociones y mis sentimientos de esta natural y extraordinaria experiencia de tener una hija en el Ejercito de Defensa de nuestra Tierra de Israel.
Kiriat Bialik, Israel,
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