Franklin D. Roosevelt, en el célebre “State of the Union Address” que pronunció en 1941 ante el Congreso de los Estados Unidos, enumeró las cuatro libertades que deben ser fundamentales para los seres humanos: la libertad de expresión, la libertad de culto, la libertad para no tener deseos insatisfechos (liberty from want), la libertad sin miedo (liberty from fear). La formulación en español es un tanto compleja y no refleja la elegancia del inglés original. Sin embargo, la idea es clara. De acuerdo con Roosevelt, todo ser humano tiene ciertos derechos inalienables relacionados con la libertad que ningún Estado o gobierno puede arrebatar.
De alguna manera, la formulación de Roosevelt está basada en el grito de “libertad, igualdad y fraternidad” de la Revolución Francesa, consigna que sirvió de inspiración para una revolución social y política genuina en el mundo occidental, y que tiene resonancia incluso en el momento actual.
Este concepto de libertad está enmarcado dentro de una filosofía antropocéntrica. Se refiere a un universo que tiene como epicentro al ser humano, cuya dignidad exige la libertad como un elemento básico. Nada ni nadie debería interferir con los deseos y actuaciones del hombre y la mujer, cuyo bienestar es el propósito fundamental de la sociedad.
En la Antigüedad, en cambio, muchas sociedades sostenían que la libertad estaba destinada solamente a los sectores privilegiados de la especie humana. Los romanos, por ejemplo, consideraron que la libertad era apropiada para los “patricios”, mientras que la esclavitud era el destino de la mayoría.
La tradición judía parte de una premisa según la cual Dios es el punto de referencia, el eje alrededor del que gira la creación. Porque Él es el Creador de todo lo existente. Dios es el único Ser enteramente libre que insufló su espíritu en el hombre, hecho que leproporcionó un grado de libertad que este hombre ejerce, a su vez, gracias a su intelecto desarrollado, muy por encima de cualquier otra criatura que habita la tierra. La libertad del hombre, de acuerdo con esta visión, es una consecuencia del hecho de que el ser humano fuera creado a semejanza e imagen de Dios. Mas no debe olvidarse que Dios es el Ser Supremo, mientras que el hombre es una de las tantas creaciones de este Dios. Por ello, la libertad del hombre también tiene que ver con Dios. No es un bien en sí mismo, sino un instrumento que debe estar al servicio de Dios.
La tarea de Moisés, el gran libertador del Pueblo Judío, tuvo dos aspectos básicos. El primero de ellos tenía que ver con ponerle un fin a la servidumbre en Egipto, hecho que se celebra durante la festividad de Pésaj. Pero el cese de la esclavitud era solamente un prerrequisitopara el cumplimiento de la voluntad Divina que sería revelada en el Monte Sinaí siete semanas después del éxodo de Egipto.
Incluso la noción contemporánea de la libertad es totalmente diferente al libertinaje. El ser humano no es totalmente libre para hacer lo que se le antoje. Está claro que en el ejercicio de la libertad no se debe interferir con los derechos del prójimo. Más aún, muchos consideran que existe un código, no necesariamente escrito, que coloca un límite al ejercicio de la libertad en los diversos campos, como el uso de la palabra que demanda abstenerse de la calumnia e injuria verbales a otras personas. Está claro que la libertad no implica un derecho para arrebatar lo que a otros pertenece, y así sucesivamente.
Para el judaísmo tradicional, la libertad tiene un valor intrínseco, pero que es insuficiente por sí solo. La libertad tiene que estar acoplada a una conducta para hacer el bien en la sociedad. Por ello, el conjunto de ordenanzas contenidas en las Sagradas Escrituras, especialmente en el texto de la Torá y su complemento contenido en el Talmud, constituyen un recetario para la aplicación de la libertad a las actividades humanas.
En otro nivel de pensamiento, se puede argumentar que únicamente la persona que se somete a un régimen de disciplina personal puede ejercer cabalmente la libertad. La persona que es prisionera de la gula, quien cede ante todos los deseos carnales y de otra índole, rinde el ejercicio de la libertad a los apetitos que nunca son enteramente satisfechos.
Una de las consecuencias de una vida que se rige por los diversos instructivos contenidos en la Torá es que le permite a la persona ser el dueño de sus pasiones, evaluar una situación para luego actuar de manera consciente y responsable de acuerdo con la convicción y no por la utilidad o conveniencia; acorde a la reflexión y no al deseo momentáneo.
No se puede ni se debe minimizar la revolución implícita en la formulación de “libertad, igualdad y fraternidad”, enunciado que marcó el inicio de una nueva etapa en la sociedad europea y que sirve de alarma que exige una toma de conciencia para aquellas sociedades que aún se resisten en otorgar igualdad a ambos sexos ante la ley, que discriminan entre los seres humanos en los sitios de trabajo, que impiden el libre ejercicio del pensamiento. Roosevelt no habló sólo para su generación cuando exhortó por el derecho a una vida sin miedo, sin temor a las represalias que un Estado autoritario desea imponer.
El judaísmo se identifica totalmente con lo antedicho, sólo que exige dar un paso adicional. Después del éxodo de Egipto, ¿acaso ejercerían estos esclavos su recientemente obtenida libertad para convertirse en los futuros capataces de otro sector más frágil de la sociedad? Se sumarían los hebreos a los “patricios” de la antigua Roma, se unirían a los poderosos que se aprovechan de los indefensos, o al contrario, proclamarían en voz alta y sonora que la esclavitud es una perversidad, que cuando el más fuerte impone su voluntad sobre el débil está cometiendo una inmoralidad. La libertad obtenida tenía que ser canalizada hacia algún propósito diferente, loable y productivo, necesario para un proceso de acercamiento al Creador que es el Ser auténticamente libre.
La festividad que conmemora el otorgamiento de la Torá en el Monte Sinaí es Shavuot y, a diferencia de las otras celebraciones, carece de una fecha precisa en el texto bíblico. ¿Por qué? Tal vez para destacar la dependencia de esta festividad con Pésaj, tal como si Shavuot fuese la culminación del Éxodo de Egipto. La Torá califica y regula la libertad que Pésaj simboliza. La Torá ordena que se debe contar cuarenta y nueve días, empezando con el segundo día de Pésaj, de acuerdo con la interpretación rabínica, para fijar la fecha de Shavuot, a fin de que el proceso de la libertad tenga su razón de ser, para que esta libertad sea aquilatada por las normas contenidas en la Torá.
Sin la festividad de Shavuot, Pésaj sería una sinfonía inconclusa. El pueblo hebreo celebraría el rompimiento de las cadenas de la esclavitud, pero no sabría qué hacer con la libertad obtenida.
Está claro que una libertad sin norte, carente de un telos, puede convertirse incluso en una amenaza para la sociedad, ya que algunos pueden interpretar esta libertad como el derecho originario para cualquier comportamiento, sin freno y libre de todo límite, indiferente a los derechos de otros. En un mundo a veces con tendencias “orwelianas”, donde algunos líderes constantemente invierten el sentido real de los valores y reescriben la historia del pasado a su conveniencia, se hace indispensable un marco de referencia que esté anclado en valores trascendentales que no responden a los requisitos utilitarios del momento.
Es menester tomar conciencia de que la libertad exige una vigilancia constante, porque siempre se encuentran aquellos que desean suprimirla o arrebatarla para así imponer su agenda político-social personal. Por ello es necesario continuar celebrando Pésaj y Shavuot, la libertad física y la posibilidad de utilizar la libertad para acercar al ser humano a su Creador, cuyas características de justicia y verdad debe imitar.
Los eruditos y exégetas de las Sagradas Escrituras comprendieron muy bien que siempre existirán aquellos deseosos de manipular la libertad para adecuarla a sus intereses. Expresaron este concepto indicando que, al hacer un cambio de las vocales (que en hebreo no están explícitas en el texto escrito) de la palabra “jarut” —utilizada para describir los Diez Mandamientos, que fueron “jarut”, grabados de manera permanente sobre dos tablas de piedra—, ésta puede tener un nuevo sentido. Así, formularon “al tikrá jarut ela jerut”, no leas en el texto la palabra como “jarut”, sino como “jerut”. Propusieron que la palabra “jarut”, que quiere decir “grabado”, también alude a la noción de “jerut”, que significa libertad. O sea que, a través del cumplimiento de los Diez Mandamientos que están grabados de manera permanente, el ser humano adquiere la libertad, la posibilidad de expresar su propia personalidad, pero siempre dentro de un marco que respete el derecho de libertad del prójimo.
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