Un “indeseable intruso” golpeó a mis puertas en una fría mañana de junio. No vino solo, traía en sus manos un nefasto diagnóstico.
La palabra cáncer puesta en boca de nuestro médico de confianza, puede hacernos sentir en un instante, como si un tren nos hubiera arrollado. Todo aquello que había logrado construir hasta ese momento, con tanto cariño y esfuerzo, se desmoronaba en cuestión de segundos como si fuera un simple castillo de arena, dejándome indefensa a la orilla de la vida.
Yo, que siempre podía con todo, que corría de aquí para allá, repartiendo mi tiempo entre los quehaceres de la casa, mis tareas profesionales, los hijos, las nietas, y mil ocupaciones extras más que competen a cualquier mujer adulta, de pronto comenzaba a sentir que el “tiempo” se me terminaba.
Me sentí herida en lo más profundo de mí ser y desde allí comenzaron a surgir una escalada de nuevas y poco agradables sensaciones
Miedo, angustia, rabia, y un sin fin de preguntas sin respuestas formaron parte de aquel primer impulso.
La tarde anterior planeaba junto a mi familia la gran fiesta de mi cumpleaños número cincuenta y ahora me encontraba debatiendo la fecha de la inminente intervención quirúrgica y el posterior tratamiento.
El camino a recorrer no fue fácil, la vida me había sometido a una dura prueba y, por más que mi conciencia sabía que no era la única persona que le tocaba pasar por esta situación, sentí, aquel día, que el mundo se reducía solamente a: yo y mi cáncer de mama. Era yo la que debería apelar a todos los recursos para vencer o dejarme morir. Debía ponerme la más fornida armadura para salir a dar batalla al voraz enemigo.
La Doctora Rachel N Remen, médica y autora de varios éxitos editoriales escribió: ¿Cómo harías para vivir si no supieras que tu cuerpo puede sanar?
Modestamente creo que a esa pregunta sólo le cabe una respuesta : buceando en las profundidades de nuestra más férrea voluntad. Es allí desde donde cada uno debe comenzar a buscar la salida.
.Sin embargo, con la voluntad de vivir, no alcanza. Como cualquier buena receta, lleva algunos otros aditamentos, la fe en D”s, el soporte familiar, la contención de los amigos, los avances médicos y por sobre todas las cosas manteniendo el animo en positivo para buscar un nuevo y propio “sostén” de vida.
Un sostén primordial para subir mi estado de ánimo fue el comenzar a escribir, algunos días sin fuerzas siquiera para salir de la cama, otros mirándome en el espejo que devolvía la imagen de una mujer hinchada por los efectos secundarios de corticoides y calva como consecuencia de la quimioterapia. Pero de alguna u otra forma, busqué la manera de llegar hasta el teclado de la computadora y encontrar el estímulo necesario como para seguir adelante.
Plasmé entonces, las primeras líneas de una novela, una historia simple de vida sin grandes aventuras ni complicadas tramas pero con una temática interesante que logre atrapar al lector desde el inicio hasta el sorprendente final.
Sigmund Freud afirmó que “El sueño es el cumplimiento de un deseo”, y la concreción de este libro significó precisamente eso y mucho más, es el cumplimiento de un anhelado proyecto de vida.
La autora presentará su libro “Las Estaciones de Charlotte” el 22 de abril a las 19.30 hs. en el Café Literario (2º piso)de AMIA.
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