A comienzos de marzo tuvo lugar en la localidad egipcia Sharm el-Sheikh la “Conferencia Internacional en Apoyo de la Economía Palestina para la Reconstrucción de Gaza”. Setenta y un estados, la ONU, y dieciséis organismos regionales e internacionales prometieron u$s 4.5 mil millones a ser entregados en un período de dos años. Esta cifra apreciable completa a su vez un fondo de u$s 7.7 mil millones que la Autoridad Palestina ya recibió para el período 2008-2010.
La generosidad mundial hacia la reconstrucción de Gaza es encomiable…y a la vez desubicada. La suposición reinante entre los donantes parece ser tal que el conflicto entre Hamas e Israel terminó, y que una nueva era de recomposición puede comenzar. Esa premisa debe ser revisada. El día previo al inicio de la cumbre global, un cohete Qassam cayó sobre una escuela en el poblado israelí de Sderot, como aditamento a su vez al cohete Grad que cayó en la cercana Ashkelon el día anterior. Al día siguiente de inaugurada la cumbre, otros dos cohetes Qassam aterrizaron en el Desierto del Négev y el ejército israelí frustró los planes de un grupo terrorista palestino que pretendía plantar una bomba en la frontera. Desde el cese de fuego del 18 de enero último, alrededor de cien cohetes y morteros fueron disparados desde la Franja de Gaza a Israel, y regularmente aviones israelíes han estado bombardeando los túneles clandestinos que unen a Egipto con Gaza. El mundo parece no haber estado prestando atención, pero las hostilidades todavía no han terminado. Por ello es que el presidente egipcio Hosni Mubarak, anfitrión del encuentro, alertó que “la prioridad debe ser alcanzar una tregua entre Israel y los palestinos”.
A esto debe agregarse una válida preocupación a propósito del destino final de esos fondos cuantiosos, no sea cosa que los dólares americanos y los francos suizos terminen en los cofres indebidos. Para legitimarse ante los ojos de la comunidad internacional como un receptor digno, Hamas accedió a negociar con Fatah (que gobierna Cisjordania, controla la Autoridad Palestina y con quién mantiene una feroz disputa política y militar) la formación de un gobierno de unidad nacional. El truco es demasiado obvio y nadie debiera dejarse engañar. Cuando este movimiento fundamentalista islámico expulsó violentamente a Fatah de Gaza en 2007 -ocasión en la que murieron trescientos cincuenta palestinos y mil resultaron heridos- la respuesta de la familia de las naciones fue simple. Puso ante Hamas tres condiciones para aceptarlo como interlocutor: renunciar al terrorismo, reconocer al Estado de Israel, honrar acuerdos preexistentes. ¿La respuesta de Hamas? No, gracias.
Dada la naturaleza y conducta histórica de esta agrupación, la precondiciones para el diálogo eran (y siguen siendo) sensatas. El Artículo 7 de su Carta constitutiva dice: “El Enviado dijo: ´Luchen los musulmanes contra los judíos y mátenlos, hasta que el judío se oculte tras las rocas y los árboles y entonces dirán: Oh, musulmán, oh siervo de Alá, tras de mí se oculta un judío, ven y mátalo´”. Este llamado agresivo ubica a Woody Allen, por caso, en la mira de la agrupación integrista. Pero se pone todavía peor. Durante la guerra última, la televisión palestina difundió este mensaje del Dr. Yunis al-Astal, parlamentario del Hamas: “Conquistaremos Roma y después toda Europa. Cuando acabemos con Europa, conquistaremos las Américas y no nos olvidaremos tampoco de la Europa Oriental”. ¿Es esta la gente a quién la familia de las naciones quiere entregar su dinero?
Finalmente, la experiencia acumulada de estos últimos años no abona la teoría de que la inyección monetaria termine mejorando el standard de vida de los palestinos. En términos per capita, éstos han sido los más grandes beneficiarios de asistencia internacional en las últimas décadas. Tómese por caso emblemático el año 2002 cuando una epidemia de hambre sacudió a Etiopía, país ubicado en una zona que padece crónicamente este problema. Desde 1994 la ONU creó el Consolidated Inter-Agency Appeal for Humanitarian Assistance (conocido simplemente como CAP) que agrupa los programas de recaudación de fondos del Programa Alimentario Mundial, la Organización Mundial de la Salud, el Alto Comisionado para los Refugiados y otros dieciocho organismos y agencias humanitarias para un uso eficiente de los fondos provenientes de donaciones. Según un reporte de UN Watch de entonces, el presupuesto proyectado para el año 2003 asignaba u$s 291 millones a Gaza y Cisjordania (población 1.5 millón) y u$s 316 millones a Etiopía (población 14.3 millones), lo que en términos per capita daba una asistencia de u$s 194/palestino en oposición a u$s 22/etíope. Vale decir, la ONU pedía casi nueve veces la cantidad de ayuda para un palestino que la que pedía para un etíope en medio de una epidemia de hambruna. Y aún así, años después nuevas cumbres globales han de ser convocadas para atender la situación en Gaza.
Así es que con todo lo anti-romántico que cuestionar los esfuerzos de reconstrucción de Gaza pueda lucir, un llamado de advertencia es empero necesario. Las necesidades humanitarias de los palestinos deben ser atendidas, y en parte esto está siendo efectuado a través de envíos regulares de alimentos, medicamentos y otros. Debe encontrarse el modo adecuado de asistir al pueblo gazatí sin beneficiar a sus gobernantes fanatizados. No resulta del todo claro si los participantes de esta reunión de alto nivel lo han logrado.
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