Y se dio, nomás. Finalmente, casi convirtiéndonos en una suerte de visionarios que no sólo no deseamos, sino incluso rogando porque nos equivocáramos, estamos a las puertas, muy cerca, de haber sido proféticos, es decir, de ingresar a una situación de guerra en América Latina.
¿Y todo por que? Seamos intelectualmente honestos y recordemos que todo esto comenzó cuando Alvaro Uribe, Presidente de Colombia, le puso coto a la intervención de Hugo Chávez en las tratativas por los secuestrados con aquellos que hoy ya el mundo no se puede continuar engañando, ni siquiera por excusas diplomáticas, son sus socios, es decir, las Fuerzas Armadas Revolucionarios de Colombia (FARC), cuando el venezolano, obviando la pertinente comunicación a Colombia, tuvo entrevistas secretas con el máximo responsable de las fuerzas armadas de este país. ¿No se podría considerar esa actitud como una suerte de invasión a Colombia?
Habíamos dicho en otras oportunidades que las planes del Presidente venezolano eran similares a las intenciones hitleristas de dominar Europa a través de la bestialidad de una guerra. Chávez, más inteligentemente, trataría de hacer lo mismo en América, a través de la infiltración ideológica, las presiones económicas y porque no, mediante una guerra, quizás incluso nuclear.
Cuando analizábamos en una nota anterior si entre esos planes no confesados (de la política nuclear bélica iraní), bien podría estar la intención de exportar ese armamento a América Latina. Sino, la pregunta siguiente es que razón habría para tanta amistad del Presidente de la República Islámica de Irán con el izquierdista ¿dictador, emperador, presidente? de Venezuela Hugo Chávez, gran enemigo de los judíos, quien quiere convertirse en el líder político, económico, social del Continente Americano, lo que habría sido un triunfo en su lucha personal contra Estados Unidos. Y de ambos, Chávez y Mahmud Ahmanidejad, si lograran introducir armamento nuclear a las puertas de los norteamericanos. Aquello que los rusos no pudieron hacer en la década de los sesenta a través de Cuba.
Sin duda, como consecuencia de aquella “terrible ofensa” armó todo este dramático y peligroso circo de casi declarar la guerra a su vecino porque sino ¿en que le afectaría a Venezuela la invasión (¿de que otra forma se la puede llamar?) de tropas colombianas a Ecuador? Después del pedido público de excusas por parte de Alvaro Uribe a Ecuador, como ocurrió miles de veces en la historia de la humanidad, ¿a que viene tanto odio del Presidente ecuatoriano Rafael Correa, al extremo de romper relaciones con su propio vecino, antes de los reclamos diplomáticos acostumbrados y las pertinentes respuestas, sino es por un odio irracional y manejado por Chávez (¿no será su “cachorro” como dijo este que era Uribe de George Bush?), al que no le importa destrozar la paz que impera en Latino América con tal de aparecer en los medios de prensa mundiales? Al fin y al cabo, más allá que no fue correcta la actuación del ejército colombiano, quizás llevado por la circunstancia de saber donde se refugiaba en ese momento el número dos de los terroristas, asesinos, secuestradores y narcotraficantes, Ecuador sólo perdió unos cuantos árboles de esa selva, ya que no afectó a ningún ciudadano de este país.
Se habla mucho del mesianismo musulmán, pero no se dice nada del mesianismo de Hugo Chávez, quien se siente el único poseedor de toda la verdad. Algunas expresiones que delatan su mesianismo intrínseco “señor Ministro de la Defensa, movilíceme diez batallones a la frontera, y tanques” y la actitud sumisa del mencionado funcionario. Surge la pregunta de que clase de país es la República Bolivariana (¿?) de Venezuela que un solo hombre decide prácticamente ir a la guerra, en un programa de televisión sin la previa consulta y autorización del Congreso, como en cualquier país democrático y organizado.
Entonces, más allá de ese mesianismo, la única “explicación” es que tanto a Chávez como a Correa les dolió profundamente la muerte de su amigo Raúl Reyes ¿quizás incluso socio comercial?
En otra nota y cuando Chávez manifestó la idea que las FARC deberían ser reconocidas como fuerza beligerante y pidió que se les quite el rótulo de terroristas, lo cual les daría las garantías de, por ejemplo, el Tratado de Ginebra, o espacio en la palestra política democrática dijimos que “en este caso podría darse fe de otra de nuestras sospechas, es decir, que parte del apoyo logístico, estratégico y, sobre todo, económico, bien podría provenir de Caracas. Total, el manejo “bolivariano” de don Hugo de su país es tan autoritario que no le rinde cuentas a nadie”.
En cuanto a su acendrado racismo, esencialmente antisemita, claramente lo manifestó cuando se refirió a la incursión colombiana en un ínfimo pedazo del territorio ecuatoriano, muy suelto de cuerpo, con su tan conocida irresponsabilidad e irrefrenable verborragia, aseguró que “no permitiremos que Colombia se convierta en otro Israel”.Otras expresiones llamativas son algunas de Reyes, por ejemplo, cuando dijo que estaban dispuestos a liberar “a todos los canjeables”, es decir, no a todos los secuestrados, sino a los “canjeables” ¿quien los elige a estos afortunados? Seguramente entre estos no estaría Ingrid Betancourt, la gran carta de los terroristas, al menos mientras siga viva. O el mensaje a la Convención bolivariana, la gran bandera de Chávez, otra conexión ideológica con este.
Finalmente, una excelente noticia, la sonora derrota diplomática, política del desubicado Chávez dado que la mayoría de los países que integran la Organización de Estados Americanos (OEA), si bien reprobaron la incursión colombiana en Ecuador, no la condenaron, como querían el bolivariano y su “cachorro” ecuatoriano.. Esto fue consecuencia del reconocimiento colombiano y las disculpas públicas por el hecho y no considerar a este tan grave como para ir a una guerra.
La última pregunta ¿en definitiva, quien negociaba por los secuestrados, Chávez, Correa o Nicolás Sarkozy, porque todos se consideran los héroes del asunto?
(x) El autor de la nota es un prestigioso periodista independiente
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