¡Y se hizo justicia…! Bernardo Ezequiel Koremblit, a iniciativa del Diputado Mario Morando, ha sido declarado Ciudadano Ilustre por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Estamos ante un intelectual que ha producido un estilo vital, que está plasmado en la estética, en la filosofía, en el lenguaje, en la literatura, en la misma tradición judía, y envuelve con su potencia no sólo al lector: quienes hemos tenido la fortuna de ser interlocutores de Koremblit sabemos de esa suerte de fascinación que ejercen sus precisas palabras; su agudo pensamiento; su filoso humor.
“Contrariamente a lo que la gente supone, no nací en una biblioteca”, afirma Koremblit. La frase, cargada de humor, dice mucho más de Koremblit que de su vida. La biblioteca, un sitio que bien puede ser la metáfora de muchas de las existencias de Koremblit. Porque si bien “uno de los que él es” nació en algún barrio porteño, los “otros muchos que también él es” nacieron, no nos cabe duda, en una biblioteca.
Ezequiel es hijo de Manuel (Meir) “un buen judío”, y fue el padre, quien lo introdujo en el mundo del teatro y la bohemia judíos. Su madre se llamaba Elisa Sas.
A los 23 años se casó con Esther Teitelbaum (Z”L) con quien tuvo tres hijos, dos varones y una mujer. Manuel Stéfan y Eduardo Hipólito y su hija Alicia Eleonora, quien falleciera el 25 de julio de 2006. Le dieron cuatro nietos.
OTRO COMIENZO: LA VIDA INTELECTUAL.
El Diario Crítica marca el comienzo de una carrera intelectual. Se trata de una carrera en todo el sentido del término, puesto que allí Ezequiel ingresa como grumete, siendo muy joven, a los diecisiete años, y termina escribiendo en la sección literaria. Sus compañeros de forja son nada menos que Nicolás Olivari, Raúl González Tuñón, Ulyses Petit de Murat, Pablo Rojas Paz, Florencio Escardó, César Tiempo, Conrado Nalé Roxlo, Roberto Arlt, Edmundo Guibourg, Roberto Tálice, Héctor Pablo Agosti, los españoles escapados del dictador Franco y acogidos en el diario: Franco Clemente Cimorra, Mariano Perla y Manuel Fontdevila (Director del “El Sol” de Madrid) y el mismo Jorge Luis Borges. Una elite intelectual en torno al peculiar proyecto periodístico de Botana, que logró una síntesis entre la cultura de vanguardia y la cultura popular: “un diario amarillo e intelectual a la vez; la colmena que reunió Botana no la tuvo ningún otro diario de la época”, recuerda siempre con entusiasmo Koremblit.
En esta oportunidad no podemos dejar de mencionar a Koremblit, quien fue por más de treinta años, director de cultura de la Sociedad Hebraica Argentina y redactor de la revista “Davar” (la palabra); publicación de notoria incidencia en el ámbito cultural de la épocay que fue sin duda, la mayor expresión en el género literario judeoargentino.
Ezequiel es también un hombre extremadamente sensible al humor; le gusta reír y hacer reír, y acaso no se imagina que una conversación, tenga la dignidad que tenga, pueda prescindir de la risa. Su interés por el humor también posee un costado intelectual del que da cuenta su ensayo El humor: una estética del desencanto.
SUS OBRAS.
Koremblit alguna vez afirmó: “Me interesa una sola cosa: todo”. A él le interesa tanto el mundo como el dorso del mundo: “detrás de la obra hay una mano de obra; la trastienda de la literatura me interesa tanto como la literatura”, son sus palabras.
La relación del escritor con la política es una relación polémica. Sobre ella han intervenido y pensado generaciones de escritores a lo largo del siglo XX. Esa relación difícil es precisamente el punto de partida del primer ensayo de Koremblit, que interroga este problema en el escritor Romain Rolland. El mismo lleva como sugestivo subtítulo: “Humanismo, combate y soledad”. Y el último término de la tríada prefigura la tesis de Ezequiel sobre tan intrincado problema. Quizás sea en el libro “La torre de marfil y la política” donde la tesis “koremblitiana” adquiere su mayor vigor. Allí sostiene que el escritor no tiene que intervenir en política. El compromiso del escritor es con la literatura. A la figura del escritor comprometido opone el compromiso con la literatura. La historia enseña drástica y trágicamente que si el escritor interviene en política es sacrificado.
KOREMBLIT POR SÍ MISMO.
El estilo de Bernardo Ezequiel Koremblit trasciende lo estrictamente literario: es un estilo que envuelve con sutileza su conversación, su pensamiento, su modo de estar y escribir. Aunque quizá no lo trascienda; acaso suceda que su ser literario transforma en literatura todo lo que emerge ante él: el humor, el amor, la amistad, en fin... la vida misma. Cuando expone Koremblit, ese lexicómano irremediable, busca con delicadeza las palabras, paladea con placer las etimologías, se fascina con las paradojas y se entusiasma con los juegos de palabras.
Koremblit adora los contrastes, las oposiciones arriesgadas que lindan con la trasgresión, el absurdo y la paradoja.
Sin embargo, tal afición no se reduce a un simple juego de lenguaje. Cada oposición, cada contraste enunciado por Koremblit es una toma de posición en el mundo - en su mundo, que es un mundo hecho de ideas y de lenguaje. Cuando Koremblit sentencia sobre el sentido de las palabras, se está apropiando del mundo; no está definiendo sólo palabras: se está definiendo a sí mismo. Así consuma su anhelado compromiso: la vida y la literatura son indiscernibles; ésa es la clave del estilo vital-literario de nuestro gran escritor.
Tanto en los libros citados, como en los recientes “Eva o los infortunios del paraíso” y “Gerchunoff o el vellocino de la literatura” que como dice nuestro infatigable amigo son “los últimos que he escrito, no, los últimos que escriba”, se hallan evidentes y palpitantes, este carácter vital-literario, tanto apasionado cuanto intelectual estético de Koremblit.
Cabe recordar sus inteligentes, ingeniosos e inolvidables programas radiales y televisivos durante décadas.
EL ÚLTIMO AÑO Y MEDIO
Pero desde hace poco más de un año (desde que falleció su hija), creo que podríamos agregar acerca de nuestro querido Koremblit, que el llanto cotidiano tiene su mitigación en haber recuperado, gracias al consuelo que manda el Señor, la paz espiritual, de igual modo que Job recuperó su familia y sus bienes.
Hay una enseñanza milenaria: Dios no le manda al hombre, nada que la persona no pueda sobrellevar.
Así, que Bernardo Ezequiel Koremblit, al ser nombrado Ciudadano Ilustre de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a sus lúcidos 91 años, a través de su familia, amigos, admiradores y admiradoras - como siempre él dice: Bienqueridos, que lo bienquieren – él recupera fortaleza, dinamismo, sensualidad, simpatía, inteligencia, laboriosidad y talento.
Por ahora, a nuestro querido Ezequiel, le deseamos “Ad mea ke–esrim” (Hasta los cien como a los veinte). ¡Pero no somos nosotros los que pondremos límites al Señor del universo!
Imaginándonos un brindis virtual por este acontecimiento, diremos “Lejaim” (por la vida); y cuando nos despediremos de este merecido reconocimiento nos saludaremos diciendo “Shalom” (paz). Por consiguiente de mi admirado Ezequiel y de todo el público presente quiero despedirme con un “Lejaim Uleshalom”. ¡Por la vida y por la paz!
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