La Fiesta de los sonidos. Ecos de eternidad que se confunden con las estridencias de la modernidad y que no nos permiten, a veces, distinguir con claridad el verdadero llamado.
El comienzo del año intenta con su sonido peculiar, marcar la diferencia. A la multiplicidad de músicas y de melodías, le opone el agudo sonar de un Shofar, al que la liturgia define como ‘Gadol’…Un gran Shofar. No sabemos a ciencia cierta su dimensión real. Sabemos de lo pequeño de cada ser humano. Y sabemos de la grandeza que El Creador espera de cada uno de nosotros… Actos de grandeza. Niveles de grandeza. Para poder contemplar más y más lo diminuto que significa el existir y la necesidad de real superación que requerimos las personas para seguir viviendo. “Un gran shofar será tocado, y una tenue voz será escuchada…” relata la emotiva plegaria del ‘Unetane Tokef’. ¡Allí el desafío! Poder ser sensibles a lo inaudible casi. Nosotros, que hemos crecido al amparo de un mundo de sonidos, debemos percibir lo ‘no escuchado’. En el comienzo de los tiempos, despierta un nuevo sonido. Un renovado llamado al hombre para que sea hombre. El Creador nos espera para elevarse con nuestro clamor. El interior y aquel a ser percibido.
“Alá Elokim biTruá, HaShem beKol Shofar”. ‘D’s se eleva en la Teruá, HaShem en la voz del Shofar’…El año que se inicia nos invita a un encuentro. Un encuentro con lo sublime. Hay un llamado. Debemos distinguirlo. Debemos distinguirnos…Somos los hijos del Rey. “HaMelej…”. ‘El Rey’, a decir de nuestras plegarias. Y en Su Palacio, suenan estridentes sonidos, que parecen quebrar la monotonía impuesta por el mundo de los hombres y que nos llaman a cambiar. “Shofar”, ‘shiprú maasejém’, mejorad vuestras acciones, es el mandato. Un llamado ‘grande’ decíamos. Para una ‘voz muy pequeña y diminuta’, como se escuchaba… Porque cada uno de nosotros, aún produciendo un cambio imperceptible –del más pequeño-, habremos logrado un profundo giro en nuestras vidas a futuro. Porque el nuevo año descubre ante nosotros el por venir. Incierto para muchos, pero seguro cuando podemos escuchar. Cuando la sensibilidad, la agudeza auditiva, nos deja penetrar el sonido más fino, más delicado, más sublime.
Allí se presenta la redención. Allí nace la verdadera libertad. “Teká beShofar gadol lejerutenu…”. ‘Toca con el sonido de un gran shofar, las notas de nuestras liberación’. Cuando producimos el encuentro, el resultado está a la vista. Sonidos de clamor, sonidos de libertad. El nuevo tiempo del año nos convoca a ser más. A ser más libres que nunca. A reunirnos en torno del hogar. Del suelo soñado. De la tierra prometida. De los caminos andados y desandados. De grandes decisiones que acompañan los más estremecedores sonidos del silencio… Allí nace la otra libertad. La del alma que suspira por Su Creador. La de un cuerpo que anhela por su territorio. Un shofar, grande, y un sonido, en extremo imperceptible. Antagonismos del vivir. De la existencia del hombre por doquier. Nosotros, como pueblo judío, hemos aprendido a escuchar aún allí donde se acaban las voces y las esperanzas. Entonces, nace la gueulá. Tiempo de comienzos. Días con sensibilidad singular para percibir lo oculto.
Rab Mordejai Maarabi
Montevideo, Uruguay
De su último libro: “E’elé beTamar”
de próxima aparición
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