“Consorcio Utopía”, la sexta novela de Ricardo Feierstein, recientemente publicada por Editorial Galerna puede leerse se diversas maneras. Como una obra de ficción, que tiene todo lo que en la actualidad deben tener este tipo de creaciones: historias de vida, interpretaciones psicológicas, envidias, actitudes soberbias, sexo, violencia, corrupción sustentados en aspectos históricos y sociales, con un protagonista que rescata los valores primigenios identificados con el “bien” y logra vencer al “mal”, de acuerdo al ritmo que pueden aceptarlo los personajes, que transitan su séptima década.
Otra, posiblemente más cercana a la intención del autor, como la cruda descripción de una realidad que aqueja a gran parte de quienes tuvieron una ideología “progresista”, y activaron en su difusión, que con el paso de los años genera la fáctica aceptación de una realidad que sin renegar de su pasado los hace vivir un presente que tiene muy poco que ver con sus ilusiones juveniles.
También puede tomarse como un ejemplo de mestizaje cultural, teoría que propugna que la interacción de los diversos grupos étnicos, en este caso cada uno de los personajes, integrándose en una sociedad mediante el aporte de lo mejor de sí, sus peculiaridades culturales. Teoría que Ricardo Feiersten ha desarrollado en su amplia creación literaria, que al presente, además de novelas, incluye cuentos, ensayos, poesías, relatos de viajes y un libro de historia: Historia de los “Judíos Argentinos”, del cual se encuentra a la venta su tercera edición.
Pero existe una cuarta posibilidad, que el Lungo - personaje que reaparece en la creación de Feierstein luego de varias décadas – explica muy bien cuando dice “Sucede que un libro es el envase ideal para esconder pensamientos, muchachos (y que el lector los vaya descubriendo)”, para agregar luego “Un escritor debe ser leído, ante todo, por sus contemporáneos”.
Y cómo contemporáneos podemos decir que “Ciudad del Sol”, el utópico marco en el que transcurre la acción de “Consorcio Utopía”, puede considerarse como un remedo de nuestra comunidad.
Los dueños de “Ciudad del Sol” han sido relegados por los administradores a ser meras excusas para la existencia del emprendimiento y por lo tanto tienen dos opciones, aceptar lo que ocurre o luchar para volver a ocupar el lugar que les corresponde, es decir luchar por la continuidad de una forma de vida que en su juventud imaginaron para sus últimos años de vida.
Nuestra comunidad, edificada en la primera mitad del siglo XX por judíos seculares que se consideraban tradicionalistas por mantener los aspectos culturales de su tradición, a principios del siglo XXI se encuentra enfrascada en un debate que puede dividirla y afectar su continuidad.
El documento de la AMIA estableciendo un lugar diferenciado en el cementerio de La Tablada para el entierro de las personas convertidas al judaísmo por los rabinos conservadores y reformistas no aceptadas por los rabinos ortodoxos, al igual que la declaración del Movimiento Conservadores calificándolo de discriminatorio, son sólo la expresión del debate profundo iniciado en los años sesenta del siglo pasado respecto a que tipo de comunidad será la nuestra dentro de una o dos décadas.
Los matrimonios exogámicos son una realidad que conservadores y reformistas intentaron atraer al judaísmo convirtiendo al no judío de la pareja con la finalidad de que los hijos sean educados como judíos y se mantengan dentro de la comunidad, pero vemos que eso ya no alcanza. Propuestas como Shaar evidencian que muchos de los que deciden contraer matrimonios con no judíos enfrentan problemas que requieren acciones distintas a las conversiones.
Por otra parte, algo inimaginable para quienes edificaron nuestra comunidad hace más de cincuenta años, la ortodoxia religiosa judía está teniendo un importante desarrollo, con jóvenes que se acercan a estudiar judaísmo raigal en marcos educativos creados al efecto y que comienzan a vivir un judaísmo basado en la observancia de las mitzvot.
Ricardo Feierstein, en “Consorcio Utopía”, indica una de las soluciones posibles: el mestizaje cultural, que se efectivizará en el hijo que nacerá, producto de la unión exogámica del sexagenario Juanqui Blun y Elenita, la joven encargada de la ropa blanca.
Pero tenemos que reconocer que en nuestra comunidad también están aquellos que desean mantener una identidad judía basada en aspectos que nada tienen que ver con el mestizaje cultural, y que – lógicamente – los llevarán a la práctica.
En la novela el autor escribió un final. En nuestra comunidad ¿Cuál será el final?
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