¿Quién no recuerda a Zorba el griego, el personaje central de la famosa y aclamada novela de Nikos Kazantzakis que fue inmortalizada por el actor Anthony Quinn bailando la famosa danza griega? En dicha novela se retratan las peripecias de un caballero inglés que viaja a una isla de Grecia, donde conoce a Zorba, un isleño griego que trastoca su vida estructurada y pulcra. Zorba era un hombre sencillo, un maravilloso bebedor, comilón, trabajador, mujeriego y vagabundo que disfrutaba plenamente el presente. No le preocupaba el futuro y tenía la costumbre que cada vez que lo embargaba la emoción y excitación, se lanzaba a bailar frenéticamente, cayendo en un estado de éxtasis. En contraste con el, estaba Alan Bates, quién personificaba a un escritor inglés estructurado, racional que no se permitía soltarse ni vivir intensamente. Al final de la novela, se opera una transformación mágica en este escritor inglés. Estando con Zorba en la playa, éste lo anima a que salte de su vida tan ordenada, “que corte la soga que lo ata” y se permita estar loco. Es ahí cuando el caballero inglés se suelta por primera vez en su vida, entregándose a bailar con Zorba la famosa danza griega.
Esta hermosa película, que no deja de emocionarme, contiene muchas enseñanzas valiosas para todos nosotros. Entre otras cosas nos muestra la alegría que podemos generar en nuestra vida si nos animamos a soltarnos a danzar locamente...sin la ayuda de ningún estimulante.
Actualmente, el número de consumidores jóvenes de éxtasis y otras drogas psicotrópicas en las discotecas de Buenos Aires está aumentando. Es una lamentable tendencia en alza mundial, en la que el consumo de ciertas sustancias psico tóxicas o tragos estimulantes generan un efecto de liberación en la persona, soltandola de sus inhibiciones con lo cúal termina bailando "sueltamente" durante toda la noche. Claro que el precio por esa “libertad” es el daño grave al organismo que se genera a partir de la ingesta de esas sustancias. Pero existe otro daño más sútil y perjudicial que es la ilusión de creerse realmente que necesitamos de una pastilla o bebida para poder disfrutar y liberarnos de nuestras represiones. Por lo que se va conformando en forma gradual un circuito mental vicioso donde la persona que concurre a un boliche precisa cada vez más de algo externo para aflojar su cuerpo-mente para disfrutar. A la vez comienza a convencerse que eso es perfectamente normal “porque todo el mundo lo hace”.
¿Cuáles son las razones que llevan a millares de jovenes a consumir drogas en boliches aún a sabiendas que esto les ocasiona graves daños?
Aquí van algunas explicaciones que a mi juicio inciden en este fenómeno creciente:
1. Modelo de sociedad represiva: Nuestra sociedad porteña es muy cerebral por lo que todo lo relacionado con el contacto con el cuerpo, sus sensaciones y el placer de moverlo, es reprimido. En vez de ello se promueve un modelo de belleza irreal donde lo importante es “verse bien” (más bien que los demás nos vean bien). A través de la TV aparecen innumerables recetas para verse mejor pero ninguna habla sobre como promover un mayor contacto amoroso con nuestra persona. Esto estimula la división de nuestro ser. No nos inculcan de pequeños que el contacto natural con nuestro cuerpo y sus potencialidades, entre ellas la danza, es algo perfectamente normal. Por lo que al crecer necesitamos recurrir a algo externo que nos devuelva la unidad. Por lo que una pastilla o trago “energético” cumple esa función en forma inadecuada.
2. En el fondo somos seres primitivos: Nuestras raíces antropológicas se remontan a cuando eramos seres primitivos que danzabamos alrededor del fuego buscando una conexión con las fuerzas de la naturaleza, con D-s. En aquellas danzas nuestros antepasados lograban alcanzar estados alterados de conciencia donde experimentaban un sentimiento de unidad y energía increíble con todo lo que los rodeaba. Con el correr de los siglos todavía persiste en nosotros ese sabor y añoranza a algo más allá de lo que vivimos, de nuestra “matrix habitual” . Por lo que constantemente buscamos remontarnos a aquellas sensaciones únicas. El problema es que no contamos con guías experimentados, con shamanes para que nos conduzcan a ello. Por lo que es habitual que la gente joven recurra a “estimulantes adictivos” para acortar ese camino y volver a sentir aquel legado de sensaciones que siempre hemos tenido dentro de nuestro inconciente colectivo. El problema es que esos “atajos químicos” son muy perjudiciales para nuestra salud y siguen manteniedonos en un estado limitado de dependencia psicológica.
3. Carecemos de la información adecuada: Todos tenemos la capacidad para soltarnos a gozar de la danza sea tecno, rave o lo que fuese de una manera meditativa, libre de inhibiciones. Las drogas ejercen fascinación debido a que nuevamente la persona es una con el todo, no tiene pensamientos que la molesten, la represión parece desaparecer. La persona vuelve a ser un animal libre en todo su potencial. Pero este efecto es corto, nocivo y tremendamente perjudicial. Y lo peor de todo es que podemos acceder a estos estados de placer y soltura corporal sin ningún estimulante. Solo precisamos conocer determinadas técnicas y entrenarnos en desarrollar y cultivar nuestra propia energía a través de métodos meditativos ancestrales. Por ello que la carencia de información adecuada genera predisposición a ingerir drogas estimulantes. Cuando no conocemos buscamos lo que tenemos más a mano para lograr estados de placer "artificiales".
Aprender a soltarnos a gozar de la danza es algo que todos podemos y debemos acceder. No pasa por ser habilidoso en el baile o “patadura”. Pasa por permitirnos conectar con nuestro cuerpo en movimiento, adquiriendo mayor conciencia del mismo. Es algo que podemos hacer solos o acompañados. Ese proceso implica liberar al “Zorba” que hay dentro nuestro y su inmenso poder curativo. Y ello trae alegría, risas, placer y energía en niveles increíbles. Es solo cuestión de probar y luego opinar...
Lic. Pablo Nachtigall - Psicólogo
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