Días atrás estuvo en nuestro país la Rebbetzin Esther Jungreis, mujer sobreviviente del Holocausto, autora de dos libros y otro próximo a salir, y conferencista de nivel internacional. Sólo en la sala del ex cine América, más de mil mujeres se conmovieron con la profundidad de su mensaje.
La señora Jungreis es la única sobreviviente de su familia que pereció en mano de los nazis. El clima de antisemitismo que se percibe hoy en día, le recuerda exactamente al que ella vio antes de la asunción de Hitler en Alemania. Es que lo que estamos padeciendo no son meras expresiones o pintadas anónimas, sino que las palabras y los hechos se producen en ámbitos públicos y reconocidos. Lo acontecido en la Facultad de Derecho, las declaraciones de líderes musulmanes, las marchas de agrupaciones políticas y sociales frente a la embajada de Israel, el grupo Quebracho impidiendo una manifestación de miembros de la comunidad judía bajo la atenta mirada de la policía acompañando a aquel grupo político, son consistentes con el gobierno nacional, que se muestra estrechamente ligado a otro gobierno como el de Venezuela, profundamente antijudío y antiisraelí. La política suele tener códigos que poco tiene que ver con sustentos morales y mucho con intereses económicos o estratégicos. Pocos son los países, como Estados Unidos, tal vez acompañado por el Reino Unido, que condenan y combaten abiertamente el terrorismo. Ni siquiera España, que también fue víctima de atentados, puede desprenderse de una actitud vacilante en el tema.
Precisamente, en el ámbito internacional, tanto el gobierno de Chávez, que vive sembrando la semilla del odio en la región-y que tantas veces floreció en estas tierras fértiles en discriminación y prejuicios-, como el de Irán, han subido el tono de los agravios a límites pocas veces vistos. ¿Hasta dónde llegarán con su escalada de pirotecnia verbal? Por lo pronto, alguna expectativa tenemos con respecto a Irán: su presidente se llama Ahmandinejad; si lo analizamos con detenimiento, vemos que está conformado por tres palabras: “Ahman” -personaje que se opuso al judaísmo con trágico final-, “din” -ley, en hebreo-, y “ejad” -uno, que alude a la unidad en su sentido numérico y remite al Todopoderoso, que es Uno y Unico. Al menos podemos vislumbrar cómo puede terminar este nefasto personaje.
Lo que cabe preguntarse es: ¿qué significa este clima de antisemitismo? ¿Por qué Israel no venció en su conflicto armado con Hizbollah? Sabemos que el Creador ha logrado que un pueblo menos numeroso pueda doblegar a sus enemigos. ¿Por qué no ahora?
Contaba la Rebbetzin que en el guetto, para poder recibir el Shabat, su papá se privaba de comer unos pocos pedazos de pan durante la semana y los guardaba celosamente, para que sus hijos pudieran saborearlos en este día tan importante. “Cuando coman estos trozos de pan, piensen que mamá está sirviendo la jalá recién horneada”, decía. Y se preguntaba la Sra. Jungreis: ¿cómo es posible que haya judíos que hoy no festejen Shabat, cuando tienen todas las comodidades para hacerlo? Si los judíos que vivían encerrados en aquellas alambradas hacían lo imposible para que fuera un día distinto, ¿cómo puede ser que familias judías se priven hoy de este día tan sagrado, cuando tienen a su disposición todo lo que necesitan comprar? Hashem nos está golpeando para que despertemos, para que volvamos en Teshuvá.
Las palabras de la Rebbetzin son una oportuna advertencia en estos días próximos a Rosh Hashaná y Iom Hakipurim, en que debemos aumentar en el acercamiento a la Torá y el cumplimiento de las mitzvot.
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