En estos últimos días parecería que la gran mayoría de los miembros de la comunidad judía de Argentina tomaron conciencia del aumento de las manifestaciones antisemitas, que desde ya hace más de un año viene produciéndose en el país.
Esto ocurrió luego de que en la noche del 23 de agosto los noticiosos televisivos mostraron a miembros del Grupo Quebracho -muchos de ellos con su cara cubierta, usando kefias, palos en sus manos y banderas de la Hezbolláh- frente a la sede de la Embajada de Irán, impidiendo que un grupo de jóvenes judíos expresara su protesta por el apoyo que el régimen iraní le brinda a Hezbolláh, a la vez que su referente, Fernando Espeche, efectuaba declaraciones contrarias al Estado de Israel y el sionismo, previniendo además que Quebracho no permitiría ningún tipo de demostración crítica a Irán.
Es cierto que a partir del inicio de la escalada militar en Medio Oriente, las expresiones antiisraelíes, antisionistas y antisemitas se incentivaron.
Pero no es algo nuevo, pues siempre ocurre algo similar cuando se produce un recrudecimiento de la tensión en Medio Oriente, especialmente luego de que las fuerzas israelíes realizan una acción de represalia o repelen algún tipo de manifestación de los palestinos.
Por otra parte, desde hace varios años, el Centro de Estudios Sociales de la DAIA edita un informe sobre el antisemitismo en Argentina, que se ha convertido en un verdadero libro, en el cual año a año se visualiza el incremento o la disminución de los hechos que se producen.
El correspondiente al año 2005 indica que el aumento de las expresiones antisemitas fue por demás significativo, y cuando fue presentado, en una actividad realizada durante el transcurso de la Feria del Libro, los medios le brindaron una amplia cobertura, informando a toda la población del país el acrecentamiento registrado.
El problema que ahora surgió, pero que tampoco es nuevo, es calificar al Estado Judío de “nazi” y “genocida”, junto con planteos que ponen en duda el derecho a su existencia.
Días después del 23 de agosto, los medios difundieron que en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA había pintadas de ese tenor y que en una actividad no curricular un sacerdote manifestó expresiones del mismo calibre. De alguna manera esas expresiones judeofóbicas se convirtieron en “noticia” sin que la DAIA las denunciara previamente.
Los medios de prensa comunitarios, desde hace bastante tiempo, vienen informando que en Argentina -al igual que en el resto del mundo- el antisemitismo, el antisionismo y el antiisraelismo están incentivándose en forma casi permanente.
Otro detalle para tener en cuenta es que el 23 de agosto no fue la primera vez que el Grupo Quebracho participó de una manifestación antiisraelí, pues con anterioridad ya había intervenido en las marchas que se realizaron frente a la sede de la Embajada israelí, en Av. de Mayo y Chacabuco, para demostrar su apoyo al Hamas y/o la Hezbolláh, lo que fue también informado por los medios de prensa del país.
Frente a este tipo de manifestaciones es necesario hacer una distinción: una cosa es no comulgar con lo que hace Israel y otra muy distinta tener expresiones racistas, xenófobas y antisemitas. Desgraciadamente, la mayoría de las veces, quienes consideran que Israel actúa en forma equivocada, manifiestan su desacuerdo mediante cánticos, frases, slogans antisemitas a la vez que equiparan a los judíos de Argentina con los que viven en Israel, cuando nosotros –como máximo– podemos solidarizarnos con el derecho que tiene Israel de vivir en paz, sin sufrir constantes ataques de los grupos terroristas, adherir al ideal sionista, congratularnos por sus logros y apoyarlo a la distancia.
Que las manifestaciones contrarias a Israel congreguen a sectores ideológicamente diferentes, y en algunos casos opuestos, es otro elemento que da mucho que hablar en el seno de la comunidad. Resulta que en esas demostraciones participan sectores de extrema derecha, muchos de ellos neonazis, junto a partidos de extrema izquierda, por ejemplo el PO y el MAS (ateos por definición), miembros de la comunidad árabe, creyentes musulmanes, Madres de Plaza de Mayo y miembros de asociaciones de Defensa de los Derechos Humanos. Una extraña mezcla de ideologías que aparentemente tienen, en este caso, un solo elemento en común, su odio a los Estados Unidos, por ser el exponente máximo del capitalismo para unos, y de occidente para otros, que extienden al Estado de Israel por considerarlo su apéndice en Medio Oriente. Esta es una realidad innegable, que algunos aprovechan para manifestar su antisemitismo.
¿Qué se puede hacer?, es el interrogante que muchos nos hacemos. Frente a las expresiones antisemitas la DAIA realiza las correspondientes denuncias a los órganos del poder correspondientes, por ejemplo las fuerzas de seguridad, el Ministerio del Interior y el decano de la Facultad de Filosofía y Letras en ese caso específico.
Lo inaceptable de lo ocurrido el 23 de agosto es que el Grupo Quebracho impidiera a jóvenes judíos manifestar su protesta, intimidando con sus palos, mientras los efectivos de la Policía Federal que estaban en el lugar no intervenían y se dedicaban a intentar organizar el tráfico vehicular.
Ante este hecho concreto, la DAIA y la AMIA efectuaron, además de la gestión con el doctor Aníbal Fernández, ministro del Interior, la correspondiente denuncia judicial.
Algunos plantean la necesidad de realizar campañas de esclarecimiento, destinadas a los no judíos. Es probable que sean necesarias, pero creo que primero debemos tener bien en claro nosotros, los judíos, qué es lo que está ocurriendo, pues calificar -como se hace- de fascistas, neonazis, judeofóbicos y antisemitas a quienes aprovechan cualquier oportunidad para decir barbaridades y mentiras respecto a los judíos y el Estado de Israel no es ninguna solución, no porque no lo sean sino debido a que si no sabemos dónde estamos, lo único que hacemos es etiquetarlos.
La situación que atraviesa el Estado de Israel, y el Pueblo Judío todo, es en la actualidad muy complicada, y según algunos respetados analistas políticos, para nada antijudíos, peligrosa.
Primero pusieron en duda que el movimiento sionista fuera un movimiento de liberación nacional, y debido a la presión de los enemigos del Estado de Israel las Naciones Unidas aprobaron una declaración equiparando el sionismo con el racismo, la que luego de muchos años de gestiones quedó sin efecto.
Esos mismos enemigos, aunque con otros nombres pero las mismas motivaciones, afirman que la Shoá no fue lo que fue, ya no como los clásicos historiadores revisionistas, sino diciendo que la cantidad de judíos asesinados fue ínfimamente menor que la históricamente reconocida, y que el lugar de los judíos es Europa y no Medio Oriente, y están logrando el apoyo de los autodenominados “progresistas” del mundo, algunos de los cuales llegan a comparar a Israel con Hitler.
Esta es una corriente que se expande y por lo tanto también nos afecta a nosotros, los judíos de Argentina, y debemos prepararnos para enfrentarla solidificando la comunidad.
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