Tal vez represente caer en un lugar común. Después de todo, un número más o menos no cambia nada. Sin embargo, las personas somos afectas a atribuirle un matiz especial cuando aparece algún número “redondo”, como si el hecho que una cifra termine en cero (y a veces hasta en cinco) adquiere una significación especial. No obstante, quiero comenzar agradeciendo a todos nuestros lectores que incondicionalmente nos han seguido en estas primeras cuatrocientas ediciones de Comunidades, que representan algo más de veinte años de contacto ininterrumpido. En realidad no sé si hay quien haya ostentado tal nivel de perseverancia (o de paciencia infinita), lo más probable es que muchos se hayan bajado en alguna estación mientras otros han subido, pero al menos cabe la gratitud a quienes nos acompañan, y los instamos a que lo sigan haciendo en el futuro.
A lo largo de estas décadas atravesamos diferentes conflictos bélicos en los que nuestros vecinos se han ido prestando el traje de enemigos par intentar destruirnos, pero siempre Israel salió victorioso. Al menos, así lo fue hasta ahora…
Esta nueva versión 2006, para lo cual los libaneses se han ido preparando durante años -aunque públicamente y por televisión lloren fingiendo ser las víctimas de una invasión israelí-, está dejando un sabor amargo aún cuando no se pueda afirmar que el asunto está terminado -ni mucho menos-.
¿Dónde reside la decepción?
Por un lado cunde la sensación que el estado judío no pudo derrotar militarmente a su enemigo, sea por la estrategia de guerrilla seguida por Hizbollah, que se escondía en sus trincheras y túneles y disparaba camuflado entre la población civil, sea por el grado de sofisticación del armamento que poseían -no previsto por Israel-. Tampoco parece haberlo derrotado en los medios de comunicación, aunque la actitud de la prensa sea la más esperable teniendo en cuenta el antisemitismo latente que anida en buena parte de ella (¡incluso a veces entre los propios judíos!). Sin embargo, no por esperable hay que bajar los brazos y aceptarlo mansamente, sino que habría que enfrentarla de una vez sin temores ni prejucios.
Las cuestiones donde se advierte, dentro y fuera de Israel, un mayor grado de preocupación, podrían resumirse en los siguientes aspectos en los que conviene detenerse.
Por primera vez aparece la idea acerca de la vulnerabilidad de Israel. Esta circunstancia es particularmente peligrosa, ya que el poderío militar israelí fue siempre un elemento de disuasión frente a cualquier intento de ser atacado. La idea que el ejército israelí y sus dirigentes políticos no estén a la altura de las circunstancias puede favorecer que los enemigos de Israel se animen a potenciar la escalada de violencia.
Pero más allá de cómo piensen nuestros enemigos, se impone un serio análisis puertas adentro. ¿El resultado de esta guerra es negativo porque afectó la sensación de orgullo de ser los líderes en poderío bélico de la región? La idea que los soldados judíos no estaban adecuadamente preparados, ni se sentían respaldados por sus autoridades en sus incursiones en el frente de batalla, genera dudas que revisten suma gravedad. La circunstancia que pudieran haber ocurrido algunos hechos moralmente condenables dentro de las fuerzas de Israel abre otro frente de tormenta que merece particular atención.
Dice la Torá que antiguamente las personas que iban a la guerra eran solamente aquellas que observaban fielmente el cumplimiento de los preceptos, pues quienes así no lo hacían, temían ir al frente y caer bajo las armas del enemigo como castigo divino por su conducta. Si bien en estos tiempos nadie podría ir a ninguna guerra, basándonos en el concepto descripto-ya que muy lejos estamos del nivel espiritual de nuestros antecesores-, es oportuno que la sociedad israelí y cada uno de los que vivimos en la diáspora podamos ser capaces de enfrentarnos a este interrogante. El arma más poderosa que utilizó el pueblo judío a lo largo de la historia, para sobrevivir a tantas tragedias, fue sin duda la Torá, su estudio y la invocación al Creador para que nos ayude.
Si nuestros enemigos advierten nuestra debilidad, seguramente nos querrán echar de una vez al mar. Una tierra como la de Israel, donde no abundan las riquezas minerales, ni los recursos energéticos (cuánto hay que rezar para que llueva y no falte agua), es codiciada por nuestros vecinos como si fuera la más rica del mundo. Y lo es para nosotros, mientras habitemos en ella.
Quiera Hashem iluminar nuestras mentes y nuestros corazones, próximos a entrar en el mes de Elul, para que podamos volver en Teshuvá y nutrirnos de la fuerza espiritual, aquella que ningún enemigo jamás pudo doblegar.
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