El desarrollo del enfrentamiento militar que Israel encaró, como respuesta al secuestro de tres de sus soldados, ha dejado secuelas que, en diverso grado e intensidad, afectan a todo el pueblo judío.
Una de ellas es la decepción -que por los medios de comunicación conocemos- que sienten tanto los israelíes como los judíos de la diáspora, entre ellos los de nuestra comunidad, por la manera en que se desarrolló el conflicto y la repercusión del mismo.
Sabemos que los israelíes, chateos y llamados telefónicos mediante, no sólo están decepcionados con el gobierno y los políticos sino que también con Tzahal, su ejército. Pero ése es un tema en el cual nosotros, los judíos argentinos, no podemos opinar pues desconocemos muchos entretelones.
Que Israel no derrotara rápidamente a Jezbolah, decepcionó a un porcentaje no desdeñable de miembros de la comunidad, pero en este caso también debemos de ser muy cautos, pues una cosa es lo que deseamos y otra muy distinta lo que ocurre en el campo de batalla.
Es por eso que las decepciones que sí podemos analizar son las que se relacionan directamente con la reacción y el accionar de la comunidad judeoargentina organizada, ya que si las sabemos capitalizar pueden sernos muy útiles en el futuro.
La manera en que los medios de prensa cubrieron la contienda, afirmando que la respuesta israelí a los secuestros era exagerada y que se atacaban objetivos civiles, afectaron a los miembros de la comunidad, más teniendo en cuenta que esos mensajes sesgados fueron y son muchas veces identificados como judíos, y por lo tanto el judío común, que no es un activista institucional, los creyó.
Otros, en cambio, se plantearon -algo lógico- que si bien los bombardeos israelíes afectaban a civiles, eran respuesta a los mísiles de la Jezbolah, también dirigidos a blancos civiles, o ¿Naharía no es una ciudad con escuelas, hospitales y barrios habitados por civiles?.
Para los primeros la decepción fue darse cuenta que, si bien ellos se identifican con Israel, les molesta que el “estado judío” se defienda de la misma manera que lo haría otro país.
Los segundos, en cambio, se decepcionaron pues no entendían cómo era posible que en Argentina se permitiera semejante distorsión de la realidad.
A los judíos que activan en las instituciones de base lo que los decepcionó fueron varias cosas. En las primeras semanas que los “dirigentes” no reaccionaran, después que en los medios la única voz que se escuchaba era la de aquellos que denostaban a Israel, y más adelante, por qué no se salía a la calle.
La “dirigencia” a su vez también tuvo sus decepciones. Primero debido a que se los criticó por no formar un frente que uniera a la AMIA, DAIA y OSA cuando intentaron lograrlo desde el primer momento y lo consiguieron luego de muchas conversaciones. Después por qué a la concentración del 20 de julio, frente a la sede de la Embajada de Israel concurrieron solamente 700 u 800 personas, sin tomar en cuenta la repercusión mediática lograda.
Cuando se organizó el acto del 1º de agosto en Hacoaj, se los criticó por hacerlo en un lugar cerrado para luego de comprobarse que la asistencia superó todas las expectativas, hacerles hincapié que al igual que el 20 de julio hubo muy pocos jóvenes.
Días después se decidió realizar un acto al aire libre, en Arroyo y Suipacha, publicitado tanto en la comunidad como en el afuera comunitario con un slogan más que impactante “Por desgracia los argentinos no necesitamos que nos expliquen que es la Hezbollah”. Los “dirigentes” se imaginaron que ya no habría críticas, habían organizado el acto al aire libre que le pedían, hicieron una amplia publicidad. Pero se equivocaron y nuevamente se decepcionaron: la cantidad de asistentes fue menor a la de Hacoaj, los jóvenes tampoco se hicieron presentes en forma masiva, los medios de prensa nacionales apenas le dieron cobertura.
Nos decepcionamos pues todos estábamos viviendo una ilusión: que la paz de Israel con sus vecinos y los palestinos, estaba cada día más cerca.
Por otra parte, la falta de un unificado, reconocido y respetado liderazgo comunitario también influyó en que sufriéramos las decepciones, al igual que la falta de un profundo conocimiento por parte de los miembros de la comunidad que participan de la vida institucional, de las distintas facetas del conflicto de Medio Oriente, a lo que le debemos sumar nuestra propia incapacidad para hacerle comprender al judío común que el Hamas, la Jezbolah, Al Qaeda, el presidente y todo el gobierno iraní, lo que pretenden es destruir Israel
Desgraciadamente parecería que somos “muy duros de entendederas” y en lugar de comenzar a estudiar cómo modificar esta situación: la falta de un unificado, reconocido y respetado liderazgo comunitario y nuestra incapacidad para comunicarnos con el “judío común”, buscamos justificar nuestro proceder y culpar al otro de los desaciertos, con lo cual la distancia que existe entre el “judío común” y los “dirigentes” se agiganta.
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