La guerra entre la Jezbolá e Israel se acerca al mes. En este período de tiempo los enfrentamientos adquirieron, día a día, mayor intensidad, y los misiles de la Jezbolá llegaron hasta Hedera, a 40 kilómetros de Tel Aviv, mientras que la aviación israelí superaba las 250 misiones en un día, bombardeando diversas zonas de El Líbano.
La cantidad de víctimas fue aumentando en relación directa con la intensidad de los combates, que por lógica afecta a la población civil.
En la constante información que llega, tanto de Israel como de El Líbano, lentamente se desdibuja el motivo que dio comienzo a este enfrentamiento: el ataque de la Jezbolá a un puesto militar israelí, el 12 de julio, en territorio que desde 1948 es internacionalmente reconocido como parte integrante del Estado de Israel.
El resultado de ese ataque fue la muerte de varios soldados y el secuestro de otros dos por parte de la Jezbolá, posiblemente con la intención de ser canjeado por terroristas detenidos en las cárceles israelíes. Israel exigió la devolución de los secuestrados y la Jezbolá le respondió comenzando a atacar con misiles las poblaciones del norte israelí, principalmente la ciudad de Naharia y sus alrededores.
Frente a esta situación, ampliamente difundida por los medios, al igual que el pedido de varios gobiernos europeos de que la respuesta israelí no fuera exagerada, la comunidad judía organizada comenzó a movilizarse, pero no de acuerdo a la gravedad en la que se fue encausando el conflicto.
Posiblemente en esos días la preocupación de la máxima dirigencia institucional estaba centrada en otro tema: la conmemoración del aniversario del atentado a la AMIA. Además el Congreso Judío Mundial sesionaba en Buenos Aires y la OSA, la institución que debería haber liderado la movilización, había pocos días antes cambiado sus autoridades.
También debemos tener en cuenta que hasta esa acción de la Jezbolá la atención estaba puesta en los ataques que el Hamas efectuaba a Sderot y sus alrededores.
Lo que estamos diciendo no es un intento de justificar la falta de reacción acorde a las circunstancias por parte de la comunidad, sino explicar lo que ocurría.
La primera movilización fue la efectuada el 20 de julio al anochecer, una concentración frente a la Embajada de Israel a manifestar su solidaridad con el Estado Judío. Para algunos, que ya venían criticando a la dirigencia por la falta de una reacción contundente, los congregados fueron pocos.
Teniendo en cuenta experiencias anteriores, por ejemplo las movilizadas frente a la Embajada de Irán, para expresar el repudio a los dichos de su presidente negando la Shoá y afirmando que el Estado de Israel debía desaparecer, la cantidad de judíos que se hizo presente en Avda. de Mayo y Chacabuco no fue escasa.
Pero si en cambio se la compara con la movilización de la comunidad judía de Los Angeles, que reunió unas 10.000 personas, para expresar su apoyo a Israel, la asistencia del 20 de julio es ínfima. Ocurre lo mismo si se la coteja con la que 36 horas antes asistió al acto central conmemorativo del atentado a la AMIA.
Once días después, cuando los enfrentamientos se habían intensificado y se conocía la cantidad de misiles que tenía acumulada la Jizbolá y los túneles y depósitos subterráneos que había construido, la cantidad de judíos que concurrió al acto realizado en la cancha de básquetbol del Club Naútico Hacoaj superó las expectativas más optimistas.
Esto acalló, en parte, las críticas surgidas cuando se conoció el lugar elegido para hacerlo.
Claro que el acto de Hacoaj tenía un atractivo especial, no sería un dirigente quien se referiría a lo que estaba ocurriendo, sino que lo haría el Embajador del Estado de Israel en Argentina, el doctor Rafael Eldad.
Podemos pensar que en esa oportunidad un alto porcentaje de los asistentes concurrieron pues de esa manera expresaban su solidaridad con el Estado de Israel a su máximo representante en el país.
Luego se constituyó la delegación de dirigentes que viajó a Jerusalem a expresar la solidaridad de la comunidad en forma directa a las principales autoridades, el premier Ehud Olmert, el presidente Moshé Katzav, la canciller Zipi Livni, los miembros de la Kneset y Zeev Bielki, el presidente de la Organización Sionista Mundial.
Como es probable que tengan razón quienes afirman que la comunidad no reaccionó como debía, es necesario analizar por qué se actuó como se actuó, y lo primero que se debe decir es que en la comunidad no estamos compenetrados de los peligros que Israel enfrenta, pues nos cuesta imaginarnos que aquellos que la desean destruir pueden intentar lograr su objetivo.
Durante varias décadas soñamos que era posible encontrar una camino que permitiera alcanzar la paz en la región, que los palestinos dejarían de lado el accionar terrorista para construir su propio estado, que los países árabes comprenderían lo beneficioso que les resultaría que Israel en lugar de ser considerado el enemigo fuera sólo su vecino.
Además los medios de prensa, estos últimos años, nos bombardearon con mensajes que nos mostraban a un Israel fuerte, dominando a los débiles palestinos. Si a esto le sumamos que los “progresistas” nos explicaban que cada una de sus decisiones estaban dictadas por los yankies o el lobby judío estadounidense que no desea la paz sino un permanente estado de tensión para seguir detentando el poder y seguir sojuzgando al resto del mundo, podremos entender que hijos de madres judías se hayan convertido en los mejores aliados de aquellos que desean destruir a Israel, y lo dicen abiertamente.
Por otro lado, en la actualidad posiblemente somos mayoría los judíos de Argentina que nacimos después del 15 de mayo de 1948, y no tenemos la vivencia de la época anterior, donde no existía un estado judío.
Fue el Embajador quien el 1º de agosto, en una cancha de básquetbol, dijo una frase que resume la conflictiva realidad en muy pocas palabras, que desgraciadamente muchos intentamos olvidar:
“Si los árabes dejan sus armas no habrá más violencia pero si los israelíes dejamos las armas, no habrá más Israel”
El secreto para que nos movilicemos mucho más rápidamente está en que comprendamos el sentido más profundo de esta frase, al igual que sus implicancias.
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