Introducción.
En los años 90, Robin Williams y Robert De Niro personificaron en la película homónima a un médico psiquiatra y su paciente, afectado de una enfermedad neurológica que lo había sumido en la inconciencia durante largos años; el paciente logra despertar gracias al tratamiento ideado por el médico.
El 4 de enero de 2006, Ariel Sharon, Primer Ministro de Israel, se sumó en un profundo sueño del que tal vez nunca despierte. Paradójicamente, el sueño de Sharon ha hecho despertar a muchos, tanto dentro como fuera de Israel, a una realidad compleja, en la cual los nuevos actores recién han comenzado a salir a escena.
Kadima.
Los últimos tiempos de Sharon fue oscuros y extraños. Y no precisamente por la retirada de Gaza: más allá de los colonos -damnificados directos por la política de Estado-, nadie, ni siquiera en la derecha israelí, tenía verdadero interés en conservar Gaza. Es bien sabido que incluso Menahem Begin quería desprenderse de esa pequeña, superpoblada e históricamente intrascendente lonja de tierra; y si no lo consiguió fue tan sólo por la enfática negativa de Anwar Sadat: Gaza era fastidiosa hasta para los propios egipcios, que habían sido sus dueños hasta 1967. En 1983, en los comienzos de la Era de Oslo, la retirada israelí de Gaza -pactada entre Rabin y Arafat- no fue objeto de mayores críticas ni aún por parte de la extrema derecha.
El verdadero impacto fue la salida de Sharon del seno del Likud, partido político que él mismo contribuyó a fundar, hace más de 3 décadas, e indisolublemente ligado a su carrera política. El Likud era para Sharon su casa y su familia; es más: es difícil imaginar su gruesa figura sin tener como telón de fondo la bandera con el logo del Partido, en sus típicas letras hebreas color azul marino sobre blanco níveo. Dicen que Sharon demoró su decisión hasta último momento, esperando vanamente un gesto de sus opositores internos, que nunca llegó. Entretanto, Binyamin Netanyahu se había encaramado como cabecilla de un grupo heterogéneo de intransigentes ideológicos y oportunistas sin escrúpulos; él, que cuando fue Primer Ministro no se caracterizó por su ortodoxia ideológica, pasó a convertirse en líder de, por ejemplo, Uzi Landau, hombre de cuya integridad nadie duda, y auténtico vocero moral del Likud, y hombre a quien Sharon siempre escuchó con respeto.
La salida de Sharon fue tan traumática como dolorosa. Incluso sus ministros más cercanos dudaron al momento de seguirlo, y otros -como Silvan Shalom y Limor Livnat-, finalmente no lo acompañaron. A la sombra de una elección innecesaria, causada por Amir Peretz (flamante líder de Avodá, que estrenó su flamante cargo con una flamante muestra de impericia política), y su decisión de romper la coalición de gobierno forzando comicios anticipados, comenzaron las recriminaciones.
Kadima fue así la última creación del Sharon político. Un partido sin raíces basado en la personalidad de sus dirigentes (o, más bien, de la su fundador). ¿Tendrá futuro, o será sólo una invención ad-hoc, destinada a superar las urnas del 28 de marzo? Tras una campaña electoral aburrida y sin entusiasmo, se prevé un final anunciado: la victoria de Kadima -o más bien, la victoria de Sharon-, y un triste papel para las 2 agrupaciones tradicionales (Likud y Avodá), reducidas a la insignificancia por la salida de su fundador en un caso, y el desprecio del público en el otro. La cuestión es qué ocurrirá el día después, cuando se produzca el despertar de los israelíes a una nueva realidad en que la figura paternal del viejo general ya no estará con ellos, y en la que sus sucesores deberán formar coalición de gobierno.
Los palestinos, el Hamas ... y Zeev Jabotinsky.
Los palestinos ya tuvieron su elección, y tal como lo preveían Sharon, los palestinos, y la mayoría de los estrategas de Washington y Jerusalem, fue ganada por los terroristas del Hamas. Sin embargo, la opinión pública mundial, pareció entonces despertar ante el hecho que a los palestinos les importa un bledo cualquier solución negociada al conflicto que mantienen con Israel, y fue así que se las arreglaron para descarrilar dos procesos diplomáticos en poco más de un lustro: primero, los Acuerdos de Oslo, y después, la "Hoja de Ruta".
En Israel, sólo unos cuantos exponentes líricos de la extrema izquierda se sorprendieron por el resultado comicial, e intentaron -sin éxito- justificarlo por la corrupción de los funcionarios palestinos, los problemas económicos, y otras excusas. Pero es muy difícil sentir simpatía por el pueblo palestino, cuando se los ve apoyar sin tapujos a carniceros despiadados ansiosos por detonar micros repletos de escolares ... y luego festejar por ello.
Mientras tanto, se tejen especulaciones acerca de cómo se formará el futuro gobierno en Jerualem. Kadima, como continuador de la política de Sharon, buscará coaligarse con Avodá -tal como hace pocos meses atrás-, para crear un bloque centrista que permita nuevas "desconexiones" similares a las de Gaza, pero ahora en Judea y Samaria (de hecho, Ehud Olmert ya hizo algunos anuncios en ese sentido); al menos, eso piensan algunos analistas cercanos al Laborismo. Pero ciertas declaraciones, también efectuadas por Olmert, crean grandes dudas.
En efecto: el 24 de enero pasado, en una de sus primeras alocuciones públicas, Olmert no sólo elogió la gestión de Binyamin Netanyahu al frente de la cartera de Finanzas, sino que reivindicó el legado doctrinario nada menos que de Zeev Jabotinsky, fundador del Sionismo Revisionista y padre ideológico de la derecha judía. Hacía mucho tiempo que el nombre de Jabotinsky no salía de la boca de un Primer Ministro.
Conclusiones
A principios del siglo XX, Jabotinsky hablaba de crear una figurada "Muralla de Hierro" para proteger al futuro Estado Hebreo de sus enemigos árabes. ¿Será necesaria una "Muralla de Hierro" para proteger a Israel de las amenazas atómicas de Irán y sus clérigos chiítas? El presidente persa, Mahmoud Ahmadinejad, no hizo sino despertar al mundo a otra nueva y última verdad: el acceso a la tecnología nuclear por parte de estados fanatizados y totalitarios es un peligro claro e inminente. ¿Bastará con la diplomacia de la ONU, o hará falta una guerra preventiva para impedir la muerte de miles -o millones- de personas, por el capricho atómico de un líder rabioso?
Quizás haya sido esta la última misión que el general Arik Sharon esperaba cumplir: librar a Israel de su máxima amenaza. Pero quiso D's que el viejo soldado descansara por fin de toda una vida de luchar sin respiro contra los enemigos de Israel, una, y otra, y otra vez.
Ojalá sus sucesores encuentren el camino correcto bajo la inspiración de su legado.
(Ariel Sharon y las velas de Januca, en una de sus últimas apariciones. Diciembre 2005)
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