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Periódico Judío Independiente
NUEVO LIBRO DE GUSTAVO PEREDNIK
Por Tomás de Mattos
Saludamos al nuevo libro de Gustavo Perednik como el primer tomo de una larga y fecunda serie de grandes pensadores, ya que al tema le sobra tantísimo paño y el sastre Perednik ha mostrado ser muy bueno.
Su espíritu selectivo ha sido muy saludable: pretende cubrir con el menor número posible de personalidades el más vasto espectro de actividades humanas, desde la fe y la moral hasta el helenismo y el rabinismo, desde el romanticismo y el iluminismo hasta la ciencia y el ajedrez.
No ha de haber nación que haya realizado, como los judíos, un aporte cuantitativo y cualitativo a las más diversas ramas de la actividad humana.
Lo sentí en el Museo de la Diáspora en Tel Aviv, sobre todo en una sala que contiene maquetas de muy diversas sinagogas del mundo. En sus fachadas exteriores, el espectador ve una asombrosa mimetización con la arquitectura predominante. Así, la sinagoga china se ve como una pagoda y la mexicana como una iglesia colonial; la de Venecia parece un viejo y fastuoso palacio al borde de un canal.
La asociación de esa imagen con el libro de Perednik es fecunda. De los dieciséis nombres que analiza el autor, hay varios que son explícitamente reconocibles como judíos, y no estoy hablando sólo de los más remotos fundadores y consolidadotes de la nación judía, Abraham, Moisés, Salomón o Isaías. Mencionemos también, para seguir los ejemplos, en Akiva o Maimónides. Son ellos como ostensibles sinagogas, que por añadidura han sido raíces judías, enteramente judías, de corrientes de pensamiento hoy demasiado occidentalizadas, como la cristiana.
Pero a medida que nos vamos acercando en el tiempo, esa condición judía, aunque conocida y reconocida, se va haciendo menos evidente: pesemos en Marx o en Freud, en Kafka o en Einstein.
La imagen de las sinagogas mimetizadas en su contexto urbano, en ellos se va convirtiendo en metáfora del hondo encastramiento de esos luchadores sociales, artistas o científicos, con la sociedad en la que se movilizaron. Londres está más asociada a Marx, Viena a Freud, y Kafka a Praga, que Jerusalén o Tel Aviv.
Son sinagogas que parecen palacios venecianos, pagodas chinas o iglesias coloniales.
Cabe la pregunta: ¿en estos sistemas de pensamiento tan disímiles, tan socialmente determinados, como los que ocupan casi toda la segunda mitad del libro, hay tras su trama y su lógica occidental, una interioridad judía? No deja de ser la pregunta que antes planteé: ¿la sinagoga mexicana, en su interior, sigue recordando a una iglesia? ¿la china, en su interior, sigue siendo una pagoda?
Y esta pregunta, aparentemente tan epidérmica, trae a cuento la idea central que me despertó este libro. El fundador de la llamada primera Escuela de Viena, no podía ser sino judío; el parricida cultor de una de las mayores literaturas del desasosiego, no podía ser sino judío.
Yo, que no soy judío, creo percibir en la creación judía en arte y en ciencia, en religión y hasta en esparcimiento, una nota esencial que la caracteriza: una voluntad de plenitud auténtica, de cimentación de la existencia en sus últimos, íntimos, y más perdurables sentidos y fundamentos; una sed insaciable de verdad, que le hace desechar como mero velo y prescindible apariencia lo que a muchos les parece una explicación satisfactoria.
El nihilismo nunca será un mal juicio; y cuando parezca apresar a alguna de sus almas, siempre se transformará en un desperado clamor por el Absoluto. No en balde quien le dio el nombre e Israel, dejó de llamarse Jacob porque forcejeó toda una noche, tratando de retener y vencer al mismo Ser Eterno.
Para muchos este libro será una oportunidad de revivir una muy valiosa experiencia gozada en una secuencia de encuentros con largos intervalos. Apoyados en esa vivencia previa, el libro les servirá para articular y condensar una visión general de la creatividad de las dieciséis personas evocadas.
Para otros, entre los que me encuentro, es una excelente vía de abordaje de esa misma creatividad.
Todos debemos agradecer a Gustavo Perednik su eximio dominio del arte de la docencia; que consiste, sobre todo, en dar forma muy sencilla a las cuestiones más complejas.

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Mattos es director de la Biblioteca Nacional del Uruguay, miembro de la Academia Nacional de Letras, y premiado autor de varias novelas y colecciones de cuentos.

Abril de 2006
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