Puede decirse que la violencia siempre ha formado parte de la experiencia humana, muchas pérdidas de vida y lesiones no mortales son el resultado de la violencia auto infligida (la que se impone a uno mismo) interpersonal (realizada por un individuo o grupos pequeños) y colectiva (la efectuada por grupos más grandes, por ejemplo el Estado).
A pesar de que el avance tecnológico permite en la actualidad que la violencia - terrorismo, guerra, motines y disturbios callejeros, entre otros – se presente al público todos los días, ésta trasciende lo mediático, teniendo como distintos escenarios a los hogares, lugares de trabajo, instituciones médicas y sociales.
Hoy en día la crisis en las relaciones humanas (entre padres e hijos, de pareja, profesores y alumnos) producen dificultades y obstáculos para establecer vínculos y comunicación.
En situaciones de crisis económica se genera competencia entre los postulantes para un trabajo. Coexisten en la misma sociedad los desempleados que tienen dificultad para insertarse al campo laboral, por falta de recursos o por no coincidir con el perfil que requieren determinados puestos, con los marginados por el sistema. Éstas son situaciones de la vida cotidiana que nos violentan, nos generan malestar, angustia, ansiedad y estrés.
Son varias las causas que desencadenan la violencia. Algunas se distinguen con facilidad y otras se arraigan profundamente en el entramado social, económico y cultural de la vida humana. Aunque determinados factores biológicos que pueden producir daños neurológicos, y otros factores psicológicos y del comportamiento, explican parte de la tendencia a la agresión, estos interactúan con factores familiares, comunitarios, culturales y otros agentes externos que favorecen situaciones de violencia.
La pobreza, la imposibilidad de acceder a una educación adecuada y la adicción al alcohol y a las sustancias psicotrópicas pueden facilitar actos delictivos, el maltrato de los padres hacia los hijos, y de los hombres hacía sus parejas.
Haber presenciado o recibido acciones violentas y carecido de un entorno afectivo durante la infancia o adolescencia, crea las posibilidades de participar de conductas violentas y delictivas, muchas de las cuales los jóvenes cometen en el ámbito escolar y ante las autoridades. Éstas son también, en repetidas ocasiones, las que responden con actitudes violentas, haciendo abuso del poder y de la autoridad.
Tenemos que trabajar para lograr mejores vínculos interpersonales, una buena calidad de vida y adaptación a la cotidianeidad. Se debe enfatizar en la prevención primaria, promoviendo programas de capacitación dirigidos a los padres, para mejorar la educación de sus hijos y el funcionamiento global de la familia. Fomentar campañas en los medios de comunicación para modificar comportamientos. Es importante también mejorar la infraestructura urbana, tanto física como socioeconómica.
Es necesario centrarse tanto en los grupos de contención (terapias), apoyo y protección para las victimas de la violencia, como en los tratamientos para los agresores. Otro eje importante a tener en cuenta en lo que respecta a la prevención, son los programas de capacitación dirigidos a los profesionales de la salud.
Licenciada en Psicología Mariela Cupchan.
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