En más de una oportunidad hemos escuchado afirmar que la Argentina es un país imprevisible, en el cual se producen hechos que superan todas las previsiones.
Quien podía imaginarse, por ejemplo, el 10 de diciembre de 1999 que la crisis económica, iniciada en los últimos años de la década del noventa del siglo XX, culminaría a fines del 2001 con la sangrienta represión del 20 de diciembre, los cacerolasos y cinco Presidentes.
Cuando hace diez meses, el electo Presidente de la República, doctor Néstor Kirshner, asumió su cargo, expresaba que uno de las modificaciones que pretendía llevar a cabo era demostrar al mundo que la Argentina sería un país previsible, y sin lugar a dudas sus actos de gobierno, a lo largo del tiempo transcurrido desde el 25 de mayo del 2003, nos hicieron pensar que intentaba cumplirlo.
Quizás en más de una oportunidad podían no ser comprensibles algunas de sus decisiones o sus críticos mensajes, pero se percibía la existencia de una coherencia que podría no gustar a ciertos sectores de la población pero que no influían en las encuestas de opinión, las que expresaba que contaba con un alto índice de popularidad.
La manera en que mantuvo las rispidas negociaciones con el FMI y la firmeza en mantener el monto de la quita propuesta a los tenedores privados de los bonos de la deuda externa argentina a fin de terminar con el dafauld hicieron que el pasado 9 de marzo, cuando la directora interina de FMI le anticipó telefónicamente al doctor Kirshner que el organismo internacional aprobaría que la Argentina había cumplido las pautas del acuerdo firmado en septiembre del 2003, la gran mayoría pensáramos que se iniciaba un período de tranquilidad hasta el próximo septiembre, que el Gobierno Nacional utilizaría para encausar las conversaciones con los acreedores externos.
Pero he aquí que algo inesperado paso, y en la semana que culminó el 28 de marzo se produjeron algunos hechos que a todas luces eran imprevisibles.
Uno de ellos fue el discurso que el doctor Kirshner pronunció el pasado 24 de marzo, en el cual desconoció lo actuado por los gobiernos democráticos que lo precedieron en todo lo referente a los Derechos Humanos, generando un lógico malestar tanto en el expresidente Raúl Alfonsin como en los integrantes de la CONADEP, y quienes juzgaron, y condenaron, a los integrantes de las juntas militares que gobernaron el país desde el 24 de marzo de 1976 hasta el 10 de diciembre de 1983, algo que también era inimaginable antes del 14 de junio de 1982.
Otro es lo ocurrido en el transcurso del Congreso del Partido Justicialista, pues si bien se sabía que existían sectores que no concordaban con la manera en que el doctor Kirshner se relaciona con ellos, era inimaginable que lo enfrentaran de la forma que lo hicieron en momentos en los cuales el país debe dedicarse a solucionar a problemas que requieren tranquilidad política y el consenso de por lo menos el partido que tiene mayoría en ambas cámaras del Congreso Nacional.
En la comunidad judía debemos tener mucho cuidado de que no ocurran hechos similares pues pese a la actual tranquilidad que estamos viviendo, la situación que puede plantear el fallo del juicio oral, que está culminando luego de casi tres años, puede generar un efecto traumático cuyo alcance es muy difícil de prever.
Cuando el presidente de la AMIA, licenciado Abraham Kaul, dice – durante la conferencia con los medios de prensa comunitaria del 25 de marzo – que teniendo en cuenta la cantidad de anomalías de la investigación lo único que espera es que los jueces tengan la sapiencia necesaria y la inspiración de D´s al emitir el fallo, pues cualquiera puede ser el resultado, desde condenas hasta declarar la nulidad de la investigación y dejar libres a los acusados, nos pone sobre aviso de que el resultado del juicio puede ser muy distinto al que esperamos, o mejor dicho, al que los dirigentes que dirigían las instituciones centrales comunitarias hace unos años nos informaban que seria.
Es cierto que desde ya hace muchos años existían voces contrarias a la opinión de esa dirigencia, una de ellas Memoria Activa, otra APEMIA, pero si el resultado del juicio demuestra que estaban en lo cierto, y lo observado en las audiencias no deja de darles la razón en muchos aspectos, es indudable que la manera en que ciertas autoridades comunitarias las combatieron en el pasado será casi inexplicable..
Cuando esta edición de Comunidades llegue a sus lectores estaremos prontos a celebrar un nuevo Pesaj, festividad que tiene como uno de sus máximos fundamentos que cada judío, en todos los tiempos, debe considerarse que él era esclavo en Mizraim y fue liberado en el momento en que el Creador lo dispuso. Uno de los motivos de está exigencia es que nos identifiquemos tanto con de quienes fueron esclavos en Mizraim y luego gozaron de la libertad.
Frente a la inminencia de un fallo judicial en el juicio oral, que con seguridad no será satisfactorio para ninguno de los que exigimos justicia y que se castigue a los culpables, tenemos la obligación de identificarnos con los familiares de las víctimas que desde hace casi diez años sufren la pérdida de sus seres queridos y, a la vez, de actuar en forma previsible a fin de mantener la comunidad. Pesaj Casher Vesameaj para todos.
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