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San Martín es el prócer más venerado de Argentina y de la mitad de América del Sur por haberles hecho obtener la libertad. Derogó los dictados de la Inquisición a pocos días de poner pié en el Alto Perú. Quiso el destino que un descendiente de sefaradíes fuera el hombre que protegió y llenó de afecto a nuestro prócer en sus últimos años. En este artículo, el Profesor Mario E. Cohen, resume el perfil de la personalidad de Alejandro María Aguado y su relación con el Gran Capitán.
La vida de Alejandro María Aguado fue novelesca y fascinante. Natural de Sevilla, nació en junio de 1784 o 1785, era seis o siete años menor que José de San Martín, del que llegó a ser su mejor e íntimo amigo.
Comenzó sus estudios en Sevilla recibiendo una base matemática superior a la corriente y después abrazó la carrera militar por vocación, ya que la fortuna de sus padres lo tenían cubierto de necesidades. Ingresó en el ejército real en 1799 siendo joven, rico y alegre, en contraste con San Martín, que era de carácter reservado y serio; sin embargo, coincidían en aspectos como la honradez de intenciones, la rectitud y su limpieza de conducta. Si el Libertador pudo ser maestro de Aguado en el campo de batalla, éste fue el de San Martín en sus correrías juveniles y las fiestas mundanas. Debido a esa íntima y fraterna amistad, fue uno de los pocos que gozó del tuteo del Padre de la Patria.
Aguado empezó su carrera comercial como proveedor del ejército napoleónico en Andalucía. En 1813 salió de España y se quedó en disponibilidad con arreglo a una ley de Napoleón. Hizo su primera fortuna, introduciendo productos franceses a América y llevando de aquí, productos americanos y andaluces a Francia. Además de esta actividad se inició en el negocio bancario. Fue un gran mecenas del siglo XIX, que apoyó las artes plásticas y la música como pocos. Vivió en Ivry sur Seine durante varios años en que fue alcalde del municipio; embelleció la localidad, mandando a construir el puente colgante sobre el Sena, que recibió su nombre.
Tratando de definir la relación entre estos hombres, muchos autores consideran que se habrían conocido en el Regimiento de Voluntarios de Campo Mayor en 1808. Podríamos comenzar diciendo que ambos estaban autoexiliados y habían sido compañeros de ejército, probablemente entre ellos hablaban castellano, la lengua materna que los unía, tenían edades parecidas. Aguado necesitaba un hombre de confianza y San Martín otro que le aconsejara en materia económica. Antes de volver a verse, el Libertador había vivido momentos azarosos, cambiando numerosas veces de morada y al retomar la relación con Aguado, se asentó definitivamente en Grand Bourg y París. Ambos tenían gustos refinados respecto al arte y la lectura.
- ¿Con que tú eres el banquero Aguado?, - dijo San Martín- y su amigo le respondió:
- Hombre, cuando alguien no puede llegar a ser libertador de medio mundo, me parece que se le puede perdonar que sea banquero.
La vida los llevó luego por caminos distintos, aunque supieron ser hombres de éxito, San Martín con sus campañas militares emancipadoras de Sudamérica, Aguado en la actividad económica que le permitió amasar una fortuna.
El notable hombre de negocios, nombró en su testamento a San Martín, por quien tenía tan particular devoción, albacea y tutor de sus hijos menores.
En 1832, José de San Martín enfermo y sin recursos fue auxiliado por Aguado, ante las deudas que peruanos, chilenos y el Estado argentino tenían con el prócer, que finalmente fueron mal pagadas y a destiempo, tras muchas gestiones. Bartolomé Mitre (siglo XIX), historiador, militar y presidente argentino, lo testimonia escribiendo: ‘... su destino, según sus propias palabras, era ir a morir a un hospital. Un amigo compañero de armas suyo en la guerra de la Península, un español, el opulento banquero Aguado, vino en su auxilio y le salvó la vida, sacándolo de la miseria. Le hizo adquirir la pequeña residencia de campo de Grand Bourg, a orillas del río Sena ...“
Muchas enciclopedias señalan que Alejandro María Aguado provenía de una familia judía, algunas la precisan como judía-portuguesa. El prestigioso historiador español Gregorio Marañón señala: “... en los documentos de París hay una concomitancia entre don Alejandro (Aguado) y los comerciantes y banqueros judíos, lo que me hace presentir, en mi fuero interno, con casi seguridad, que aquel benemérito varón perteneció a dicha raza (judía) ... ’. Agrega: Yo he conocido varios Aguados de procedencia Navarra entre los sefarditas que aún existen en el mundo.
Una calle lateral del Instituto Sanmartiniano de la ciudad de Buenos Aires, lleva el nombre del que fue amigo del Libertador, como símbolo de esta histórica amistad.
(*) El Dr. Mario E. Cohen es investigador y presidente del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí (Cidicsef
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