La Voz Judía


La Voz Judía
La Cuarta Generación del Software
Por Rabino Avi Shafran

Luego de haber contado en varias oportunidades esta historia, tanto en conversaciones como en escritos, yo pido disculpas si alguno de los lectores se dan cuenta de que no es la primera vez que la escuchan.

En verdad es una historia que pertenece a mi padre –que tenga buena salud- y de hecho yo sólo la escuché cuando ya era un adulto (y no particularmente joven en ese entonces).

Fue en el invierno del año 1941 cuando mi padre, por primera vez teniendo 14 años de edad, junto con sus colegas Novhardoker y el Rebe, pasaron un tiempo en Siberia como invitados de la Unión Soviética. Era la estación que más desafíos planteaba a los deportistas, dado que ellos carecían de las ropas adecuadas para el clima.

Luego de que el miembro más joven del grupo, mi padre, quien entonces era conocido como Simja Ruzhaner, en homenaje al pueblo polaco donde había nacido, fue designado para cuidar una granja a pocos kilómetros del “Kolhoz”, la comuna colectiva a la que pertenecían.

Por la noche, la temperatura a menudo disminuía a 14 grados bajo cero, y él tenía tan sólo una pequeña estufa con la cual se mantenía el calor.

Una noche, no podía parar de temblar por escalofríos, y se dio cuenta de que tenía fiebre. El se las rebuscó para enganchar su caballo a un trineo y salieron de la granja rumbo al Kolhoz. No muy lejos de la granja, sin embargo, él se cayó del trineo hundiéndose en la nieve mientras el caballo siguió trotando. El recuerda haber rezado Tehilim, sabiendo que tratar de caminar hasta el Kolhoz significaría una muerte segura por estar a la intemperie. De alguna manera se las arregló para hacer el esfuerzo de levantarse y corrió hasta donde estaban el caballo y el trineo.

Inexplicablemente el caballo se detuvo y mi padre pudo llegar hasta el y se desplomó dentro del trineo.

El caballo lo llevó de vuelta al Kolhoz y al día siguiente, en medio de temblores incontrolables, fue trasladado a una ciudad, Parabek, donde había un hospital.

En aquel sitio, luego de pasar dos días con fiebre altísima, el paciente empezó a sentirse un poquitito mejor. Mientras estaba en la cama se abrió la puerta y vio a un bojur ieshivá del kolhoz, Herschel Tishivitzer, parado frente suyo, medio congelado y mirándolo sin poder creerlo. Los pies del visitante estaban envueltos por tiras y tiras de trapos, que era la mejor forma que alguien podía encontrar para enfrentarse al frío del Artico si no tenía las botas apropiadas.

Mi padre no podía creer lo que veían sus ojos. Herschel realmente había caminado todos esos kilómetros helados desde el kolhoz!

“¡Herschel!”, le gritó a su visitante que estaba tan shockeado como él. “¿Qué estás haciendo acá?”.

La respuesta que recibió es algo que mi padre nunca olvidó y seguramente jamás olvidará.

“Ayer”, empezó diciendo Herschel, “vino alguien de Parabek y nos dijo:Simja umar (Simja murió). Y entonces yo me ofrecí como voluntario para venir a enterrarte.
Ese grado de entrega de un judío a otro, incluso en tan adversas circunstancias y por un motivo como ese, es un tributo, por supuesto, para quien lo recibiera. Pero también es una lección para todos nosotros sobre lo que significa ser un judío; ser una parte de Klal Israel.
Baruj Hashem, los servicios de Herschel no fueron necesarios y mi padre eventualmente pudo continuar tratando –al igual que Herschel- de emigrar hacia los EE.UU., donde mi padre se convirtió, y sigue siendo, un respetado rabino de Baltimore. Herschel se mudó a Boro Park.

Recientemente, nuestra hija Jedva con su esposo y su familia se mudaron a una bella e incipiente comunidad judía en Ramapo, al este de Monsey, llamada Chestnut Ridge.
Entre las nuevas relaciones que ha hecho mi hija hay una mujer joven también llamada Dini; las dos comparten ocasionalmente un pool de transporte, y sus hijas respectivas de 4 años de edad, Shaindy y Tehila, están desarrollando una flamante amistad.
En un reciente Shabat por la noche, después de rezar, mi yerno Yehoshúa conocio por casualidad a un visitante de la sinagoga que le fue presentado como escritor. El en verdad es el editor del Five Towns Jewish Times. Yehoshúa le preguntó al invitado, el Sr. Larry Gordon –el padre de Dini- si conocía a su suegro que escribe para la revista Ami. En verdad, el Sr. Gordon y yo tenemos muy buenas relaciones; a menudo él vuelve a publicar esta columna es su diario, con el permiso de Ami.

El Sr. Gordon tiene un suegro, y resulta que se llama Herschel Nudel –que goce de buena salud- y que alguna vez, hace mucho tiempo, era conocido como Herschel Tishivitzer. La relación entre los respectivos suegros de Yehoshúa y del Sr. Gordon pronto se puso de manifiesto.

Por lo tanto, en un nuevo barrio judío, la bisnieta de Herschel Tishivitzer y la de Simja Ruzhaner, juegan juntas.
Rockland County está muy lejos de Siberia. Pero de algún modo, al menos para dos familias, verdaderamente no lo está.

 

La Tribuna Judía 65

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