La Voz Judía


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Atacan a los Shomrim de Borough Park

Un semanario Judío, citando “fuentes”, destaca las acusaciones contra el grupo comunitario de vigilancia

Según el New York Jewish Week, “ hay quienes, tanto dentro de la comunidad ortodoxa como de las fuerzas de la ley involucradas, más allá de sus buenas intenciones” –oficiales de Brooklyn South Shomrim, los voluntarios ortodoxos que monitorean los barrios de la comunidad de Borough Park- “a veces actúan con demasiada independencia”.
El Jewish Week, que se describe como el “periódico judío más grande y respetado en los EE.UU.”, publicó en un reciente editorial sobre el asesinato de Leiby Kletzky, que “el hecho de que la policía de Nueva York no fue anoticiada hasta varias horas después de la desaparición de Leiby es sumamente preocupante. El comisionado de policía Raymond Kelly declaró que su departamento recibió la llamada dos horas o dos horas y media después de que los Shomrim recibieran la llamada de uno de los padres de Leiby y se pusieran en acción.
Sin embargo, el Sr. Kelly elogió al grupo de vigilancia vecinal y aseguró que él no creía que la demora de la participación policial hubiera obstaculizado para nada la investigación.
Citando “fuentes cercanas” al caso, el editorial también critica a los Shomrim de Borough Park por supuestamente “no compartir con la policía” una lista de presuntos delincuentes.
El periódico insiste en que aún cuando la logística haya sido lenta en la acción en algunos barrios, “la primera llamada que cualquier ciudadano debe hacer debe ser a la policía”.
El editorial de la Semana Judía se inspiró en el artículo principal de Hella Winston publicado en la misma edición titulado “Tragedia en Borough Park pone a Shomrim bajo la lupa”. Alega que, a pesar de la alabanza pública que los Shomrim recibieron del comisionado Kelly, “algunas personas cercanas al caso cuestionaron la versión pública de los hechos y lo que consideraban prácticas problemáticas referidas a los Shomrim a menudo contando con la aprobación o incluso la cooperación de los altos mandos de la policía de Nueva York”. La escritora afirma que los Shomrim han sido “criticados en algunas ocasiones” por críticos anónimos, “por un exceso de celo en la vigilancia” y cita a un “oficial” anónimo que se queja diciendo “¿A quién se reportan los Shomrim”, y especulando con que los Shomrim “pueden haber tenido un archivo sobre el acusado del crimen de Leiby”.
El artículo continúa diciendo que “algunas fuentes creen que la policía y los Shomrim no divulgaron la posibilidad de que el asesino confeso de Leiby tuviera una “tendencia a la violencia…que la gente de la comunidad debía conocer y que no reportó”, si bien no hay evidencia ninguna de que este conocimiento existiera.
El artículo prosigue enfocándose en las decisiones halájicas de renombradas autoridades de la ley judía que permiten a los judíos informar sobre sospechosos de abuso infantil a las autoridades legales, pero que requieren una consulta previa con un rabino experto en temas de abuso para corroborar que verdaramente existen bases para la sospecha. Luego cita a un activista que fue duramente criticado por quienes toman las decisiones halájicas y sus seguidores, quien también acusa a los Shomrim de Borough Park de haber “obstruido violentamente” la investigación acerca del secuestro de dos niños en los últimos años y sobre quienes pidió privacidad, “intimidando a los miembros de la familia de las víctimas que querían ir a pedir ayuda en la investigación a la Policía de Nueva York”. El activista afirma que “los niños fueron devueltos en cuestión de horas”, pero afirmó, “los autores no fueron capturados”. Y no se dieron detalles sobre los casos alegados.

ANALISIS

El reciente artículo y editorial del Jewish Week plantean un problema inquietante aunque no sea el que intentaba plantear el periódico. La cuestión, más bien, es el periódico mismo. Más específicamente, ¿por qué se obstina en observar y retratar a la comunidad jaredí con tanta malicia?
Mientras que el Jewish Week mantiene a algunos columnistas equilibrados y no prejuiciosos, su reporte sobre las noticias ha puesto en evidencia hace tiempo un inhabitual monto de críticas, merecidas o no, hacia los jaredim y hacia las instituciones jaredís.
Que el documento no eligiera como informe principal, una semana después de la terrible tragedia que enlutó a Borough Park, cubrir la cooperación de los judíos de todas partes para buscar a Leiby, o contar cómo fue su entierro o el duelo de los padres, y en cambio publicara una supuesta “revelación” sobre un muy respetado (y con justa razón) grupo voluntario de la comunidad resulta una frutilla particularmente sabrosa sobre un pastel enmohecido y rancio. Y que el editorial retome dicho artículo, por si algún lector se hubiera perdido el titular de la portada del periódico, agrega una lluvia ácida.
El artículo en sí mismo fue un fiasco periodístico que basó su tesis de que un grupo de Shomrim cometió actos irresponsables en fuentes totalmente anónimas. En ninguna de sus 44 páginas reconoce siquiera el papel que desempeñaron los Shomrim en la búsqueda de Leiby Kretzky y en la ubicación del vehículo, prefiriendo en su lugar especular (nuevamente, sobre la base de “fuentes de la comunidad” anónimas), con condescendencia, sobre cómo los Shomrim, “por muy bien intencionados que sean, al actuar sin rendir debidas cuentas a la policía, dificultan a veces la labor de la misma”.
La abrupta digresión del artículo sobre el reino halájico de la mesirá, el hecho de informar, sobre presuntos pedófilos – especialmente ante la escasez de evidencias en la medida en que se sabía que el asesino confeso era uno solo, presenta otro lapso retórico. Más bien parecía el aprovechamiento gratuito de una oportunidad (nada menos que un asesinato atroz) para tratar de presentar una decisión halájica desde una óptica negativa.
El informe es más problemático cuando se observa desde una perspectiva más amplia. A su autora parece haberle sido asignado pegarle a los “chicos malos jaredís” del Jewish Week. Prácticamente cada pieza que ella ha escrito para el periódico ha tratado acerca de un escándalo personal u organizacional –real, supuesto o imaginado- en la comunidad jaredí. De hecho, ella es más conocida por un libro que escribió hace algunos años atrás que se centra en la gente joven que creció en comunidades jasídicas y que abandonaron su educación buscando una vida culturalmente más americana.
El libro –siguiendo las palabras de esos infortunados así como las de la autora- retrata comunidades como las de Borough Park y Williamsburg como ambientes restrictores y sofocantes. En 2006 ella escribió un editorial para The New York Times que tituló Pesaj-time, Tiempo de Pesaj, en el cual hablaba de un seder inusual, cuyos participantes eran personas que habían “roto libremente con la estrictez de las comunidades ortodoxas”, y de las “innumerables reglas y restricciones” que en tales lugares “a menudo (vienen) a costa del significado de la festividad en si misma”. La Pascua, ella escribió, “encarna cómo la ortodoxia estricta se ha convertido en algo más que el control social”.
El escritor, por supuesto, tiene derecho a criticar las reglas de la ortodoxia incluso en contra de los sentimientos de la mayoría de los judíos ortodoxos que viven una vida feliz y plena y se regocijan en la observancia. Pero en ese caso es la última persona de la cual se puede esperar un juicio objetivo sobre la comunidad ortodoxa.
Puede haber o no lugar a que mejoren los procedimientos de los Shomrim de Borough Park y su cooperación con las autoridades. Sin embargo, cualquier tipo de ajuste realizado en una organización exitosa y responsable, es un tema que interesa a las autoridades de manera privada, o a los líderes del grupo. No es un tema que merezca ser explotado por una publicación, por muy reputada que sea, y menos por un periodista cuyos puntos de vista sobre la comunidad ortodoxa, desde hace tiempo prueban distar mucho de la objetividad.

 

La tribuna Judía 52

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