La Voz Judía


La Voz Judía
“Y Les Contarás a Tus Hijos”

Apenas Hashem envió a Moshé a salvar al pueblo Judío, el pueblo creyó. Así está escrito (Shemot 4;31):
“El pueblo creyó, y ellos escucharon que Hashem se acordó de ellos y que El vió su aflicción, y ellos se hincaron (ante Hashem) y lo reverenciaron”.
Un año más tarde, según establece la Torá, después de ver el milagro de las Diez Plagas y los milagros del Iam Suf, “Israel vio la gran mano de Hashem castigando a Mitzraim… y ellos creyeron en Hashem y en Moshé, Su siervo”.
Obviamente, este segundo nivel de fé fue mucho más grande. ¿En qué era diferente?
El Alter de Novardok (en su libro Madreigas Ha’Adam) lo explica con una parábola basada en un incidente real que había sucedido en Varsovia.
Un falsificador le dijo a un hombre: “Si tú me das 30.000$ yo te voy a dar la suma de $100.000 en dinero falso. La plata falsa parece genuina, nadie podrá pezcarte. Compruébalo por ti mismo. Toma tres de estos billetes grandes, llévalos a un banco y pídeles que te los cambien por plata chica. Tú puedes decir que recibiste ese dinero de un cliente. Los cajeros de los bancos son expertos. Si ellos no se dan cuenta de que el dinero es falso, puedes estar seguro que nadie más podrá. Esta es tu oportunidad de ganarte $70.000 sin ninguna clase de problemas”.
El hombre llevó tres billetes al banco para pedir cambio. El cajero revisó el dinero, vió que parecía verdadero y se lo cambió. El hombre, entonces, retiró todos sus ahorros del banco e incluso pidió un préstamo adicional de dinero a fin de poder reunir los $30.000 para comprar el dinero falso.
Cuando volvió a lo del falsificador le dijo: “Yo quiero hacer una nueva prueba por las dudas de que tú hayas cambiado el dinero de ayer”. El falsificador estuvo de acuerdo y ellos fueron juntos al banco. El cajero revisó el dinero y lo aceptó sin ningún tipo de problemas. Cuando salieron del banco, el hombre le pagó al falsificador los $30.000 y recibió a cambio $100.000 de dinero falso.
Nunca se había sentido tan rico y él estaba feliz caminando por la calle cuando dos oficiales de policía lo pararon y le pidieron que les muestre qué llevaba en los bolsillos. Con renuencia sacó de su bolsillo la billetera que contenía los $100.000. Los policías inmediatamente exclamaron “¡Ese dinero es falso! ¡Tú estás contrabandeando dinero falso! ¡Estás arrestado!”.
Mientras los policías revisaban el dinero de la billetera, el hombre vió que tenía una chance de escapar. Corrió todo lo que le daban sus piernas. Y aunque el policía corrió tras suyo, el miedo era tan grande que le dio más fuerzas y pudo escapar. Estaba contento de haber podido huir pero decepcionado por haber perdido todos sus ahorros.
Después de algún tiempo, el verdadero secreto que se ocultaba tras su historia salió a la luz y fue publicado. Se supo que los policías no eran realmente policías; ellos estaban confabulados. El dinero no era falso. Era dinero real -$100.000 de dinero verdadero. Por ese motivo el banco lo había aceptado.
El “falsificador”, con buen criterio, supuso que cuando los “policías” acusaran a ese hombre de estar llevando dinero falso, él iba a escapar en lugar de declarar que era inocente. Y con todo ese engaño, el ladrón se las había ingeniado para recuperar sus propios $100.000 más una ganancia de $30.000.
Pero la pregunta es ¿por qué el hombre tuvo miedo cuando los policías lo acusaron de llevar dinero falso? Si ni siquiera los cajeros del banco se habían dado cuenta de que el dinero era falso, ¿cómo iban a poder discernir dos policías si el dinero era falso? El debió haberles dicho con confianza a los policías que ese era dinero verdadero. Aún cuando lo hubieran arrestado, y aún cuando se hubiera abierto un caso en la justicia, él podía haber probado que era inocente, puesto que el dinero parecía ser genuino.
¿Por qué, entonces, tenía tanto miedo? La respuesta es: aunque él creyera que el dinero parecía ser real, había una parte de él que no creía completamente en ello. Una parte de él no tenía una fe absoluta. Una parte de él estaba insegura.
Del mismo modo, el Alter de Novardok enseñó que: desde sus mismos comienzos el pueblo Judío creyó que Hashem había enviado a Moshé para salvarlos. Sin embargo, subsistía una tenue duda. Un año más tarde, luego de ser testigos de todos los milagros de las Plagas y de la Separación de las Aguas del Iam Suf, su fe era absoluta.
La noche de Pesaj debemos cumplir con la mitzvá de contarles a nuestros hijos la historia de Ietziat Mitzraim, la salida de Egipto. Es un momento ideal para enseñarlo y sembrar emuná en nuestros propios corazones y en el nuestros familiares. Aunque nuestra fe esté, Baruj Hashem, muy asentada en nuestros corazones, siempre hay lugar para mejorarla.
Al hablar de los milagros de la Salida de Egipto en la noche del Seder, podremos acceder a un nivel más elevado y profundo de emuná, que podremos llevar en nosotros para siempre.

 

La tribuna Judía 45

Redacción y Administración: Lavalle 2168 Of. 37 ( C.P. 1051) de 15.30 a 18.00 Hs.
Tel.: 4953-7132 / Telefax.: 4961-0954

Tribuna Judía
Una voz que ahonda en las raices judías

Aparece quincenalmente
Director: Prof. Pedro E. Berim
Diseño y Diagramación: Luminaria Design

Propietario
Unión de Israel en la argentina (U.D.I.)

Registro Nacional de la Propiedad Intelectual #187.257