La Voz Judía


La Voz Judía
El regalo no intencional de los ateístas
Por Rabino Avi Shafran

--Sin dudas, la fe en D”s no es comparable a los deportes o a la política. Es- o debería ser- más básica.
El estilo de la reciente ola de libros escritos por autores que proponen el Ateísmo (capitalizado correctamente como cualquier otra fe) dice mucho. Los escritores no se contentan con presentar sus ejemplos; ellos insisten en regañar a todos aquellos que osen disentir, considerando a los religiosos creyentes como intelectualmente defectuosos. Ellos parecen darse cuenta, al menos inconcientemente, que el mismo universo que incentiva su credo, en el que se veneran las “leyes naturales”, es el que lleva a otros a reconocer a un Creador.
Los no creyentes parecen haber empezado a darse cuenta del mensaje psicológico no intencional que producen su prédica y su furia. O quizás este proviene de todos sus aullidos. Sea como fuere, ellos –o una parte de ellos, al menos- han decidido reformar su onda evangelizante y transformarla en un estilo más amable y gentil que les permita llegar al público creyente.
Un grupo de organizaciones ateístas ha puesto anuncios en las estaciones de subte de Manhattan afirmando que “un millón de neoyorquinos son buenos sin D”s”, y agregando la pregunta “¿usted también lo es?”.
Quienes respondan negativamente a esa pregunta y afirmen tanto la existencia como la supremacía del Altísimo, pueden llegar a exasperarse por la campaña de anuncios. Pero hay algo esperanzador en cuanto a que la mayoría de las personas corren desde y hacia sus trabajos, y raramente puedan dejar de pensar en sus jefes o en las liquidaciones por cambios de estación por algo que haga referencia al Creador –o que los Ipods y reestrenos de programas televisivos que ocupan su mente deban ser interrumpidos, al menos momentáneamente, para considerar si la vida contiene o no un objetivo superior al simple propósito de seguir viviendo.
Y esto es porque la mayoría de las personas, aún aquellos dispuestos a aceptar que profesan la fe en D”s si alguien se los pregunta, por lo general no le dan tantas vueltas a las implicancias de dicha creencia. Sencillamente está en sus mentes como un archivo cerrado y sellado para la posteridad.
Cuando dejamos la infancia y pasamos a ser seres pensantes de verdad, cuando por primera vez confrontamos nuestra conciencia con lo propio y lo ajeno y con nuestro lugar en el universo, qué otra pregunta más acuciante puede haber que la de si somos meros organismos generados al azar (altamente desarrollados, pero todos iguales) o tema de Algo más amplio.
Se cuenta acerca de una persona que tenía dudas y que pidió una vez tener un encuentro con el fundador del sistema de ieshivot de Novardhok, Rabi Iosef YoizeL Horowitz (1849-1919), conocido como “Der Alter”–“el Viejo”- de Novardhok, y fue muy bien recibido en la casa del reverenciado rabino. Los dos comenzaron a discutir el sentido de la vida y los objetivos por los que se supone que luchan los seres humanos. Luego de algunas horas de profunda discusión, el librepensador le pidió con amabilidad a su anfitrión que lo disculpara un momento, se volvió hacia su sirviente y le ordenó que preparara su carruaje para el viaje de vuelta a su casa. El Alter cortó abruptamente la conversación.
Intrigado por la repentina interrupción de lo que parecía ser un productivo intercambio, el invitado le preguntó a su anfitrión si es que había hecho algo mal. El Alter, serenamente, le explicó que para él una conversación como la que habían estado teniendo, no era una mera disputa filosófica , ni un ejercicio intelecutal, y por cierto, tampoco un entretenimiento social. Era un modo de indagar en verdades profundas con el objetivo de trabajar sobre ellas. Y si el librepensador había considerado a esa conversación de la misma manera, le dijo el Alter, él debía haberse ceñido a la cuestión y sujeto a las implicancias de lo que habían estado discutiendo, no autorizándose a retirarse antes de llegar a las conclusiones necesarias y de tomar cualquiera de las decisiones personales que considerara indicadas.
Al decidir, en cambio, que “se había terminado el tiempo”, y que ya era hora de irse, le dijo el Alter a su invitado, él le había probado, en vivo y en directo, que toda la interacción había sido de naturaleza teórica, una mera discusión intelectual, un juego. Y para ese tipo de cosas, dijo en forma cortante el rabino, él simplemente no tenía tiempo. Había muchas cosas importantes que tenía que hacer.
Para muchos de nosotros, incluso entre quienes aparentemente llevan una vida religiosa, los pensamientos profundos referidos a D”s y nuestra relación con El- si es que alguna vez en verdad los pensamos- resultan a menudo superados por la resaca de la vida cotidiana. De hecho, una de las funciones más importantes de rezar dentro del Judaísmo, es la de sacudirnos nuestra cuota de preocupaciones cotidianas y focalizarnos en el Divino. Si lo logramos, nosotros tomamos una clara conciencia de nuestro lugar en el mundo, y esta nos acompaña cuando regresamos a lo mundano.
La campaña Ateísta está muy lejos de alguien que reza, eso es seguro. Y puede resultar difícil imaginar qua haya carteles dispersos en las estaciones de subte que promuevan los pensamientos referidos a D”s. Pero, en fin, uno nunca sabe. Una de las leyes de la naturaleza, al fin de cuentas, se refiere a las consecuencias no buscadas ni intencionales.

 

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