La Voz Judía


La Voz Judía
Seder en el palacio de Saddam
Reflexiones de un soldado ortodoxo en Irak

Han pasado tres meses desde que regresé a casa de Irak y mis pensamientos comenzaron a divagar mientras manejaba de Monsey a Albany para participar del primer fin de semana de entrenamientos desde mi reclutamiento. Muchos editores de diarios y revistas me han solicitado una entrevista o han pedido que escriba un artículo sobre mi vida en el ejército y mis experiencias en Irak. Entonces después de pensarlo un poco, decidí, durante aquel viaje, que me sentaría a escribir acerca de mi vida como judío en el ejército norteamericano.

Fui a una ieshivá hasta el décimo segundo grado y luego de dos años de universidad decidí unirme al ejército. Al finalizar mi entrenamiento como soldado de infantería me enviaron a Kentucky. Fue durante este período que tuve la gran oportunidad de conocer maravillosas familias en los alrededor de Nashville, Tennessee. Cada Shabat y Iom Tov los pasé allí y me trataron como a un verdadero hijo.

Pero resultaba una lucha lograr que mis superiores comprendan la importancia del Shabat y Iom Tov. No podían entender por qué prefería realizar algunas tareas los días domingos en lugar de los sábados y por qué tenía que obtener permiso para salir en mis feriados. Además las reglas del ejército dicen que está prohibido llevar la cabeza cubierta en espacios interiores entonces tuve dificultades con la kipá.

Hablé con los capellanes del ejército y pasé por muchos dolores de cabeza antes de que mis superiores se convencieron de que podía dejar mi cabeza cubierta por motivos religiosos. Cuando tuve la oportunidad para convertirme en oficial, volver a los estudios y quedarme en la Guardia Nacional, la aproveché sabiendo que sería mucho más fácil para mí en términos de mi lucha religiosa.

La Guardia Nacional del ejército está compuesta principalmente de ciudadanos que hacen un servicio parcial para su país, estado y comunidad (generalmente un fin de semana de cada mes y dos semanas durante el verano). Mi unidad fue movilizada a Irak en el 2004. Estuve más dispuesto que nunca a ayudar a mi país.

Por el tipo de trabajo que tuve que hacer no puedo dar detalles acerca de mis actividades en el ejército en Irak. Pero voy a concentrarme en los aspectos religiosos de mi servicio. Como mi unidad es de Nueva York y yo he sido miembro en ella durante unos años, la kashrut, Shabat y otras prácticas religiosas no resultaban extrañas a mis compañeros en la guardia. Ellos comprendían, por ejemplo, cuando decidía ir caminando a una instrucción durante los días sábado en lugar de tomar el micro.

La parte más difícil y los momentos de mayor soledad fueron los shabatot y Iom Tov. Resulta difícil explicar lo que se siente ser el único judío religioso entre miles y la única persona que usa kipá en toda la base. Es gracioso cómo uno se acostumbra a las cosas en los Estados Unidos. ¡Recuerdo que me decía a mí mismo que caminaría varios kilómetros si hubiera sinagoga alguna y que escucharía todo el discurso del rabino aunque durase una hora!
Por otro lado no estaba completamente solo. En el lugar donde estaba los soldados judíos se reunían todos los días viernes por la noche y para todos los días festivos (a veces hasta lográbamos tener un minián). No puedo describir lo increíble que fue hacer el seder de Pesaj junto a otros 40 soldados judíos en uno de los palacios de Saddam Hussein mientras él estaba bajo custodia. Todos sabíamos que si supiera lo que estaba sucediendo en uno de los lugares que solían ser su hogar, Saddam quedaría destruido.

También nos reunimos para Purim (fue fácil, todos ya teníamos puestos los disfraces) y hemos sacudido el lulav y el etrog en la suká para una sola persona que hemos construido. Incluso festejamos un bar mitzvá para uno de los soldados y recuerdo haber pensado, “¿Cuándo fue la última vez que se festejó un bar mitzvá en este país?”

Fue asombroso sentirse capaz de cumplir con tantas mitzvót estando tan lejos de casa y en una región donde las mitzvót no se han cumplido durante tantos años. Desafortunadamente, junto a los tiempos felices llegaron tiempos de tristeza. Uno de mis compañeros congregantes murió al estallar un dispositivo al lado de su vehículo. Después de su funeral militar, con los disparos aun resonando en mis oídos, me paré al lado de su tumba y dije amen al escuchar el Kadish. Pero ahora estoy en casa, baruj Hashem, y todo esto parece un recuerdo distante o incluso casi un sueño.

Algunas personas me miran con mi kipá de cuero y jeans y creen que podría hacer más por mi fe. Por ejemplo uno de mis rabinos de la escuela primaria me dijo hace poco que no me había pellizcado y pegado lo suficientemente fuerte al enseñarme por la manera en la que resulté ser.

Aunque es verdad que cada uno tiene que intentar constantemente crecer en cuanto a la Torá de Hashem, uno tampoco tiene que juzgar un libro por su tapa. ¿Cuántos judíos pueden decir que perdieron 13 kilos comiendo sólo atún y matzá durante un año para respetar la kashrut? ¿Cuántos judíos se han colocado tefilín todos los días, respetaron Shabat y Iom Tov y encendieron las velas de Januca en la oscuridad de Irak?

Ahora que estoy de regreso en la civilización dicen que es hora de que encuentre un trabajo y una mujer (aunque no están de acuerdo respecto al orden en el cual debería encontrarlos). Quiero agradecer a toda la gente que me ayudó a lo largo de mi servicio con sus pensamientos, plegarias y envíos de paquetes.

Para mencionar algunos: mi madre y toda mi familia; Veteranos de Guerra Judíos de los Estados Unidos; La Fundación del Soldado Judío; el Instituto Alef; la Prensa Judía por enviar diarios complementarios todas las semanas, las escuelas cuyos estudiantes me enviaron cartas tan alentadoras, las comunidad judías de todo el mundo; y por supuesto mis hermanos y hermanas judíos que aun están luchando. Mis plegarias están con ustedes.

 

Nro 388 Iyar 5766 - Mayo de 2006

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