La Voz Judía


La Voz Judía
ESE SEDANTE QUE ES EL SHABAT
Por Moshe Praguer

Hablo con un conocido experto médico de los Estados Unidos. - ¿Sabes cuál es el único remedio adecuado para el mundo actual, con sus nervios tan descontrolados? – me pregunta el investigador de medicina social. Pregunta y responde solo, al principio con un tono ligeramente avergonzado. Después entra en calor, filosofando consigo mismo, hasta que expresa sus asombrosas conclusiones:
Tras todas mis experiencias personales en la práctica médica, los estudios clínicos, estimo que alrededor de un 90 por ciento de las enfermedades modernas se originan en alteraciones nerviosas y excesos de tensión. Y si éste es el diagnóstico científico de la insoportable situación actual, se deduce claramente que el único remedio es lo que se llama tratamiento psíquico o, en términos más simples, «remedio para el alma”, y de éste hay sólo un paso a la fe, fuente segura y siempre fluyente de la vida espiritual, de estabilidad psíquica, de equilibrio espiritual, del balance entre sueños y realidad, temor y esperanza, pesares y fe, entre las permanentes cuesta arriba y cuesta abajo humanas de triunfos y derrotas, y nuevos triunfos. Esta es, precisamente, la fuerza principal de la fe - ¡la seguridad y confianza del hombre en la victoria final!
Así habló él, el especialista médico.
Él, el conocido médico neoyorquino, Dr. Emanuel, se mantuvo, al principio, silencioso y asombrado. Estaba sentado sosegadamente a la mesa sabática en Bené Berak y todo a su alrededor se dibujó en sus ojos como una fantasía muy lejana. La copa con el vino del kidush (“santificación del vino”) parecía extraerle mágicas melodías largamente adormecidas de un mundo de pura espiritualidad. ¿Qué sucede aquí? ¿Es esa solo una auténtica casa judía sabática? ¿O quizá se trataba de un juego extraído de los “Relatos populares jasídicos” de I. L. Peretz? Las miradas del médico brillaban, humedecidas. Sí, los versos de “La cadena áurea” (Título de una famosa obra del escritor idish I. L. Peretz.) resuenan tan poderosamente y, a la vez, tan pesarosa y conmovedoramente, tan triunfales y conmocionantes: “Y así avanzamos, bailando y cantando, nosotros, los judíos sabáticos, festivos y jubilosos”...
- ¡Qué raro! – dice sonriendo y un tanto perplejo nuestro médico e investigador – De mi propia infancia no puedo extraer ni una pizca de sentimientos ni recuerdos religiosos. Nací y me crié en un hogar laico. Sin embargo, los sentimientos llegan provenientes de otras fuentes. Mejor dicho, no son sentimientos sino estados de ánimo, conocimientos, anhelos. La investigación médica los revela y la práctica médica los estimula. Y es posible que para que alguien que ha sido criado tan lejos de todo eso, dicha revelación se presente tan aguda y destacada.
- He aquí un pequeño ejemplo. – dice - ¿Acaso los judíos religiosos se dan cuenta de qué significa decir la bendición antes dela comida desde un punto de vista estrictamente médico? Esto significa que también a la comida debe uno acercarse con un hálito de espiritualidad y ésta es muy a menudo la fuente no sólo de la cura del alma sino también del cuerpo.
- ¡Y qué raro! – prosigue el médico, inmerso en sus pensamientos – Mis pacientes sufren mucho del estómago, abscesos, úlceras, dolores y tantas otras calamidades. Profundicé mi observación de este fenómeno y arribé a la conclusión de que en gran medida dichos males provienen del echarse a comer con avidez, salvaje y nerviosamente. El estómago, sin embargo, no quiere entender razones. Trabaja según sus propias reglas. Y cuando el hombre come impetuosamente y nerviosamente, el estómago le paga con la misma moneda. Se producen, entonces, convulsiones, exasperaciones, dolores y hasta úlceras mayores. Cuando uno se abalanza sobre la comida como un glotón le produce un desastre al estómago. Por eso les enseño a mis pacientes: Cálmese un poco antes de comer; prepárense adecuadamente y libérese de la tensión psíquica... Pero el judío religioso, que se comporta de acuerdo con el Shulján Aruj (Libro que contiene todos los preceptos religiosos judíos), se lava las manos y dice la bendición correspondiente de Seú iedejem, pronunciando luego la bendición sobre el pan, Hamotzí Léjem min haáretz, se apresta a comer como D-os manda. Este descubrimiento lo hice durante mi práctica médica.
- ¿Y saben, acaso, los judíos religiosos qué significa desde el punto de vista estrictamente médica, el principio de la observancia de la kashrut? Esto implica, para el médico, la racionalización de la comida y de las necesidades generales del cuerpo humano. La kashrut le enseña al hombre a ser selectivo y contenerse, a ser capaz de dominarse y renunciar a algo de buen grado, y a ejercer un autocontrol permanente. Por eso es tan valioso desde el punto de vista psíquico y social.
- Es por demás raro. – filosofaba bonachonamente nuestro médico – El mundo está atenaceado actualmente por dos preocupaciones opuestas: en una parte impera el hambre y en la otra, la hipersaturación. El remedio para el hambre no se encuentra, por el momento, al alcance de la medicina. Quizá en un tiempo lejano, o en futuro próximo. Por ahora la medicina actual debe resolver el problema de la sobrealimentación. En los países satisfechos la gente se vuelca cada vez más hacia la gula, como si los empujara a ella una especie de instinto autodestructor. Pero el auténtico judío religioso que se civiliza al comer gracias a los preceptos de la kashrut o pureza ritual de la comida, y mantiene sobre sí un cierto control, no se halla expuesto a todas las calamidades de la so-brealimentación. También esto me fue enseñado por mis experiencias médicas.


VIBRACIÓN DEL SHABAT

- Y algo más, aun. – dijo el médico fijando su mirada en el tenue temblor de las velas sabáticas que ardían sobre la mesa – También la observancia del shabat, especialmente en el estilo tradicional severo, es una bendición y un bálsamo para la salud. Qué raro es el hecho de que los judíos “modernos” el concepto de la santidad del sábado les parezca más un yugo pesado que un concepto de felicidad. Nosotros, los judíos “modernos” y vacíos de contenido hemos olvidado, sin embargo, que el shabat ha significado desde siempre no solo una pausa para respirar y un alejamiento del ritmo semanal de trabajo sino, además, un cambio profundo de todo tipo de vida de los días laborales y del diario trajinar. El poder del shabat no radica en su pasividad, en la distensión y la liberación del yugo. No, la verdadera fuerza del shabat es el producto de su peculiaridad, de la actividad espiritual, que no física, que se despliega en él, de la renovación y elevamiento sobre lo cotidiano. Simboliza el sábado, pues, la auto liberación de todas las preocupaciones y cargas materiales. Por eso el shabat rejuvenece y refresca a todos sus fieles observantes. Y cuando el resto de la semana es vacío y depresivo como un desierto, el shabat resulta ser un oasis de fuentes refrescantes. Y esta lección también es el resultado de reflexiones sociales y médicas...

 

Nro 356 Tishri del 5765 / Octubre de 2004

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