Tal como adelantamos en este sitio, el fiscal Alberto Nisman pergeñó su último informe copiado uno redactado por uno de los expertos del sector ultraderechista de la CIA, dirigido por el chicano Roger Noriega, protector del terrorista cubano-norteamericano Luis Posadas Carriles, el mismo que hizo explotar en el aire un jet de ka Cubana de Aviación. Y tal como también adelantamos aquí, Nisman no puede hacer otra cosa que buscar desesperadamente que los ayatolás le prohíban la entrada a Irán, dónde, de acuerdo al memorando de entendimiento argentino-iraní, debe fundamentar sus acusaciones contra altos funcionarios y ex funcionarios del gobierno ante una comisión de cinco juristas notables e independientes de diferentes nacionalidades. No sé si va inmolarse a lo bonzo, pero Nisman está dispuesto a casi todo con tal de no llegar a ese momento fatal en el que quedará blanco sobre negro que no tiene en sus manos ni un mísero 4 de copas, tal como sucedió hace nueve años, cuando logró que quien había sido embajador de Irán cuando en 1994 se consumó la voladura de la AMIA, Hadi Soleimanpour, fuera detenido en Londres. Entonces, una Corte británica liberó al diplomático pidiéndole disculpas (Soleimanpour consiguió cobrar una importante indemnización del Reino Unido) a la vez que obligó a la República Argentina a pagar las costas. Hace unos días, Nisman, que previamente había viajado varias veces a los Estados Unidos, se despacho con un nuevo mamotreto de 500 páginas, una versión sin gracia del Best-Seller de Fontanarrosa y del Superagente 86 de Mel Brooks, que nada agrega a la absoluta falta de sustancia de sus acusaciones anteriores. Como el Gobierno iraní dijo que no hace el menor caso de esas majaderías y recordó que su supuesto autor, Nisman, es un claro agente sionista (además de un plagiario serial de los papers del FBI y la CIA), el inefable fiscal se victimizó. Y tras autoelogiarse profusamente, plenamente consciente del enojo de Cristina con su rastrero proceder y del brete en que se encuentra, Nisman dijo que si el obstáculo es él, está dispuesto a renunciar… a condición de que los acusados vengan a declarar acá. Algo que nunca sucederá, de la misma manera que Antonio Cafiero no iría a declarar a Teherán sobre su presunta participación el reciente asesinato de una serie de científicos nucleares por el solo motivo de que a algún fiscal se le ocurriera acusarlo sin mostrar, no ya pruebas incontrovertibles, sino simplemente indicios factibles. Al correr en su auxilio, la DAIA demostró cabalmente hasta qué punto Nisman es un pelele.Su comunicado confunde intencionadamente el culo con las témporas al sostener que es “intolerable que se estigmatice a un funcionario judicial argentino por su credo”, cuando el sionismo no es un credo religioso sino una corriente política agnóstica entre cuyos fundadores fueron clara mayoría los ateos. Pasa que nadie destaca estos papelones a repetición porque Clarín y La Nación son encubridores de los asesinos (argentinos, uniformados y expertos en explosivos) desde aquel aciago mes de julio de 1994… y los medios afines al gobierno, como Tiempo Argentino (de Sergio Szpolski, ex tesorero de la AMIA) y Página/12, también, por su pleitesía a Israel.
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