En su edición del pasado lunes 3 de noviembre el prestigioso matutino "La Nación" publico en su página 3 sin comentario propio una nota de las Agencias Internacionales de noticias ANSA y EFE, la que por varios y obvios motivos debe inquietarnos a todos, israelíes y judíos de la diáspora, por igual:
Se trata de una encuesta encargada por la Unión Europea (UE) a las conocidas Agencias Encuestadoras Gallup Europa y Taylor Nelson, aparentemente se requería establecer entre los 15 países de la UE la opinión acerca de que país del mundo es considerado como el mayor peligro para la paz universal. Todavía no conocemos en detalle los guarismo de esa encuesta, pero también si ese dato ya se sabe el resultado más importante de lo que los encuestadores averiguaron: Israel.
Quizás los lectores ya se habrán percatado de lo que sigue: Resulta que nada menos que el 59 por ciento de los europeos comunitarios estima que Israel representa el mayor riesgo para la paz del mundo, girando en esa evaluación antes que los "estados bandidos" como Corea del Norte, Irán e Irak.
Así que a esto hemos llegado. No sabemos tampoco hasta ahora en que rango de los países peligrosos para la paz del mundo están situados los países árabes que sin empacho alguno apoyan financieramente y con armas al terrorismo anti-israelí. Pero debemos esperar que ese "detalle" no se considerará como importante. Tampoco es de esperar que la encuesta evidenciará el pésimo y triste papel que la misma UE juega en el conflicto del Cercano Oriente, al financiar en buena medida y prácticamente sin mayor control a la Autonomía Palestina (AP). Pese a que a nadie le es desconocido que gran parte de esas ayudas o se pierden en la gigantesca corrupción de los seguidores del Sr. Arafat o van directamente al terrorismo anti-israelí.
Pero lo que subleva respecto de esa encuesta son otros factores: por un lado en esa Europa que o participo activamente o miro al otro lado cuando se masacraron a millones de judíos parece mayormente no haber absorbida el fatal virus racista y antisemita. Por el otro lado hay que reconocer que las mismas dirigencias israelíes y judías diaspóricas pecaron desde hace muchos años de gruesas fallas en la lucha con los árabes y respecto de presentar una imagen realista de Israel y de sus luchas.
En esta columna -y seguramente no solo en la misma- hemos reclamado muchas veces una política judía más explicativa y más comprensible para "los demás", que son la abrumadora mayoría de la humanidad. De modo que si bien nos subleva tanta barbaridad como es esa encuesta en realidad no nos sorprende. Y si bien seguramente detrás de ese evento hay una cierta proporción de antisemitismo, se equivoca otra vez un ministro israelí al afirmar, que "detrás de esa encuesta está puro antisemitismo". Quien dijo esto es el ministro de asuntos de la diáspora judía, Nathan Sharansky. Ver el tema de esta manera es cultivar un facilismo, que ya muchas veces causo daños a la imagen israelí y judía en general. Demasiado tiempo tanto Israel como el judaísmo diaspórico asentaron su política en la mala conciencia del mundo frente al Holocausto nazi de la Segunda Guerra Mundial, obviando a la vez los nuevos desafíos. Aquí hemos sostenido muchas veces que el exceso en el tema holocausto y la satisfacción que manifestamos ante cualquier señal de condena a esos hechos irreversibles no sirven sino como hoja de parra frente a los grandes falencias de actualidad. Los continuos lamentos de muchos dirigentes internacionales acerca del Holocausto en realidad "no cuentan nada" y -como se ve ahora- no impiden ataques arteros frente a los problemas del presente.
Y hay que ver también que Israel ha sido en los últimos años falto de innovativa respecto de su accionar frente al terrorismo palestino. A falta de un esquema global para esa batalla se confió en un modelo de política de fuerza, enviando tras cada ataque tanques y aviones así como piquetes para destruir casas de familiares de terroristas. Sin percatarse de que esa metodología no dio resultado alguno para los fines perseguidos. En cambio -como demuestra esta fatídica encuesta- la espectacularidad de las represalias israelíes causó la impresión frente al mundo de un accionar de desmedidas revanchas en desmedro del prestigio que una lucha legítima calibrada adecuadamente debería producir. Y tenemos el movimiento Shalom Ajshav (Paz Ahora) bien entendido como intención pero dañino en sus efectos, ya que presenta a la sociedad israelí como dividida entre amigos y enemigos de la paz, lo que no concuerda con la realidad, ya que -excepto algún grupo minúsculo- seguramente no hay nadie en Israel y en el mundo judío de la diáspora que no desea la paz. Y esta el fatídico tema de la construcción del cerco en torno al territorio israelí, donde hasta ahora el gobierno de Ariel Sharon insiste una y otra vez en que se trata de una necesidad vital para la seguridad del país judío, pero no explica que no significa cerrar herméticamente el paso entre las dos partes en conflicto sino que la frontera, a través de puestos fronterizos, quedara abierta para el paso de personas y mercancías con fines pacíficos.
Las protestas israelís frente a la afrenta de la encuesta son naturalmente legítimas, pero no cambiaran un ambiente hostil como el que expresa dicho documento. Con todo hay margen para enfrentar la situación: así en la misma UE parece no haber caído bien dicho evento. Así el presidente de turno de la UE, el Primer Ministro italiano Silvio Berlusconi, llamo entre tanto a su colega israelí, Ariel Sharon, para expresarle el pesar de la UE por este asunto. Según Berlusconi "la encuesta no representa la opinión de la mayoría de los ciudadanos de la comunidad". Puede ser que el Premier italiano no este tan equivocado. Ya que encuestas de estos tipos son relativamente fáciles de manipular, aún sin falsificarlas, mediante la formulación de la o las preguntas. Pero sea como fuere el daño está hecho. Y si Israel entiende ese hecho como una advertencia, algo se habrá ganado si se sacan las conclusiones adecuadas cambiando de una buena vez la metodología de la lucha del pueblo judío, legitimándola así frente a este mundo en el que vivimos -nos guste o no- y al que nos debemos amoldar de algún modo.
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