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Periódico Judío Independiente
Manos sucias: la corrupción
Por Susana Grimberg. Psicoanalista y escritora
"Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo".
Abraham Lincoln

Poco de sabe de qué hablamos cuando hablamos de corrupción, porque cuando la misma se instala en la sociedad, se integra como algo natural a la vida cotidiana. Sin embargo, ¿sabemos qué es realmente?, ¿cuánto de corrupto tiene una persona cuando, a las escondidas, desliza dinero para lograr un mejor lugar en un espectáculo o, se queda con un vuelto porque el otro es más rico?
Es interesante, cómo la gente considera que la desnutrición, la pobreza, la mortalidad infantil o la muerte de mujeres por causa de abortos sépticos, violaciones y otros horrores que salpican nuestras vidas cotidianas, todo esto es más serio que lo que tiene que ver con la corrupción. Sin embargo, muchas veces, la corrupción es la culpable de muchos de estos hechos.

Fácilmente escondida, la corrupción infecta la vida de la sociedad. La aplaudida viveza criolla, la “apiolada”, dan cuenta de lo sobrevalorado que está saber apropìarse de un bien de otro, sin que nadie se de cuenta.

La Argentina, lejos de estar entre los países más honestos como Dinamarca, Suecia y Nueva Zelanda entre otros, aparece en las estadísticas entre los más corruptos, incluso dentro de los 177 países estudiados.

Es difícil precisar las causas de la corrupción. Una de las teorías, la menos convincente en mi opinión, es la que asocia la degradación moral, y por ende la corrupción, con la pobreza, idea que siempre ha sido parte de la autoimagen de los grupos más acomodados. Sin embargo, en realidad, la corrupción está fuertemente enraizada en factores culturales que comparten ricos y pobres.

Para muchas personas, si alguien trae cosas de contrabando, o realiza prácticas para obtener aprobaciones de forma ilegal y cobra por eso, en ambos casos se considera que está haciendo un negocio cuando en realidad es un delito. En el lenguaje mismo, está internalizada la corrupción.

“Todo hombre tiene su precio, lo que hace falta es saber cual es”. Como dijo el político francés Joseph Fouché, (1758-1820).
La corrupción, es un mal ocasionado por psicópatas. Muchas veces, de tal gravedad que, desalentada la sociedad, tiende a resignarse. El “roban pero hacen”, es un mal que afecta a la sociedad argentina desde hace mucho tiempo.

El corrupto, busca, siempre, obtener un beneficio personal, generalmente económico, con la complicidad de otro, tan corrupto como él. Sin embargo, ¿qué persigue el corrupto? Tener poder.

La búsqueda de tener poder es esencial porque hace que el corrupto se sienta más fuerte que lo que en realidad es. Esta vivencia, seguramente tuvo su origen en la primera infancia en la que, al desear algo y no poder obtenerlo, busca como refugio, una fantasía omnipotente y, con ella, poder realizar cualquier deseo. En los cuentos y las historietas, siempre el niño o el adolescente, es superpoderoso.

Muchas veces, a raíz de las experiencias traumáticas, que el niño tuvo con su padre, la madre o cualquier sustituto, sentimientos de inferioridad, se apropian de él. En la adultez, intentará lograr poder, a toda costa. Esta búsqueda, siempre es destructiva y, lo es más, cuando se usa para satisfacer las propias necesidades, sin tener en cuenta las de los demás.

El narcisismo del corrupto es exitoso cuando la sociedad es permisiva, como la nuestra, y lo deja impune. Por otra parte, el psicópata, que carece de sentimientos de culpa, se siente invulnerable. Los padres, el maestro, los gobernantes, nunca deben ser complacientes con las normas. Si un hijo observa que sus padres, maestros, amigos, son corruptos, él, por identificación, también lo va a ser.

Al deseo de poder, lo vemos a diario, es una sensación de ser mucho más fuerte que el otro al que, según mi opinión, en última instancia, rechaza.

Es cierto que el poder puede ser puesto en función del bienestar de la sociedad pero, en general, lo es en función de satisfacer el propio Ego, lo que se observa en los líderes que azuzan el fanatismo.

La patología del corrupto, pone en juego la envidia, los celos y un narcisismo ilimitado, que se vuelve patológico cuando se abandonan las normas éticas.

¿Es posible la prevención?

La prevención de esta patología, empieza desde el niño, fortaleciendo la autoestima y los valores morales. Si un niño observa a sus padres, sus maestros o sus dirigentes, ser complacientes con la transgresión de las normas, donde hacerle daño al otro no tiene importancia, ahí se estarán sembrando las semillas de la futura psicopatía y el futuro del corrupto.

Todas las sociedades pueden constituiré como tales, a partir de la ley, separando lo que está prohibido de lo que está permitido. En verdad, se trata de algo previo al código escrito, que incluso regía a las sociedades aún cuando no habían desarrollado la escritura.
La ley, entendida como lo que diferencia entre lo que se puede (y se debe) de lo que no se puede, es el gran organizador de la vida social. Los Diez mandamientos, reglan y regulan la vida de los hombres para que la vida misma sea posible. El amaos los unos a los otros fue dado vuelta por el nazismo y transformado en odiaos los unos a los otros. El aprovechaos los unos de los otros, bien podría er el paradigma de la corrupción.

El cachorrito humano, que es el más indefenso de la escala animal, crece amando a los padres porque son los únicos que además de satisfacer las necesidades de comida y de amor, son los que pueden poner un límite a cualquier capricho, son los que pueden y deben decir No.

La corrupción, ha tenido y tiene un lugar marginal en muchas sociedades. Existe, pero hay mecanismos sociales que la interdictan, manteniéndola a raya. El problema es cuando alcanza una envergadura tal que puede poner en jaque el funcionamiento de la sociedad, sobre todo, cuando penetró en instituciones fundamentales como el Estado, haciendo casi imposible una administración justa y eficiente de lo público.
El cine ha dado cuenta de esto. La inolvidable película “Todos los hombres del presidente” (1976), relata la historia de cómo un par de jóvenes periodistas del ‘Washington Post’, descubren un caso de corrupción que hace caer al presidente de Estados Unidos. Dustin Hoffman y Robert Redford, tornan inolvidable esta película que debería ser una enseñanza para muchos, sobre todo por los acontecimientos que se están viviendo en nuestro país.

Quiero concluir con esta frase de Éxodo:

Está escrito: "Y no aceptarás soborno" (Exodo 23-8).

No se refiere solamente al soborno material; también se puede sobornar con bellas palabras. (Ketubot 105)

Número 606
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