“…Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor
Ignorante sabio o chorro
generoso o estafador...”
(Fragmento de “Cambalache” ( 1934)
Desde hace unos años venimos asistiendo a un despliegue de sucesos desafortunados y escandalosos generados por un gobierno que en su casi totalidad no han sido debidamente explicados, aclarados ni sujetos a ningún tipo de sanción o castigo. El caso de la AMIA, la muerte dudosa del fiscal Nisman, el acuerdo polémico con Irán, las numerosas causas que involucran a los principales funcionarios políticos siendo acusados de malversación y enriquecimiento ilícito. Se podrían escribir varios libros con los detalles de estas y otras causas vergonzosas que han salpicado a la política y por efecto rebote, a la sociedad argentina, pero que lamentablemente no se han esclarecido ni castigado a los culpables. Este fenómeno de denunciar hechos delictivos con pruebas solidas y fundamentadas y la ausencia de una sanción, ha estado generando diversos efectos negativos.
¿Cuáles son los efectos psico-sociales en la sociedad al estar percibiendo hechos de corrupción por parte de sus políticos sin que estos sean debidamente sancionados?
Cuando una sociedad se ve bombardeada por hechos turbios y poco éticos por parte de los políticos que ocupan cargos de liderazgo, y no se producen los castigos adecuados por parte de la justicia, se generan diversos problemas tales como:
- Anestesiamiento global: La sociedad comienza a naturalizar la violencia, agresividad y corrupción de sus principales representantes políticos como si esto fuese algo normal y cotidiano. Esto genera una combinación explosiva de impotencia, rencor y frustración que es difícil de aceptar, albergar y procesar, por ende, una proporción inmensa de la sociedad prefiere distraerse de ello. Cabe resaltar que la enorme cantidad de atención y energía que en este país destinamos a los programas de “chimentos” o al “Bailando por un sueño”, actúa como una anestesia local que nos mantiene entretenidos, poco reflexivos y propensos a exigir justicia de manera firme y eficiente. El coctel de falta de castigo por parte de la justicia + la distracción mediática sin sentido, produce un efecto que adormece y genera ciudadanos pasivos, frustrados y achanchados. Es decir, un target ideal para políticos inescrupulosos y autoritarios.
- Aumento de los “Relatos salvajes”: Cuando la sociedad percibe que las faltas y transgresiones por parte de sus políticos no son castigadas, aumentan los niveles de agresividad y conflictos en la vía urbana. Por otra parte, si los representantes políticos elegidos no tienen pudor ni recato en guardar sus impulsos a la hora de agredir y descalificar a otros que no piensan igual, ¿Por qué debería la ciudadanía comportarse de manera solidaria y equilibrada? Cuando observamos que no hay castigo para conductas inadecuadas e inapropiadas por parte de nuestros representantes, podemos sentir rabia que al no ser canalizada adecuadamente, puede generar una falta de control de nuestros impulsos. Ello puede degenerar en una necesidad de descargar nuestra bronca de cualquier manera: altercados en la calle, discusiones con un cajero, gritos e insultos contra personal de atención a público, etc. Cualquier blanco puede ser “atrayente” para descargar nuestro enojo contenido y acumulado, lo cual produce un desequilibrio social y consecuencias altamente negativas en la convivencia social.
- Aumento de la mediocridad ciudadana: Existe en la actualidad y por momentos, ciertos niveles de apatía que resultan escalofriantes y tristes. Alumnos de secundarios que no se inmutan ante la posibilidad de repetir de año, padres que aceptan que sus hijos vivan más conectados a un artefacto tecnológico que con ellos mismos o personas que cruzan la calle sin mirar los semáforos ni preocuparse por sus vidas. La falta de respeto y castigo cuando infligimos la ley o bien cuando mantenemos una conducta apática, nos vuelve personas mediocres a quienes les da lo mismo cualquier cosa que suceda. Lamentablemente, estos últimos años, ha aumentado considerablemente el nivel de mediocridad ciudadana, lo cual se traduce de múltiples maneras: calles plagadas de deposiciones de perros sin ser recogidas por sus dueños, falta de cuidado, respeto y limpieza en la vía urbana. En el trasfondo hay una clara crisis de valores.
Frente a este cuadro preocupante que erosiona gradual e inexorablemente los cimientos de nuestra sociedad, incitándonos a dormirnos y dejarnos engullir por la “matrix socio-política”… ¿Qué podemos hacer para despertarnos, movilizar nuestra energía y descargar adecuadamente nuestros impulsos?
- Practiquemos actividad física en la naturaleza: Caminar, andar en bicicleta o correr en medio de un bello paisaje natural puede ayudarnos a descargar tensiones y frustraciones acumuladas, renovar nuestra energía y activar nuestra vitalidad. ¿Qué clase de actividad física en contacto con la naturaleza practicás afín de descargar tu enojo y tensiones?
- Cultivemos el hábito de la lectura: El hermoso hábito de leer un libro, sea en papel o a través de un dispositivo tecnológico, puede contribuir enormemente a despejarnos, aumentar nuestra capacidad cognitiva y despertar caudales de imaginación e interés. Un libro es una oportunidad de salir del tumulto diario y explorar un nuevo territorio, lo cual contribuye a “afilar” nuestro intelecto, el “músculo mental” que nos permite aprender y crecer en todos los aspectos.
- Exploremos un hobbie artístico: El arte nos refina, sensibiliza y conecta con nuestro niño interior. Teatro, pintura, canto, danza, entre otros, pueden conectarnos con el juego, la expresión y la energía vital pura del placer. ¿Qué hobbie artístico practicás para soltar tu carga diaria?
- Destinemos un espacio para el dar: El dar genera una energía luminosa que nos refina y transforma nuestra forma de posicionarnos en la vida. Por lógica psico-espiritual, si hay más espacio para el dar, habrá menos lugar para el resentimiento y enojo. ¿Qué espacio destinás en tu vida para dar desinteresa y sostenidamente?
- Conectemos con una fuente superior de energía: Estudiar Torá, rezar, meditar, practicar yoga u otras formas alternativas espirituales, son de inmenso valor para conectarnos con un poder superior, renovar nuestra energía y equilibrarnos de manera completa. El trabajar nuestra inteligencia emocional a través de una psicoterapia es una vía excelente para procesar nuestra carga y encauzarla hacia un fin que nos ayude a crecer y despertar, en vez de permanecer pasivos y encerrados en nuestra mente.
Estas son algunas sugerencias concretas para sacudir nuestra “modorra” y despertarnos de una energía envolvente que parece diseminarse por toda la sociedad y amenaza con anestesiarnos y dejarnos indiferentes ante la corrupción, mediocridad y falta de valores.
(x) Psicólogo y autor del reciente libro “El equilibrio Perfecto: Entre tu vida personal y profesional” (Urano) – www.pablonachtigall.com
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