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Periódico Judío Independiente
Pesaj : La fiesta Iinterior
Por Rab. Mordejai Maarabi, Israel
Pesaj. Nombre que ya conjuga lo familiar. Sólo con pronunciarlo, vuelven imágenes concretas, que evocan entre los más jóvenes y los más entrados en años, idénticas sensaciones, emociones únicas que regresan en el pasaje del calendario anual y espiritual.
Ser libre es también evocar lo pasado. Potenciando en ese recuerdo, la fuerza que nos ha llevado a unirnos a la libertad para no separarnos nunca más de ella. Porque ser libre es poder asirme a Lo Eterno. Es lograr pronunciar con palabras ‘prestadas’, sentimientos auténticos. Es plasmar entre el recuerdo y la acción del presente, miles y miles de fragmentos robados a la memoria por la dura y cruel esclavitud, trayéndolos a mi mesa. A ese altar que se erige en la ocasión de Pesaj, para hacer de mi hogar una fiesta, y de las personas que viven en ella, una ofrenda total a nuestro Creador, que una vez más, incansablemente, nos invita a ser libres y transportarnos desde un pasado remoto a un futuro cierto, tangible, que abre las puertas de un Seder, sinónimo del presente continuo de la existencia judía.
Pesaj es tal vez eso y mucho más. Vivir, vivenciar, llenar las horas y los días de la libertad con experiencias que marquen, desde un punto de partida, el saber de ‘dónde vengo’. Pues sólo a partir de ello, podré aclararme hacia ‘dónde voy’. En medio de ese viaje, saber siempre que me debo sólo a Uno. Aquel que por Su palabra todo fue. Y en ese ser del todo, ingresa mi diminuta dimensión humana que se engrandece cuando paso por Pesaj y Lo reconozco…

Donde comienza la libertad
דַּבְּרוּ אֶל-כָּל-עֲדַת יִשְׂרָאֵל לֵאמֹר בֶּעָשֹׂר לַחֹדֶשׁ הַזֶּה וְיִקְחוּ לָהֶם אִישׁ שֶׂה לְבֵית-אָבֹת שֶׂה לַבָּיִת...
“Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: En el día diez de este mes, habrán de tomar cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia…” (Libro de Shemot, XII:3).
Cuando intentemos hallar la primera mitzvá que fuimos ordenados como pueblo de Israel en la historia, deberemos repasar una y otra vez este capítulo y versículo significativo del jumash de Shemot.
Aquí tomamos conciencia del carácter de la fiesta de una independencia del pueblo judío. Hace ya más de 3300 años que celebramos la fiesta de Pesaj el mismo día, a la misma hora y casi de la misma manera. En los tiempos del Sagrado Santuario de Jerusalém –nuestra Casa- a través del ‘Korbán HaPesaj’, y en los tiempos que, a causa de nuestras transgresiones permanece destruido, sin tal sacrificio.
Pero lo que siempre ha permanecido en el centro de la celebración es la familia –‘Bait’-. El Korban Pesaj se ha diferenciado de todos los otros sacrificios públicos, ya que lo habremos de comer en nuestro ‘Santuario Particular’, eterno: en nuestras casas.
El Hogar es el Bet HaMikdash que jamás ha sido destruido y que gracias a su existencia sobrevivimos, siempre…
La reconstrucción del diezmado pueblo hebreo, los hijos de Abraham, Itzjak e Iaacob, habrá de pasar por lo nuclear. Por lo que fue y deberá ser en su derrotero: “Ish ubeitó báu” nos dejaba el sello del arribo de Iaacob a Egipto el inicio de nuestro libro. ‘Cada cual con su casa había llegado’. Tal fue la fortaleza de los comienzos. El ‘Beit Iaacob’. Esa casa que tendrá por pilares a las mujeres y por sostenes a los hombres. Esas casas que dejarán su impronta en las jóvenes vidas que asomarán en cada generación y darán sentido a cada enseñanza, a cada aprendizaje.
Mitzráim y sus faraones lo sabían bien. “Hine ‘am bené Israel rab ve-atzúm mimenu”. ‘He aquí que el pueblo de los hijos de Israel es más numeroso y más fuerte que nosotros’. ¿Fantasías? ¿Imaginación?
No lo creo. Sabía bien el faraón de turno que enfrentaba una coyuntura sin igual. Podía ser desmemoriado, pero jamás un tonto. Pudo olvidar a Iosef, benefactor del país por ocho décadas (¡!), pero no puede dejar de ser sensible a la realidad: este ‘pueblo’ es diferente a nosotros. Ellos han sido y continúan siendo una fuerza singular en este país. Aún en su exilio. Son más fuertes y más numerosos. ¿Y por qué? Porque son familia. Porque el valor del hogar, de padres e hijos, de la educación y los valores no han claudicado. Allí es donde faraón decide actuar. Romper ese círculo mágico. Sucesión de herencias vivientes, nacidas en Abraham, Itzjak e Iaacob. Entonces llegarán los decretos. Y la separación. Y la destrucción de la célula basal. Hasta la muerte misma de los niños, recurso primero y último de un hogar que anhela sobrevivir.
Llegar a la Gueulá- a ese regalo Celestial donde la libertad se viste de milagros y maravillas- presupone volver a construir los ‘puentes’. Es retornar a ‘casa’. Es lograr que el judío sienta que su marco referencial y de pertenencia se mantiene intacto.
Será en Egipto mismo, la cuna del desamparo y la sombra de la muerte, donde los bené Israel vuelvan a conjugar el ser padres e hijos: en derredor de una mesa, vuelve a gestarse la familia. Sólo cuando se es familia –‘Bait’-, el camino hacia la libertad parece allanarse…

Una señal más que insinuadora
וְלָקְחוּ מִן-הַדָּם וְנָתְנוּ עַל-שְׁתֵּי הַמְּזוּזֹת וְעַל-הַמַּשְׁקוֹף עַל הַבָּתִּים אֲשֶׁר-יֹאכְלוּ אֹתוֹ בָּהֶם... וְהָיָה הַדָּם לָכֶם לְאֹת עַל הַבָּתִּים...
“Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer… Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis…”
El autor del ‘Netivot Shalom’, sorprende una vez más en su aguda percepción de estos versículos. El rabino de Slonim se pregunta el por qué, en el último de los castigos ejemplares –“macot” מכות en hebreo- que fue la muerte de los primogénitos, fue necesaria una ‘señal’ para distinguir entre los hebreos y los egipcios, mientras que en todas las anteriores fue el Kadosh Baruj Hú quien estableció dicha distinción.
Su segundo cuestionamiento pasa por la señal a hacer en las casas, para saber quién era judío. De hecho, este último juicio punitivo lo haría el Santo Bendito Sea en ‘persona’ – “Aní ve-ló malaj, Aní ve-lo saraf…”- y delante del Creador está claro quién es quién, y las señales por tanto, parecen ser innecesarias.
La respuesta pasa por comprender, enseña el sabio, que la Salida de Egipto abarca dos aspectos: el hecho en sí de la Gueulá –la liberación de la esclavitud- y la elección por parte del Creador de Israel como Su Pueblo y Su Heredad. Y en ‘Macat bejorot’ se presentan ambas manifestaciones.
El hecho que el versículo nos diga “Y la sangre os será por señal en las casas”, hace estricta referencia al aspecto inherente a la elección de Israel, ya que la disntinción entre hebreos y egipcios estaba clara.
Y sugiere el autor: “pero para el aspecto de la elección de Israel como Pueblo de D’s, necesitaron de una señal interior que permita saber y distinguir quién es el judío verdadero que merece pertenecer a ese pueblo por nacer, así como discernir cuál es la casa judía cuyos hijos son aptos de integrarse al pueblo…”.
Y es aquí donde nuestro autor, cita al genial Rashí, en su comentario al versículo וְהָיָה הַדָּם לָכֶם לְאֹת עַל הַבָּתִּים – ‘Y la sangre os será por señal en las casas’: לכם לאות ולא לאחרים לאות מכאן שלא נתנו הדם אלא מבפנים.
¿Qué nos enseña Rashí? Que el hecho de acentuar la Torá que ‘la sangre será para vosotros – lajem-, nos viene a decir que: ‘Para vosotros será por señal y no para los demás por señal. De aquí podemos inferir, ¡que la señal de la sangre la pusieron del lado interior!
Y el Netivot Shalom, retoma en este punto el sentido mismo de la Gueulá, la liberación que El Eterno concedió a Su Pueblo entonces: “…esta realidad que nos muestra al judío derramando sangre en el interior de su ser, que ninguno puede ver ni saber de ello con excepción de HaKadosh Baruj Hú, esa sangre es la señal sobre las casas, la cual no permitirá que la muerte se haga presente”.
La sangre marcada en ambas mezuzot de las puertas, refieren a los pilares del ser judío en todos los tiempos, sugiere el autor: la Emuná –la fe incólume- y la Kedushá, la santidad. El ingreso a cada hogar es referirse a esos dos aspectos esenciales en la conformación del ser interior de cada judío en todos los tiempos.
Y también la sangre estará en el ‘mashkof’ משקוף–el travesaño superior-. Significativo. Allí donde la mirada y los corazones se dirigen en todos los tiempos en busca de una respuesta que siempre ‘llega a tiempo’: mirar hacia lo Alto. Confiar. Esperar. Atesorar la fe y ser santidad. ‘Mashkof’ del verbo ‘Mashkif’=משקיף, El que Observa…

‘Ein maftirín ajar haPesaj, afikoman’
Tal vez ahora, podemos sumar un nuevo motivo sobre el por qué no saborear nada más después del afikoman. ‘Quedarnos con el gusto del ‘korban’. Aún en tiempos de ausencia del korbán. Porque el llamado a permanecer dentro de ese círculo único, relleno de mágicas circunferencias concéntricas, que es el hogar. Decía el rey David: “Tus hijos como retoños de olivo, en derredor de tu mesa”. “Saviv le-shuljaneja”. Nada más hermoso. Nada más simple. Porque aún cuando nuestros hijos hayan dejado nuestro hogar para erigir el propio, siguen conformando ese círculo inspirador del que hablaba el rey. Porque ellos ‘se han llevado parte de ese interior, nuestra mesa=altar’, hacia nuevas latitudes. Pero la experiencia se multiplica, nunca se divide.
Apreciar lo que pasa dentro. Mirar con ojos llenos de amor y de asombro cada pregunta y cada inquietud. Tal la fuerza inusitada del pueblo judío. Y cada faraón de turno, espera poder acabar con ella.
Estamos próximos a una gran fiesta. Grande porque se vive adentro. Grande porque nuestro ser interior se abre a las memorias que dieron fuerza e inspiración a lo que somos. Aquellos que ya no están, pero que vuelven entre los círculos mágicos de los tiempos a susurrarnos que cuando podemos ser familia, nada ni nadie podrá con nosotros.
Pesaj. La Fiesta Interior. Que no termine nunca. Jag Sameaj!


Número 539
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