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Periódico Judío Independiente
Itzjak Sheffy, embajador de Israel en 1992, a días de llegar a la Argentina
"Sigo pensando que no hay que descartar la colaboracion de elementos antijudios locales"

Por Luciano Stilman
El próximo 17 de marzo nuevamente se recordará aquella trágica tarde de 1992 cuando el edificio de la calle Arroyo al 810 explotó y dejó el lamentable saldo de 29 muertos y 242 heridos. A 20 años del primer atentado terrorista que vivió la Argentina, Itzhak Shefi, quien por ese entonces era el embajador de Israel en nuestro país, habló con Comunidades de sus sensaciones de este nuevo aniversario y de volver al suelo donde su vida cambió para siempre.

El reloj marcaba las 14:42 en Bs. As. U día como cualquier otro, pero que marcaría un antes y un después en la vida de los argentinos, especialmente de la comunidad judía local. Una camioneta Ford F-100 conducida por un suicida y cargada con explosivos se estrelló con la sede diplomática de Israel ubicada en Arroyo 810. Su explosión no sólo causó la muerte de 29 personas y dejó a 242 heridos, sino también dejó una marca en la historia la cual nunca se podrá borrar.

A 20 años de aquel atentado, la Embajada de Israel en la Argentina y la Cancillería de ese país, quieren mostrar que no hay olvido. “No le demos lugar al terrorismo” reza el slogan de la convocatoria para el acto aniversario que contará con la presencia del vicecanciller israelí, Danny Ayalon, familiares y amigos de las víctimas que residen en Israel, el entonces embajador de Israel en la Argentina, Itzjak Shefi, y al ex cónsul israelí Danny Carmon, quien perdió a su esposa Eliora en el ataque.

Justamente, quien por ese entonces se desempeñaba como embajador, Itzjak Shefi, habló con Comunidades y nos contó sus recuerdos del atentado terrorista y cómo lo vive hoy, dos décadas después.

- ¿Cuáles son sus sensaciones a 20 años del atentado contra la Embajada ?
No cabe duda que el atentado fue un acontecimiento para el cual ningún Jefe de Misión se prepara de antemano, o actúa bajo esta amenaza. De aquí su singularidad, y su gravedad. La vida después del 17-03 ya no es la misma. De todas maneras, 20 años después, fuera del dolor de las familias enlutadas y de las vidas cortadas, hay que reconocer también de que los terroristas no lograron afectar nuestra forma creativa de vida, ni tampoco lograron disminuir nuestra fe en la justicia y en el ser humano.

- ¿Qué significa para usted volver a la Argentina para conmemorar un nuevo aniversario ?
Es encontrarse nuevamente con amigos entrañables, con una colectividad que nos recibió con los brazos abiertos, y que nos apoyó en momentos difíciles. Es volver a encontrarse con una comunidad con la cual mantuvimos un diálogo fecundo, con la cual festejamos juntos los 100 años de la llegada del barco Weser, la primera visita de un presidente de Israel en ejercicio, Haim Herzog. Es volver a palpar el amor que cada uno de sus miembros siente para Israel, se identifica con sus logros y sus problemas.

- ¿Qué se le pasa por la cabeza cada 17 de marzo?
Para mi el 17-03 es lo que para un judío piadoso es el Tish'a Be"Av. En esta fecha los judíos piadosos ayunan y levantan plegarias recordando la destrucción del Templo. Para mí este día significa la destrucción de mi Templo, este Templo que se convirtió en Arroyo de lágrimas y sangre.

Argentinos, israelíes, bolivianos, paraguayos, italianos. Judíos y católicos. Trabajadores de la Embajada, peatones, albañiles, conductores. El coche-bomba no diferenció, mató.

Aquel atentado terrorista, el primero que recuerde nuestro país, dejó 29 muertos, cientos de heridos y familias destruidas. Hijos que no pudieron compartir la vida con sus padres, padres que tuvieron que enterrar a sus hijos.

Francisco Mandaradoni era italiano y escapó de la guerra buscando en Argentina un lugar de paz donde prosperar. Aníbal Leguizamon era paraguayo con sueños de poder darle un futuro mejor a su familia. Graciela Susevich de Levinson era una joven argentina que empezaba a crecer en su vida. Eliora Carmon era israelí madre de 5 hijos y empleada administrativa de la Embajada. Ninguno de ellos pudo saber porqué su vida se tuvo que terminar.

- ¿Dónde estaba usted y cómo se enteró de la explosión de la Embajada?
Cuando ocurrió el atentado, a las 14:45 de la tarde, yo estaba almorzando con mi familia en nuestra residencia. Un amigo llamó para darnos la noticia que se difundió por la radio. Dejé la residencia pidiendo al chofer que se dirija hacia la Embajada. Varias cuadras antes, la policía no nos dejó seguir, y tuvimos que dejar el coche y caminar hacia el lugar mientras ambulancias de la Cruz Roja se dirigían en sentido contrario hacia los hospitales.

- ¿Cómo fueron esas primeras horas tras el atentado?
La primera preocupación nuestra, la de mi esposa y la mía, fue la de ubicar e identificar a los heridos llevados por las ambulancias a los distintos hospitales de la ciudad, sin que tengan documentos algunos. Con la ayuda de la Policía de Tránsito, que nos abrió el camino, llegamos de hospital en hospital preguntando por heridos del atentado a la Embajada. Por supuesto, no tenían nombres registrados de los recién ingresados, lo que nos obligó ir cama por cama tratando de identificar a nuestra gente. Había, desde luego, heridos del vecindario y transeúntes, pero nosotros no los conocíamos. Esta labor se prolongó toda la noche, mientras que yo volvía al lugar del atentado para observar el avance de los equipos que movían los escombros con el propósito de llegar a salvar a los atrapados que aún quedaban con vida, o sacar a las víctimas.

- Y a su vez tenía que mantener un contacto con el Gobierno de Israel.
Al mismo tiempo trataba de reanudar contacto telefónico con la Cancillería en Jerusalem para informar sobre el estado de las cosas y consultar temas urgentes que requerían decisiones. Creo que pasaron dos noches y días sin haber cerrado un ojo. Parece que el ser humano dispone de fuerzas que ni uno mismo lo sabe, y solamente en momentos de desgracia estas fuerzas surgen en su ayuda. Lo más doloroso en aquel primer día fue el contacto con las autoridades del Gobierno para solucionar el tema del envió a Israel de las víctimas y de aquellos heridos que estaban en condiciones de volar. La solución se dio cuando el Gobierno ofreció poner a nuestra disposición un avión que estaba al servicio del Presidente de la Republica.

- ¿Y los días siguientes?
Los días posteriores al atentado fueron dedicados al esfuerzo de reanudar, aún parcialmente, la actividad de la Embajada. Se nos ofreció un espacio en la calle Paraguay donde actuaba la CIDIPAL, pero surgió otro problema que requería atención inmediata: los funcionarios que salieron con vida del atentado tuvieron miedo de ingresar al edificio. De común acuerdo con la Cancillería de Jerusalem llegaron dos psicólogos expertos en el tema, tratando en forma individual de ayudar a aquellos empleados a superar el miedo. No fue una tarea fácil. Paralelamente llegaban demandas de inquilinos del vecindario pidiendo indemnización para los daños sufridos y exigiendo que el Gobierno de Israel cubra los gastos de rehabilitación de sus viviendas y/o negocios y oficinas. Por no conocer las leyes referentes del país, pedí la ayuda del Consejero Jurídico de la Embajada. Su ayuda, además del apoyo moral, no tiene precedentes.

- En el atentado murieron sus amigos, compañeros de trabajo ¿qué recuerda de ellos?
Todas las victimas del personal de la Embajada fueron mis amigos y mis colaboradores. Para cada uno de ellos tengo un lugar especial en mi corazón. Si mi misión de 4 años logró alcanzar las metas y los objetivos propuestos la razón se debe a que fue un trabajo de equipo. Sin la ayuda y el apoyo de las victimas y de los que quedaron con vida, no hubiese logrado cumplir con mis tareas.

A 20 años del atentado no hay culpables encerrados en las cárceles. Ni siquiera hay una causa que pueda seguir alguna pista, ni sospechosos, ni pedidos de captura… Nada.

Hubo muchas especulaciones y todas las miradas apuntan al grupo terrorista Hezbollah con el régimen iraní detrás de cada uno de los movimientos.

“Sabemos quién estuvo detrás del atentado a la Embajada, quién lo organizó, quién dio las órdenes y quién lo hizo con nombres y todo, y ya dimos cuenta de ellos”, dijo Daniel Gazit en una nota periodística a 18 años del atentado. Hoy, a pesar de sus palabras, los familiares de las víctimas siguen reclamando justicia.

- ¿Se sabe quiénes fueron los responsables del atentado?
No sé quienes fueron los responsables del atentado. Más que seguro fueron terroristas enviados por el Gobierno de Teherán, pero no hay que descartar que hubiera colaboración local, sobre todo en el aspecto técnico de preparar el coche-bomba con la dinamita que llevaba. Hay que reconocer que en la sociedad argentina no faltan elementos antisemitas y anti-israelíes, basta con mencionar lo que un periódico capitalino escribió al día siguiente del atentado: “...no solamente murieron judíos, sino también inocentes...”.


- Por último, este año por ser el 20 aniversario usted llega a la Argentina por pedido de la Cancillería, más allá del recuerdo y la ceremonia, ¿cuál es la sensación de conmemorar un nuevo aniversario del atentado justamente dos décadas después y aquí en Argentina?
Volver después de 20 años, para un aniversario más a la Argentina, poner los pies sobre la calle Arroyo, estar parado frente al lugar en donde antes se levantaba el bello edificio de mi Embajada, mirar en los ojos de los familiares enlutados, es volver a aquellos días de angustia, de duelo, de lagrimas y del dolor.


Número 518
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