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Periódico Judío Independiente
Silvio Gutkowski, autor de " El Libro de Serock
“De 3.000 judíos no sobrevivieron más de 100”

Por Luciano Stilman/ Comunidades
El doctor Silvio Gutkowski estuvo en Argentina para presentar “El Libro de Serock. Historias Imborrables” en su versión en castellano. Antes de la presentación que se llevó a cabo en el Museo del Holocausto, quien se desempeña en Israel como médico psiquiatra y psicoterapeuta, es director del Departamento de Emergencias Psiquiátricas del Hospital Talbieh de Jersusalem y docente en la Facultad de Medicina de la Universidad de Jerusalem, le contó en exclusiva a Comunidades el trabajo que realizó para salvar “a la obra del olvido” y la importancia de los relatos que allí se encuentran.

- ¿Cómo comenzó a gestar esta traducción que usted realizó de “El Libro de Serock”?

Yo soy un psiquiatra que vivo en Israel hace 34 años, y nieto de gente que fue asesinada en el Holocausto. Mi padre llegó a la Argentina antes de la guerra ; sus relatos eran muy parcos y muy silenciosos acerca de la historia de la familia. En el año 1970 se publicó un libro que fue hecho por los sobrevivientes del Holocausto en Israel. La gente que no murió durante el régimen nazi pidió ayuda de judíos de la misma localidad, de Serock, para que ellos manden sus testimonios, y así se publicó un libro en el año 1971 en idish y en hebreo, que reunían las vivencias de alrededor de 40 sobrevivientes y de gente que también había escapado de Polonia antes de la guerra. Esos relatos se dividían en la vida en el pueblo antes de la guerra, durante, y después las vicisitudes de la emigración.

- ¿Y cómo llega usted a la necesidad de hacer el libro?

En 1983, tenía una fuerte necesidad personal de visitar Serock y encontrar vecinos que me cuenten un poco lo que sabían acerca de mi familia, cosas que yo no había escuchado de mi padre. En esa época todavía estaba el régimen comunista y era difícil entrar en Polonia siendo ciudadano israelí, porque no había relaciones políticas ni diplomáticas entre ambos países, pero tuve la suerte que en ese entonces servía en la embajada argentina en Polonia un amigo mio como agregado económico, Alberto Kaminker (actual embajador de la República Argentina en Vietnam), y gracias a él pude entrar en Polonia y visitar el pueblo.

- De todas maneras desde el ’83 a la fecha pasó mucho tiempo ¿cuándo se decidió por volcarse al material?

Hace dos años hubo una reunión de la familia Gutkowski en Buenos Aires, de los hijos y nietos, y ahí yo tomé la iniciativa de traducir el libro al castellano. Mucha de la gente que sobrevivió al Holocausto en Serock vive en Argentina, y un gran número de sus hijos y nietos no conocen los testimonios porque fueron escritos en idish y hebreo.

- En la introducción del libro cuenta la historia personal que le sucedió con su padre, ¿los relatos y testimonios de la gente de Serock a usted lo hicieron sentir o conocer más de su historia?

Si, porque mi padre llegó a Argentina en 1930 y la destrucción del pueblo de Serock se produjo entre el 3 de septiembre y el 5 de diciembre de 1939. Entre esas fechas la comunidad judía de Serock fue destruida, porque fue uno de los primeros lugares donde los alemanes mostraron sus intenciones, y allí ocurrió esa destrucción. La gente del pueblo que conocía a la familia me contó la historia desde el año 1930 al 39: lo que pasó en el pueblo y también lo que sucedió con mi familia. Esa era una información que mi padre no tenía.

- Cuando empezó a recolectar la información ¿qué recordaban las personas de esos años trágicos?

Yo me encontré con dos mujeres que eran primas, polacas cristianas, que en la época de la guerra eran adolescentes. Las conocí en 1983, cuando tenían alrededor de 60 años, y ellas recordaban perfectamente porque eran vecinos en ese pequeño pueblo, en el que vivían entremezclados judíos y cristianos. Había un lugar central en el pueblo que era la plaza del mercado donde ahí se llevaba a cabo el comercio, era una especie de feria, y allí todos se veían y conocían.

- En Serock antes de la guerra había unos tres mil judíos ¿se sabe cuántos pudieron sobrevivir?

Yo creo que los que sobrevivieron no fueron más de cien personas. Hay unos cuarenta sobrevivientes que participan en el libro.

- Usted buscó al traducir en vez de contar la Shoá como global llegar a los relatos personales ¿por qué?

Un colega me dijo una vez que es muy distinto ver la Shoá desde arriba que desde abajo. En este libro se ve desde abajo: cómo es la vida cotidiana de un judío en un pueblo y cómo lo golpea la guerra, qué efecto le produjo a él y su familia. Al final del libro hay un capítulo que se llama “Ayudar a toda costa” de Itka Miodovnik (Estados Unidos, 1971), en el que cuenta como ve la transformación física de sus familiares, el cambio de color de la piel por el hambre. Habla del dolor y la impotencia que le produce no poder ayudar. Ese tipo de experiencias tienen dentro de sí un dolor y un valor también, porque es luchar contra la adversidad y factores que uno ya no puede modificar.

- ¿La búsqueda hacia el lector es que la historia le llegue como si le pudiera haber pasado a él o su familia?

Exactamente. De todas maneras, pienso que cada uno tiene que leerlo y ver qué le toca. Acá no hay intenciones de enseñarle nada a nadie, para mi fue una asignatura pendiente mía y nunca podría haber hecho este trabajo si no hubiera vivido en Israel porque allí me vi expuesto a toda una sensibilización del Holocausto que acá en Argentina no tenía. Trabajé y atendí a muchos hijos y nietos del Holocausto, y para mi fue un proceso lento de sensibilizarme hacia lo de los demás y hacia lo propio, como enterarme que yo también soy segunda generación de hijos del Holocausto. Mi padre perdió a su familia, pero el duelo por esa muerte nunca lo pudo elaborar. Creo que este libro puede tocar a la gente por muchos lugares, incluso por lugares de la identidad, de sus pertenencias.

- ¿Qué produjo el libro en su entorno y qué busca que genere en el lector?

Lo primero que noté es que repercutió en mi familia y en el entorno social con un fuerte impacto, porque me ocupé de la memoria de mi familia, de la comunidad de mi padre y la traje al castellano. También puede servir para aquellos que todavía tienen una historia por conocer.


Número 493
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