El belga-francés Jacques Sternberg reunió en este volumen, publicado originalmente en 1974 e inédito hasta ahora en castellano, casi 300 cuentos. Cargados de humor negro y absurdo, inquietantes y crueles, los breves relatos se pueden leer como una crítica a las convenciones sociales, la publicidad, el trabajo, la religión, la tecnología; muestran el terror escondido en la vida moderna.
Una máquina escribe cartas subidas de tono, una mujer decide hacer un tejido completamente inútil, los mozos de un café entregan condenas a sus clientes, los oficiales de la Gestapo visitan a un hombre como si el tiempo no hubiese transcurrido, 3.000 presos evitan la fuga del director de la cárcel, una biblioteca prohíbe la lectura para mantener el silencio más absoluto, seres de otros mundos huyen espantados de la Tierra…
Con resonancias de su admirado Cortázar, de Kafka y Fredric Brown, Cuentos glaciales es un libro imprescindible dentro del género de la microficción, tan en boga actualmente. Acaso su lectura resulte la mejor forma de acceder a un escritor reconocido en el mundo, pero casi sin traducciones al castellano.
Jacques Sternberg nació en 1923 en Amberes (Bélgica), en un hogar judío. Cuando estalló la Segunda Guerra, víctima de la persecución, debió abandonar Bélgica con sus padres y su hermana. Tras pasar por París, Arcachon y Biarritz, finalmente se refugiaron en Cannes. En 1942, debieron dejar también la Costa Azul y viajaron a España, pero los detuvieron en Barcelona. Luego de tres meses de prisión, fueron enviados al campo de concentración de Gurs, en Francia. La hermana y la madre lograron salir. El padre pasó por los campos de Drancy y de Majdanek, donde murió. Jacques, por su parte, pudo escapar del horror en 1943, durante un traslado. Antes de que su obra fuese reconocida, trabajó como embalador, vendedor, dactilógrafo, publicista y detective. Su obra –pesimista, pero cargada de humor– puede vincularse a Cioran y Kafka del mismo modo que a los Hermanos Marx
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