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Periódico Judío Independiente
¿Puede Occidente ganar la guerra contra el terrorismo?
Por Emuna Alon - Israel Hayom*
Hasta septiembre de 2001 quienes deseaban tomar un vuelo interno, de un
estado a otro dentro de Estados Unidos, entraban a los aviones como si
se tratara de taxis. Llegaban al aeropuerto, compraban un pasaje, y
sencillamente viajaban. Hoy en día los aeropuertos están repletos de
aparatos de revisión y control de seguridad sofisticados, y ante cada
uno de esos aparatos puede verse una larga fila de pacientes
norteamericanos.

Cada uno de ellos tira al cesto de residuos la botella de agua mineral y
todo otro objeto que contenga líquido que esté en sus bolsos. Diferentes
líquidos ya han servido a los propósitos de los terroristas en el
pasado, en atentados.

El punto culminante del rito es el momento en el que todos se agachan
para quitarse los zapatos, como si cumplieran la orden bíblica que le
fuera dada a Moises. Ya han pasado por esos aeropuertos
terroristas en cuyos zapatos – tan inocentes a simple vista – se esconde
algún arma o explosivo. Ya han despegado aviones desde allí hacia el
piso 98 de las Torres Gemelas. Así, todos los pasajeros pasan el control
descalzos o en medias, mientras los zapatos son revisados con la máxima
tecnología.

Sólo en otra zona de la "ruta del control" cada uno de los pasajeros
podrá reencontrarse con la chaqueta que vestía al llegar, volver a
guardar su computadora portátil en el maletín que le corresponde, juntar
sus objetos personales y volver a calzarse sus zapatos. Se han
distribuido por el lugar unos bancos especiales, para que la gente pueda
volver a agacharse y calzarse sus zapatos, atarse los cordones y desde
allí, por fin, dirigirse hacia el avión que los llevará a destino.

Nadie se queja ante tan humillante y molesto procedimiento. Se puede
acostumbrar a la gente a todo, porque las personas – tal como lo
demuestra la historia – se pueden acostumbrar con relativa facilidad y
hasta efectividad a las circunstancias. El problema, tanto en Estados
Unidos como aquí, es que la protección se limita sólo a luchar contra
los métodos que los terroristas ya han utilizado. Toda esa actividad tan
prolija y valiosa que se realiza en la fila para subir a un avión
norteamericano sólo tiene por objeto evitar aquel terrible atentado, que
ya tuvo lugar en las Torres Gemelas hace ya casi 7 años.

Esas actividades no son más que remedios caseros, igual que las medidas
de encierro israelíes. Desde la monstruosa cerca separatoria hasta la
gran cantidad de pilotes de cemento que hacen como que tranquilizan y
que se encuentran en todos los rincones ahora en la zona que rodea la
Franja de Gaza.

Hasta el momento – y sería bueno reconocerlo – el terrorismo ha vencido,
y a lo grande. Lo más probable es que, en este mismo momento, cerebros
musulmanes estén ya planificando la próxima sorpresa letal, mientras
Occidente se protege de los atentados del pasado y se saca los zapatos,
como en la entrada a una mezquita.

En Estados Unidos todavía es fácil viajar de un estado a otro en los
modernos y rápidos trenes con que cuentan. Hay que llegar a la estación,
comprar un pasaje, y sencillamente entrar al vagón que uno elija con los
zapatos que desee. E incluso, sin necesidad de despedirse de la botella
de agua mineral o del abrelatas. Todo esto cambiará, por supuesto, el
día que un terrorista suicida arrase con un edificio utilizando un tren
rápido. Pero, ¿qué sucederá después? Después de los trenes, los terroristas
pueden complicar y cambiar las normas de entrada a los centros
comerciales norteamericanos, luego en los edificios de oficinas, en las
estaciones de autobuses y en las calles. Todo Estados Unidos podría
verse – Dios no permita – como una gran Sderot, con graffitis estilo
años 70 en cada pilote de cemento. Las personas son seres con capacidad
de adaptación y sólo el terrorismo se plantea cada mañana nuevos objetivos.

Traducción : Povesham.com


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