En las vísperas de otro 18 de julio me siento a escribir recordando aquel fatídico lunes de 1994, cuando minutos antes de las diez de la mañana una explosión infernal marcó el inicio de una tragedia que le cambió la vida a miles de personas.
A las 9.53 horas de aquel 18 de julio un atentado terrorista destruía el edificio de AMIA, el emblemático centro de la comunidad judía de Argentina.
Quienes a los pocos instantes nos acercamos al predio siniestrado no podíamos creer lo que veíamos. “Habían volado la AMIA” decía para una emisora radial el primer movilero que logró acercarse a la calle Pasteur al 600. Era cierto: destruyeron el edificio, se cobraron 85 vidas humanas, centenares de heridos, provocaron cuantiosos destrozos en los edificios vecinos, pero ni a AMIA como institución ni a la comunidad pudieron destruirla.
Horas, o días después, nos enteramos que la máxima autoridad del país le había dado las condolencias a las autoridades del Estado de Israel; ¿no se había dado cuenta que AMIA, al igual que la mayoría de las víctimas fatales y los heridos, eran argentinos?
Pasaron 13 años, cuatro gobiernos nacionales que prometieron llegar hasta las últimas consecuencias, y seguimos no sólo reclamando justicia sino teniendo que escuchar a ciertos personajes opinar que habría que investigar a la derecha israelí en lugar de los iraníes.
Han pasado 13 años y seguimos percibiendo que para un sector muy grande de la población el ataque terrorista fue a los judíos. Pero lo peor del caso es que eso también lo opinan miembros de la comunidad.
En estos 156 meses nos dijeron muchas cosas que creímos, por el ansia de tratar de encontrar una luz que ilumine la senda en la que se perdieron los ejecutores materiales del atentado, quienes le brindaron el apoyo necesario para poder perpetrarlo, y aquellos que hicieron todo lo posible para “embarrar la cancha”.
En los últimos 12 meses algunos avances se produjeron pero son insuficientes. INTERPOL puede haber confeccionado sus “circulares rojas” solicitando la captura internacional de 6 de las 9 solicitadas por la justicia argentina, pero será muy difícil que se los llegue a detener y puedan ser indagados.
La Sala III de la Cámara Federal convalidó los procesamientos ordenados por el juez federal Ariel Lijo, quien investiga las irregularidades de lo actuado por Juan José Galeano, el destituido juez federal que al regresar del exterior, una semanas después del 18 de julio de 1994, donde entrevistó a un testigo de identidad reservada le dijo a los medios que cuando la ciudadanía se entere de los entretelones del atentado se iba a caer de espaldas, y nos caímos de espalda al comprobar que para la justicia muchos de los actos que realizó durante la investigación del atentado estaban reñidos con la legalidad.
Llegamos, a este nuevo aniversario, cansados de tantas palabras y escasos resultados, de compartir con los familiares la desazón de tantos engaños, de luchar contra la corriente que quiere que el reclamo de justicia se extinga pese a decir, boca para afuera, lo contrario.
Han pasado 13 años y sólo tenemos una certeza, que ni los familiares ni los amigos bajarán los brazos y seguirán reclamando justicia y castigo para los culpables.
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