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IRAN Y LA BOMBA
Por Julián Schvindlerman
Si la definición teórica de la locura es la incapacidad en distinguir realidad de ficción, entonces el líder de los iraníes Mahmoud Ahmadinejad es un hombre clínicamente loco. Luego de pronunciar un discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre del 2005, el presidente iraní dijo a un clérigo de su país haber sentido que durante los casi treinta minutos de duración de su ponencia ni uno solo de los cientos de delegados presentes había pestañeado. ¿La razón? Pues que una figura celestial islámica había mantenido los ojos de los numerosos presentes abiertos para recibir el mensaje de la república iraní. El milagro se acentuaba a través de un halo de luz que supuestamente se había formado encima de su cabeza, siempre según el relato del ex alcalde de Teherán. Uno de sus primeros actos de gobierno fue asignar dinero a la mezquita Jamkaran, ubicada cerca del centro religioso que es la ciudad de Qum, a la cuál retornará Abdul Qassem Muhammad, el doceavo imán que se ocultó en el siglo X y -conforme al relato de esta tradición religiosa- reaparecerá como el mesías chiíta.

En las tres religiones monoteístas, la era mesiánica puede advenir de dos maneras posibles. O bien cuando la humanidad toda ha alcanzado un estadio de hermandad universal (un escenario del tipo el león descansa al lado del cordero) o bien lo opuesto exacto: el estado del mundo es de tal anarquía y está plagado de tanto desorden y maldad (suerte de modernas Sodoma y Gomorra globalizadas) que solo la llegada del mesías podrá reencauzar el rumbo de nuestro planeta. Si Ahmadinejad suscribe a esta visión del fin de los días, ¿entonces que mejor que precipitar una guerra nuclear que acelere el momento del Apocalipsis?

Si Ahmadinejad presidiera un país fallido del Africa negra, una nación políticamente marginal y económicamente irrelevante, posiblemente el mundo libre toleraría con típica indiferencia las locuras de su gobierno tal como lo ha hecho con psicópatas como el sudanés Omar Hassan al-Bashir hasta que su campaña genocida y esclavizante se agigantó al punto de ya no poder ser más ignorada. Pero Ahmadinejad y los mullhas gobiernan una nación que se asienta en una de las zonas más críticas del planeta, que controla el 10% de las reservas de petróleo del mundo, que tiene la segunda reserva probada de gas natural del globo, y que linda con el estrecho de Ormuz por donde el 40% de las exportaciones mundiales fluye diariamente. Es decir, Irán posee una importancia estratégica descomunal. Y quiere poseer la bomba atómica.

Hoy, a pesar de su inferioridad militar vis-a-vis Occidente, esta república islámica está financiando y armando a agrupaciones terroristas en El Líbano, la Franja de Gaza, Irak y Afganistán, desafía constantemente a la potencia americana (en Irán se conmemora oficialmente el “Día de la Muerte a América”), y su líder se permite amenazar a todo un continente al advertirle a la Unión Europea de 25 naciones que “podría salir herida” si el bloque apoyara a Israel (país al que, a su vez, anhela “borrar del mapa”) o se opusiera a las aspiraciones no convencionales de Irán. Es evidente que un Irán armado nuclearmente se atrevería a provocar más aún el orden mundial, entre otras cosas, aumentando su poder de influencia en el Medio Oriente. Y que no haya lugar para el engaño: de acceder al control del petróleo mesooriental, Irán no buscaría un alza del precio del barril de crudo para incrementar sus ganancias. Más bien, procuraría paralizar la economía mundial. Inauguraría una era de chantaje político-económico pocas veces vista en la historia. La meta del régimen clerical iraní es ideológica y teológica, no materialista.

A esta altura resulta claro para todo ser pensante que Irán no debe acceder al armamento nuclear. La pregunta es como evitarlo. Las opciones barajadas hasta el momento han sido cuatro:

1)Dialogar con los iraníes hasta persuadirlos de la inutilidad de su terquedad. Esta ha sido hasta hace poquito tiempo atrás la opción fetiche de los europeos, que han mantenido un “diálogo crítico” con Teherán durante años para finalmente llegar a la conclusión de que ha sido inútil. Europa ha sido menos ingenua que cínica: durante 2000 y 2005 el comercio de la UE con Irán casi se ha triplicado. Cabe asumir que hasta que una bomba atómica no estalle sobre París o Berlín, los europeos seguirán poniendo la plusvalía por encima de la seguridad nacional.

2)Imponer sanciones diplomáticas y económicas a la república islámica para hacerla entrar en sus cabales. Esta ha sido hace tiempo una aspiración estadounidense, pero con China y Rusia - portadoras de poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU- oponiéndose públicamente a tal noción, este curso de acción ha sido, hasta el momento, fútil.

3)Provocar un cambio de régimen en Irán. Hay mucho descontento doméstico con la teocracia islamista del gobierno chiíta que podría se capitalizado por Occidente. No solamente los judíos, cristianos, kurdos, zoroastros, bahais y otras minorías son discriminadas en Irán, sino que incluso los musulmanes sunitas sufren restricciones a la libertad religiosa. (En Teherán, por ejemplo, los sunitas no pueden tener su propia mezquita, como sí pueden en Roma, Washington o Tel-Aviv). Esta es la opción ideal pero puede requerir mucho tiempo, un commodity del que Occidente no dispone en relación a Irán hoy.

4)Atacar militarmente a la teocracia islámica. Esta es la opción menos deseada pero la que más chances tiene de ser exitosa. Los costos de la guerra serán altos: el precio del barril de petróleo superaría los u$s100. Irán podría cortar sus exportaciones de crudo (2.5 millones de barriles diarios), bloquear el estrecho de Ormuz, activar células terroristas en todo el orbe, e incluso atacar militarmente a determinadas naciones (a Israel seguro). Sin embargo, si ninguna de las otras alternativas fuera implementada efectivamente, o si lo fueran pero sin la obtención de los resultados esperados, entonces este curso de acción no podrá ser descartado dado que el mundo libre no podrá permitir que una nación liderada por fanáticos mesiánicos apocalípticos cruce el umbral nuclear.

¿Aún no convencido? Pregúntese esto: ¿es preferible una guerra librada por Occidente contra un Irán convencional o una guerra librada por un Irán nuclear contra un Occidente tomado por sorpresa?


Número 405
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