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SUCOT, SUPERVIVIENDO EN LA ADVERSIDAD
Por Rabino Yerahmiel Barylka,Jerusalem, Israel
Sucot tiene, como muchas otras festividades judías, más de un sentido, lo que hace que se acreciente en su significado. A través del cumplimiento de su normatividad, que comprende la residencia en la sucá, la bendición de las cuatro especies, la alegría, las oraciones y las meditaciones sobre sus múltiples significados permiten nuestro enriquecimiento. También a través de la peregrinación a Jerusalén, aunque todavía el Templo no se ha reconstruido, por lo menos para deleitarse con las innumerables Sucot que engalanan cada hogar.
En una de las referencias, la Torá, nos dice en Devarim 16:13 “Celebra Sucot durante siete días, al recoger los frutos de tu era y de tu lagar. Te alegrarás durante la fiesta...”, refiriéndose a su aspecto agrícola. Alegría por el fin de la cosecha y el goce de lo obtenido y preocupación en quienes se quedan sin trabajo y en todos, ante la imposibilidad de prever si el año próximo traerá suficiente agua para lograr cosechas exitosas. Es obviamente difícil para quienes residen fuera de Israel y particularmente quienes festejan la primavera cuando una mitad del mundo recibe el otoño, comprender ese significado.
La Mishná en Rosh Hashaná, cap. 1 mishná 2, nos dice que en la Festividad de Sucot, el mundo es juzgado respecto a las aguas que caerán hasta el Sucot siguiente. Recalcando nuevamente un aspecto difícil de comprender fuera de la Tierra de Israel que es el de la crónica carencia del agua desde que, hace alrededor de 4000 años, nuestros padres comenzaron a asentarse en su tierra. Abraham y su nieto Iaacov debieron descender a Egipto por las hambrunas provocadas por años de sequía. En Devarim 11, leemos que la tierra que tomaremos en posesión no es como la de Egipto, el país de donde salimos, donde sembrabas tu semilla, y luego tenías que regar con tu pie, como se riega una huerta. Israel es una región de montañas y valles regados por la lluvia del cielo, que está bajo el cuidado constante H’, tu D’s. Sobre ella permanecen fijos los ojos de tu D’s, desde el comienzo hasta el fin del año. Pero, la condición que la lluvia llegue en momento oportuno para recoger el trigo, el vino y el aceite es la fiel obediencia de los mandamientos y el amor a D’s con todo el corazón y con todo el alma.
Hasta el día de hoy estamos pendientes del nivel del agua del Kineret del cual depende no sólo el consumo de las aguas potables de Israel sino en gran parte el de los jordanos y palestinos, y es la señal inequívoca de si tendremos cosecha magra o abundante.
Sucot nos lleva a conmemorar la larga estadía de nuestro pueblo en el desierto, en el que pese a sus adversas condiciones pudimos sobrevivir y dar nacimiento a una nueva generación que tuvo el privilegio de ingresar a la Tierra de Israel. Nosotros y nuestros descendientes tienen que saber que esa generación que salió de Egipto habitó en cabañas, independientemente de la discusión talmúdica sobre el tipo de esas Sucot, si eran como las que usamos en nuestros días o si eran nubes celestiales que protegían al grupo. Lo importante es que teníamos una protección peculiar sin la cual no hubiéramos podido cumplir el objetivo de vivir en Israel.
Pero, Sucot nos lleva a entender que la solidaridad social no es sólo una premisa teórica sino una acción posible y obligatoria. Durante siete días sentimos en la sucá el frío y el calor, el viento y el rocío, y después regresamos a nuestros hogares calefaccionados y protegidos, al tiempo que muchas personas, seguirán viviendo en miserables y frágiles casuchas en sus villas de emergencia. La Torá ordena vivir en Sucot sólo siete días, y nosotros debemos hacer todo lo posible para que quien necesite de techo lo tenga.
Durante todo el año estamos en nuestros hogares ingiriendo los alimentos que gozamos, y no siempre los compartimos con quienes, como en las Sucot huelen los aromas de los mismos, pero, no los pueden consumir porque no tienen. No puede haber alegría en la fiesta si hay quien no coma, ni tenga lo que beber o viva sin techo.
Sucot nos enseña la fragilidad de la vida. Cuando en Sederot caen proyectiles Qasam o en el norte caen Katiushas no hay hogar que no pueda ser destruido, las casas de acero y cemento se vuelven frágiles como una sucá.
El sentimiento de seguridad está en otro lado, aún en el descampado cuando hay fe.
Muchos hermanos están todavía desprotegidos en el desierto que dura más que los cuarenta años en los que las Sucot les salvaguardaron, y tienen hoy la oportunidad de gozar la fiesta con todo su esplendor, si comprendieran que la provisionalidad puede dar lugar a algo estable, a través de la solidaridad, la memoria, la acción, y el cumplimiento de aquellos pequeños detalles que provocan un cambio interno que puede influir en la historia personal y nacional, hasta su reunión en el Hogar que les espera.
Este Sucot puede permitirnos a todos dar el primer paso para una nueva vida que nos colme de verdadera alegría.
Jag sameaj.

Numero 403
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