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Periódico Judío Independiente
República del Apocalipsis
Por Julián Schvindlerman, Colaborador de Comunidades
“Hay un ayatollah sentado detrás de su escritorio”. Con esas palabras recibió una secretaria desde Teherán el llamado proveniente de Europa de un ex ejecutivo iraní en 1979. La Revolución Khomeinista acababa de triunfar y una larga noche comenzaba a descender sobre la alguna vez pujante Persia de antaño. Una generación después, los ayatollahs siguen sentados trás los escritorios del país.

En ese período los sufrimientos del pueblo iraní han sido agudos. El disenso ideológico ha sido penalizado. La libertad de expresión censurada. La única religión permitida es la oficial. Para las mujeres, la vida en Irán ha sido especialmente ardua. Niñas-mendigo de las calles de Teherán han debido disfrazarse de niños para evitar ser maltratadas. Años atrás, una diplomática europea acreditada en Tel-Aviv le contó a este articulista que cierta noche oyó ruidos extraños en su casa. Asustada, salió corriendo a la calle pero al percatarse que tenía su cabellera descubierta, optó por regresar. Más le temía a la policía iraní que al prospecto de encontrarse sola ante un intruso extraño en su propia casa. (Al final, se había tratado de un gato). En una reciente nota publicada en The New Republic, el politólogo alemán Matthias Kuntzel trajo una descripción del diario semi-oficial iraní Ettelaat a propósito del uso de niños para hallar minas explosivas durante la guerra que enfrentó a Irán con Irak en la década de los ochenta. “En el pasado hemos tenido niños voluntarios: de 14, 15 y 16 años. Iban a los campos minados. Sus ojos veían nada...y luego, unos momentos más tarde, uno veía nubes de polvo. Cuando el polvo se había dispersado, no se veía más nada de ellos. En algún lugar, ampliamente esparcidos en el paisaje, yacían restos de carne quemada y pedazos de hueso”. De ahora en más ello cambiaría, y un criterio más sensible hacia los niños iraníes prevalecería. Continuaba el diario iraní: “Antes de entrar a los campos minados, los niños [ahora] se envuelven en sábanas y ruedan por el suelo, de manera que las partes de su cuerpo permanezcan juntas luego de la explosión de las minas y uno pueda llevarlos a sus tumbas”.

Damas y caballeros, con Uds. el régimen iraní.

Desde el triunfo de Mahmoud Ahmadinejad la situación ha empeorado, aunque ya no solo para los iraníes. El actual presidente se ve a sí mismo como el facilitador de la llegada del Doceavo Imán (la cual estaría precedida por el Armageddón) y al poco tiempo de asumir cargos asignó u$s 17 millones de fondos oficiales a la mezquita Jamkaran, de cuyo precinto los más devotos iraníes musulmanes creen que el Doceavo Imán surgirá. A su vez, Ahmadinejad sufre de alucinaciones divinas. Inadvertidamente, quedó filmado en un video luego de su discurso ante la Asamblea General de la ONU el mes de septiembre último, al decir a un clérigo que mientras se dirigía a la familia de las naciones “sentí que la atmósfera repentinamente cambió y durante esos 27 o 28 minutos, los líderes del mundo no pestañearon...Era como si una mano los estuviera reteniendo allí, y abrió sus ojos para recibir el mensaje de la República Islámica”. Y además, parece ser proclive a la filosofía existencialista. Desde que asumió el poder, continuamente pondera si el Holocausto ha realmente ocurrido o no, reflexiona a propósito de la existencia del estado judío, y se pregunta como luciría -conforme al título de una conferencia pública de reciente acontecimiento en Teherán- “un mundo sin sionismo”. En pocas palabras, Irán está siendo gobernada por un delirante, y permitirle que acceda a armamento nuclear sería una locura.

El problema trasciende a este líder peculiar, no obstante; otros varios líderes iraníes en el pasado ya habían llamado a la destrucción de Israel, fomentado un sentimiento anti-occidental en su patria, esponsoreado terrorismo internacional, desarrollado misiles balísticos de largo alcance, y efectuado operaciones de asesinatos de disidentes exiliados. Pero la renovada obsesión anti-israelí del presente régimen debería ameritar renovada preocupación mundial acerca del uso no pacífico de la tecnología nuclear por parte de la república islámica. Un reciente intercambio indirecto de pronunciamientos amenazantes entre Estados Unidos e Irán muestra cuan grave es la amenaza que pesa sobre Israel. Primero, Ahmadinejad anuncia su anhelo de “borrar a Israel del mapa”. Acto seguido, el presidente Bush advierte que si Irán ataca al estado judío, Norteamérica defenderá a Israel. Luego, un almirante de las guardias revolucionarias iraníes dice que Israel será el primer objetivo en su lista si EE.UU. atacara a Irán. Vale decir, si Washington no interviene para frenar el programa nuclear iraní, sabemos que en un horizonte no muy lejano Teherán intentará pulverizar a Jerusalém. Y si Washington interviene para prevenir ello, entonces Teherán lo intentará también.

Hace poco, Charles Krauthammer señalaba un simbolismo inquietante en las páginas del Washington Post. Por primera vez en casi dos mil años -desde la caída de Judea en manos de Roma en el siglo II de la era común- hay más judíos en Israel (5.6 millones) que en cualquier otra nación del mundo (incluyendo a EE.UU., con 5.2 millones de judíos). Para cuando Irán -hoy gobernada por un “demagogo que quiere hacerle a los israelíes lo que él aduce los nazis no le hicieron a los judíos” según Amnon Rubinstein- obtenga la bomba nuclear, de aquí unos años, la población judía de Israel estaría rondando los 6 millones...precisamente la cantidad de judíos exterminados en Europa, unas pocas décadas atrás, por otro fanático alucinado.

El paralelismo histórico es escalofriante y la situación ya se ha tornado demasiado grave como para seguir apostando a las virtudes de la diplomacia. El momento para actuar es ahora: antes de que Irán adquiera poderío nuclear y deje de ser una nación peligrosa para transformarse en una nación peligrosa y además intocable.

Mayo de 2006
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