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Periódico Judío Independiente
Un contradictorio exponente perteneciente a parte de la intelectualidad judía centroeuropea:
Béla Balász

Por Moshé Korin
Parte de la intelectualidad judía centroeuropea desde fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX se caracterizaban por una tendencia a las ideologías utópicas, que se manifestaban de distintas formas – nacionalistas, religiosas o universales. Béla Balász, que había nacido en el año 1884, en Szeged, y estudiado en Budapest, tras la revolución de 1918-1919 en Hungría se trasladó a Viena y Berlín, y finalmente se estableció en la URSS, donde dictó clases en la Academia Cinematográfica de Moscú. Posteriormente regresó a Hungría, luego de la Segunda Guerra Mundial, y enseño en la Academia de Artes Dramáticas de Budapest. Él fue un fiel representante de esa corriente de judíos.

Nació el 5 de enero de 1884 en el seno de una familia judía, y estuvo alejado de las tradiciones hebreas ya desde niño. Fue criado en base a dos idiomas y sus culturas, el húngaro y el alemán. Él había tomado la decisión de ser un fiel ciudadano de su patria natal; Es por eso que cambió su verdadero nombre judeoalemán, Herbert Bauer, por el húngaro Béla Balász. Se convirtió al catolicismo y se casó con una mujer húngara cristiana, también de raíz judía.

Su carrera literaria comenzó recolectando anécdotas folklóricas húngaras y escribiendo cuentos y canciones infantiles. Simultáneamente, se familiarizó con las ideas socialistas en boga en aquel entonces, y durante la Revolución Húngara del año 1919 ocupó un alto cargo en la Secretaría de Cultura del Gobierno Comunista.

Una nota original
Luego del fracaso de la Revolución Húngara, Balász logró escapar a Viena, donde trabajaba y ganaba su sustento como periodista. Entre sus innumerables reportajes y “feuilletons” hay una descripción de un grupo de inmigrantes judíos en camino de la Unión Soviética a Eretz Israel en el año 1925. Balász se encontró con ellos en un barco soviético cuya travesía era de Odessa a Jaffa (Iafo).
Dicho reportaje lo publicó en el diario liberal austriaco “El Día”, sin develar su pasado judío, como así tampoco sus simpatías hacia el comunismo. Él aparentó ser un curioso periodista alemán, no entendido en temas judíos ni en la política soviética. Los “Olim” (inmigrantes a Israel) le comentaron que cada uno de ellos tenía una razón particular para emigrar de Rusia. Los mayores viajaban a Israel a morir, pues querían que sus restos descansen en Tierra Santa; la gente de edad intermedia, que generalmente eran comerciantes, se habían decepcionado de la política del NEP (fue un plan de libre comercio en la Rusia Bolchevique); y los jóvenes se autodenominaban “Jalutzím” (pioneros), que deseaban construir y reconstruirse en una patria judía independiente.

Béla Balász reaccionó escépticamente al verlos tan entusiasmados. Él dudaba que fuera posible revivir una lengua muerta como el hebreo, y tampoco creía que los ingleses llegaran a permitir la creación de un Estado Judío independiente en los límites de una colonia que ellos tutelaban. El escritor termina el reportaje mencionando que los jóvenes, y junto a ellos los demás judíos, se despiden con una melancólica canción rusa.

Para Balász, es esa canción la expresión de sus almas y del hecho de que siempre quedarían relacionados anímicamente a Rusia. Béla no hace ninguna alusión a su propio destino, pero el lector siente su simpatía por los jóvenes rusos sionistas, dispuestos a vivir en la “diáspora” de Eretz Israel, pues la creación de un Estado Judío independiente era para él más que una utopía, algo totalmente irracional e imposible.

Sus primeros libros y películas
Para ese entonces, él ya había escrito los libros “Estética de la muerte” (1907), “Teoría metafísica de la tragedia” (1908) y “Diálogos sobre el diálogo” (1913); el interés del escritor por la filosofía resulta evidente en todos sus escritos. También escribió poemas y algunas obras teatrales, de las cuales “El castillo del dúque Barbazul” (1912), proporcionó el libreto para una ópera de Béla Bartók. Bartók también musicalizó el cuento de hadas de Balász, hecho ballet “El príncipe de madera” (1913).

En 1932 Balász adquirió gran renombre a raíz de su película mística-romántica “La luz azul” que realizó junto a Lenny Riefenstahl. La película fue un gran éxito, pero prontamente Lenny Riefenstahl se transformó en una de las directoras adeptas al régimen nazi.

Balász abandonó Alemania antes del estreno de la película e inmediatamente su nombre fue borrado de la misma.

Un nuevo capitulo en su vida comenzó a fines de 1932, cuando fue invitado a rodar una película sobre la Revolución Comunista en Hungría. Ese film nunca fue estrenado, pues fue prohibido por la censura política, pero Balász igualmente permaneció en Moscú hasta el año 1946. Allí estudió distintas teorías fílmicas y colaboró en diversos estudios cinematográficos.

Lamentablemente, la mayoría de sus planes no se llevaron a cabo. Entre sus proyectos había una película basada en la historia del “judío errante”, que Balász proyectaba rodar en 1940. Su plan era actualizar y modernizar la antigua leyenda cristiana sobre el “judío Ahasver” que se habría negado a ayudar a Jesús durante el “Vía Crucis” y fue por eso castigado al destierro permanente. Balász eliminó la causa de la condena cristiana y adjudicó sus padecimientos a que el judío fue una especie de víctima de la especulación capitalista. Sobre el final debía su héroe llegar a la Unión Soviética y encontrar su descanso en el “paraíso soviético”.

El Comité Estatal de Artes no aceptó la propuesta de Balász. Como inmigrante político de raíz judeohúngara, no se sentía a gusto en la época de las purgas soviéticas de la década de 1930, especialmente después del tratado de paz entre Hitler y Stalin (Molotov - Ribbentrop, ministros de relaciones exteriores de Rusia y de Alemania respectivamente).

En ese difícil clima que se vivía, comenzó Béla Balász a escribir su autobiografía, que se publicó recién después de la Segunda Guerra Mundial en Budapest y en Viena.

Las teorías filmatográficas
La raíz y la base de las teorías fílmicas radican en su profundo interés por el mundo de la fantasía y las leyendas populares. Él decía que la filmografía revivió figuras y formas arcaicas vigentes en la época pre-literaria. Según Balász, las películas transformaron al ser humano en “principal protagonista”, liberaron la energía creativa del rigor de las palabras. Estas ideas neorománticas están entremezcladas en las obras soviéticas de Balász con la ideología comunista, y se parecen más a utopías relacionadas con sueños infantiles que a una teoría científica.

El interés de Balász hacia el folklore y cuentos que describían la fantasía infantil y también la adulta, lo fue acercando al arte del cine y escribió dos obras sobre técnica cinematográfica, que fueron publicadas recién en los años 1952 y 1961 respectivamente (años después de su muerte). Fue pionero de la crítica cinematográfica.

El régimen comunista húngaro había establecido un premio en su nombre para obras de arte fílmico.

Los últimos 3 años de su vida (falleció en 1949) los pasó Balász en Hungría, sin éxitos descollantes.

Como teórico del arte fílmico es vigente hasta el día de hoy, y hace aproximadamente cinco años se lo redescubrió como escritor, esta vez en alemán. Las nuevas reediciones de sus artículos, cuentos y su novela autobiográfica, “La juventud de un soñador”, fueron recibidas con gran reconocimiento entre los críticos literarios alemanes.

Creo que es adecuado finalizar esta nota con una frase que él escribió sobre sí mismo varios años antes de su fallecimiento: “Soy un poeta húngaro, un escritor alemán y un judío europeo”.

Lamentablemente no fue el único, sino uno entre decenas de miles de judíos que soñaron con ideales que se esfumaron.

Febrero de 2006
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