Indudable es que nuestra Argentina mutó hace más de diez años. Ha sido una mutación que en gran parte ocurrió casi sin que sea percibida en su transcurso. Luego, los efectos se hicieron más que visibles: cada vez más villas miseria, cartoneros, ahorros de toda una vida perdidos por el “corralito”, desempleo, atentados impunes.
Sin embargo, la percepción suele acostumbrarse demasiado rápidamente al paisaje aunque éste sea doloroso. Pero nadie que sea verdaderamente sensible podrá pasear su mirada sin afectarse por el cambio ocurrido. Las calles son otras: chicos que nos piden unas monedas, familias revolviendo la basura, cada vez más violencia. Y detrás, cual amargo telón de fondo: la corrupción y la impunidad que tienen su desgarrador emblema en el atentado a la AMIA y a la Embajada.
Poco tiempo ha transcurrido y mucho hay para decir y reflexionar sobre lo ocurrido.
Algunas voces que no se olvidan ni se resignan, porque su humana sensibilidad no se lo permite, continúan abriéndose paso para hacerse oír, para recordar lo ocurrido e intentar despertar a aquellos que prefieren dormitar en un presente continuo. Una de esas voces pertenece a Manuela Fingueret que hoy nos entrega su último libro “Soberbias argentinas”.
Este libro devela muchas cosas, una de ellas es que la voz de la crítica será hoy aquella que logre hacer memoria.
“No puedo imaginar en estos momentos a la Argentina que viene, porque no logro interpretar el país que habitamos. La degradación nos ha convertido en paladines de la coyuntura y la inmediatez, una tarea que nos agobia y agota. Se supone que debiéramos hacer de la crítica incisiva un ejercicio y de la indagación de dilemas una estética, pero esta tarea encubre a veces la poca predisposición a involucrarse en las cuestiones que agitan a nuestra sociedad.”
De este modo, las páginas de este breviario nos interpelan en nuestra argentinidad, al impedirnos desoír, nos muestran de frente nuestras soberbias.
Pluma de artista
Conozco a Manuela de mis más tempranos años: ambos éramos alumnos en la primaria de la Escuela Shólem Aléijem, ambos éramos del mismo barrio.
La vena de escritora que le es característica siempre me ha convocado como lector. El estilo versátil y talentoso, plasmado en diversas obras, me ha vuelto seguidor de sus páginas.
Su letra ha recorrido extensas páginas tanto de poesía, cuyos frutos son siete poemarios editados, así como también dentro del género infantil, donde ha publicado cuentos para niños. En la prosa, manifestó talento con su exquisita novela “Hija del silencio”. Se ha dedicado, además, durante largos años al periodismo, labor que hoy continúa para distintos medios.
El presente libro posee la conjunción de ambos campos, el periodístico y el literario. Del primero adquiere el impulso crítico y develador de la sociedad, del segundo, la brisa de un profundo sentir humano conmovido por lo acaecido.
De la composición de ambos surge “Soberbias argentinas”. Sus escritos no pertenecen ni al registro del ensayo, así como tampoco al periodístico, sino que su crítica reflexiva viene de la mano del estilo poético, permitiéndole de ese modo denunciar, develando oscuros mecanismos corrosivos de nuestra sociedad a través de la metáfora y de la visión del tiempo que sólo un artista puede proporcionar. Así, su estilo eminentemente literario no mengua su capacidad crítica, sino más bien la potencia en su agudeza mordaz y en su sentir dolorido por la realidad.
“Y es a través de ese recorrido personal e irrepetible que la escritura puede transitar un puente desplegado sin pudor hacia la exposición pública de lo sumergido, poniendo nombres a lo innombrado.”
Caleidoscopio argentino
La heterogeneidad de temas que la autora aborda en “Soberbias argentinas” responde a la multiplicidad de fenómenos acontecidos en un tiempo desgarrado. Poco más de una década ha hecho una mella imborrable en nuestro país: la mutación ha irradiado efectos en infinidad de campos.
El recorrido que se encuentra en este libro va desde la tipología -entre risueña y triste- de los solos y solas, hasta el consumismo exacerbado de quienes compran “sueños prefabricados”, como los llama Manuela; del ideal de eterna juventud exitista a la violencia esgrimida en nombre de una patria, que agudamente señala Fingueret con el neologismo “patrioterismo”; del Viagra al Talk Show y la hipocresía periodística. En la medida que se suceden las páginas, vamos recorriendo los grotescos fenómenos que nos han inundado los tiempos.
“Soberbias argentinas” es una postal caleidoscópica de aquello en lo que se ha convertido este suelo donde vivimos. El libro se nos presenta así como memoria escrita por una testigo de aquella conversión.
“(...) un país que valoriza la belleza física y el éxito por sobre la lucidez y el pensamiento, lo que provoca un reduccionismo mental que se nutre de la imagen, el consumismo, el ruido por sobre la conversación y el acceso al dinero por sobre la ética.”
Los distintos escritos le hablan al lector que logre escucharlos para escucharse, intentan detener por un instante el ruido de lo personal para dar lugar a la conversación sobre lo social. Aquella íntima conversación que sólo puede darse entre un autor que habla de un tiempo y sus sufrires. Un tiempo en una tierra que todos habitamos mas no siempre nos detenemos a pensarla, hasta que alguna voz nos convoca y sintiéndonos parte de ese suelo y ese tiempo hablamos con las páginas y, sobre todo, con nosotros mismos.
Y es precisamente en aquella conversación, en aquel escuchar y escucharse mientras nos hablamos interpelados íntimamente, donde anida la esperanza de hacer otra cosa que aquello que viene ocurriendo. Jean Paul Sartre definió alguna vez a la libertad como el “hacer otra cosa que lo que hicieron de uno”, Fingueret hoy nos muestra qué hicieron de uno en estos últimos años, mientras nos invita a hacer otra cosa.
El libro, dada su autora, no podía sino cerrar con un poema. Un poema que en el final de las páginas dibuja con sus crudos versos la Argentina en que hoy estamos, mientras nos señala en cada palabra para que nos haga huella antes de cerrar el libro.
“Me aburro de nosotros
que contamos personas
ordinales y cardinales
Números de la miseria
de nosotros
los que reímos con balazos en la espalda
Territorio o paisito
Ni República
ni Perdida
que supimos conseguir.
Con dolor ajeno
heridos de muerte propia
que sí
deshojando la miseria de ellos
sentada en un verde limón.”
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