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Periódico Judío Independiente
El futuro del judaísmo
Por Daniel Pipes
Hasta el siglo XVIII, había básicamente un tipo de judaísmo, que hoy se denomina ortodoxo. Significaba vivir según las 613 leyes de la religión, y hacerlo saturaba las vidas de los judíos con su credo. Entonces, empezando con el pensador Baruch Spinoza (1632-77) y pasando con fuerza durante la Haskala, o “ilustración”, desde el siglo XVIII, los judíos desarrollaron un amplio abanico de interpretaciones alternativas de su religión, la mayoría de las cuales relajaron el papel de la fe en su vida y conllevaron una reducción concomitante en su filiación judía.

Estas alternativas y otros sucesos, particularmente el Holocausto, hicieron que las filas de los ortodoxos se redujeran a una minoría reducida. Su porcentaje de la población judía total del mundo alcanzó un mínimo durante la era post -Segunda Guerra Mundial, cuando cayó hasta un entorno del 5%.

Los 60 años siguientes, sin embargo, atestiguaron un resurgimiento del elemento ortodoxo. Esto se debió, de nuevo, a muchos factores, especialmente a una tendencia entre los no ortodoxos a casarse con no judíos y a tener menos hijos. Cifras recientes en América publicadas por la Encuesta Nacional de Población Judía también señalan en esta dirección. La proporción ortodoxa de miembros de sinagogas americanas, por ejemplo, pasó del 11% en 1971 al 16% en 1990 hasta el 21% en el 2000-01. (En números absolutos, no significa nada, la población judía americana decreció suavemente durante estas décadas).

De continuar esta tendencia, es concebible que el margen vuelva cerca de donde estaba hace dos décadas, con los ortodoxos constituyendo de nuevo la gran mayoría de los judíos. De suceder eso, el fenómeno no ortodoxo podría parecer en perspectiva meramente un episodio, una búsqueda de alternativas interesante, agitada, consecuente, pero condenada, sugiriendo que vivir según la ley es esencial para mantener una identidad judía a largo plazo.

Estas ideas demográficas vienen a la cabeza al leer un artículo reciente del Jerusalem Post, “Líder Haredí norteamericano invita al activismo”, por Uriel Heilman, en el que informa de un “discurso histórico” a finales de noviembre del 2004 pronunciado por el vicepresidente ejecutivo de Agudath Israel of America, el rabino Shmuel Bloom. A Agudath, una organización ortodoxa con una misión declarada de “movilizar a los judíos fieles a la Torah para la perpetuación del judaísmo auténtico”, pertenecen desde hombres que se afeitan a diario hasta de sombrero negro (los haredí), desde judíos educados en universidades seculares hasta estudiantes del Talmud a tiempo completo que hablan Yiddish.

El rabino Bloom afirmó ante la audiencia de Agudath que las tendencias demográficas judías implican que los judíos americanos ya no pueden, como en el pasado, enterrar la cabeza en su interés parroquial y esperar que las instituciones judías no ortodoxas lleven el peso de las responsabilidades comunitarias. En su lugar, el ortodoxo debe hoy tomar parte, o incluso asumir junto con sus correligionarios no ortodoxos, tareas tales como la lucha contra el antisemitismo, el envío de fondos a Israel, o la sensibilización del gobierno norteamericano. “Las cosas que confiamos a los judíos seculares”, preguntó, “¿quién las va a hacer si la comunidad secular se reduce?. Tenemos que ampliar nuestra agenda para abarcar cosas que hasta hoy habíamos dejado que hicieran los judíos seculares”.

Exagera, dado que algunos judíos ortodoxos en América llevan implicados destacadamente tanto en temas nacionales (piénsese en el Senador Joseph Lieberman, Demócrata de Connecticut) como comunitarios (Morton Klein, de la Organización Sionista de América, viene a la cabeza). Pero está en lo cierto en lo que respecta a las instituciones judías ortodoxas que generalmente permanecieron fuera del fragor americano a excepción de perseguir su minúscula agenda.

Otros en Agudath están deacuerdo con la necesidad de que los ortodoxos amplíen sus ambiciones. El vicepresidente ejecutivo de la organización para temas gubernamentales y públicos, David Zwiebel, observa que, “con nuestras cifras cada vez mayores y la madurez de la comunidad, y la mayor autoconfianza que se deriva de la madurez y de esas cifras, no hay duda de que necesitamos al menos reconocer que hay ciertas responsabilidades que hoy tienen que pasar a nuestros hombros”.

Heilman entiende este intento de asumir un papel más notorio en la vida judía y nacional como “muestra del éxito de la comunidad haredí americana a la hora de mantener sus cifras y su fracaso a la hora de traducir ese éxito en mayor influencia en la comunidad en conjunto”.

También podría suponer un cambio más profundo en la vida judía de América y más allá, siendo un indicador relevante de la proximidad de la era política de la ortodoxia, y quizá hasta su relevo eventual del judaísmo no ortodoxo.

Mayo de 2005
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