La cambiante realidad que nos toca vivir nos afecta a todos por igual y muchas veces nos prendemos de una ilusión para canjear pesimismo por optimismo o viceversa. En los últimos años, en miles de ocasiones actuamos de esta manera.
Todavía los cacerolazos y el “que se vayan todos” son mucho más que un recuerdo y en algunas notas periodísticas sobre la actualidad política se los menciona como una posibilidad de cambio no concretada.
Hace un mes, días más días menos, la euforia nos invadió. El canje de la deuda externa estaba casi superado; al FMI se le cancelaría lo adeudado; los capitales chinos solucionarían todos los problemas financieros, hasta podría bajar el precio de la soja y no habría problemas. El ministro de Economía era Gardel, y en los medios se especulaba cuales serían sus aspiraciones.
Esta ilusión se mantuvo diez, quince días, para luego decepcionarnos porque las inversiones chinas se concretarían lo largo de varios años y otorgándoles la Argentina ciertos beneficios para que pudieran exportar a nuestro país sus productos.
Casi de inmediato supimos que el banco que se encargaría del canje de la deuda renunció a la tarea, que todo el proceso se postergaba hasta mediados de enero como mínimo y los mismos que antes lo alababan decían que el Presidente estaba molesto con el ministro de Economía, que lo culpaba de no haber previsto lo que ocurrió. Ya no sólo no era Gardel, sino que se dudaba si servía para llevar las partituras.
El efecto de la frustración fue tan impactante que los principales comentaristas políticos se dedicaron el fin de semana a explicar que si bien existieron desajustes en la relación, eran producto de la pasión con que el Presidente y el ministro defienden sus posiciones. Y si hace dos o tres semanas decían que el verano sería apacible ahora pronostican que seguirá la incertidumbre sobre el futuro de la deuda.
Pero mientras tanto la venta de departamentos en Puerto Madero, a unos tres mil dólares el metro cuadrado, supera todas las previsiones, tan es así que una revista de actualidad considera que la crisis para el jet set local dejo de ser motivo de preocupación y vuelven a hacerse notar notar por sus gastos e inversiones, como si no los afectara lo que puede ocurrir en el futuro o vivieran en otro país.
Si no fuéramos gente grande, con responsabilidades que afrontar y familia que mantener, deberíamos pensar que ex profeso dejamos que nos vendan espejitos de colores.
En la comunidad “la cosa” no es muy diferente. Hace tres años por un lado estábamos apesadumbrados tratando de imaginarnos como íbamos a enfrentar a la crisis económica que afectaba a instituciones y judíos por igual, poniendo en peligro la continuidad, con una AMIA millonariamente endeudada y una dirigencia bastante desprestigiada, que no lograba reponerse del golpe que a su credibilidad les infligió el cierre de los bancos Patricios y Mayo. Mientras que a la vez estábamos esperanzados, pues había comenzado el juicio oral, y que de una vez por todas se descubriría la trama de la conexión local y creíamos – por lo menos un amplio sector de la comunidad - que a los acusados como participes necesarios se les comprobaría su culpabilidad.
Los efectos de la crisis los fuimos paleando gracias al apoyo económico enviado por judíos e instituciones que ante la adversidad actuaron solidariamente con sus hermanos judíos de la Argentina. La AMIA pudo solucionar su endeudamiento y hoy esa tremenda carga económica y financiera desapareció. Es cierto que se cerraron algunas instituciones educativas y otras se redimensionaron, pero la matricula escolar según los datos que difunde el Vaad Hajinuj aumentó y aunque los problemas no desaparecieron se percibe una sensación de optimismo en cuanto al futuro, por más que cerca de treinta mil judíos necesitan de la ayuda comunitaria para poder sobrevivir y mas de una institución no sabe si podrá abrir sus puertas el año venidero.
El juicio oral y su sentencia nos sumieron en otra frustración, al comprobarse que Telledín había cobrado para declarar lo que sustentó la investigación sobre la conexión local del juez Galeano desde mediados de 1996 hasta el momento en que fue separado de la causa hizo que las esperanzas no sólo fueran infundadas, sino que además nos sintiéramos defraudados por aquellos que nos convencieron de que si bien existían fallas en la investigación, no eran tan graves como para absolver a los acusados. Quizás algunos pensamos que nos habían vendido espejitos de colores.
Hace tres años, al igual que ahora, estaba culminando su mandato la Comisión Directiva de la AMIA y algunos dirigentes intentaron generar un cambio en el proceso de elegir el candidato a presidente de la Kehila. No tuvieron éxito, la estructura política interna impidió que alguien ajeno al sistema pudiera aspirar a candidatearse. En lugar de las clásicas elecciones por listas, se conformó una lista única mediante un acuerdo entre dirigentes y a fines de mayo asumió la actual conducción. La opinión entre quienes eran concientes de que se necesitaba un cambio era extremadamente pesimista.
Si observamos lo que ocurrió, es evidente que se produjo un gran cambio, posiblemente consecuencia de la personalidad del presidente de la institución y de quienes lo secundan en la toma de decisiones. La AMIA recuperó gran parte del prestigio institucional que había perdido en manos de la DAIA, además como los sueldos están al día y se cumple con los proveedores, ser miembro de su conducción volvió a ser prestigioso.
Debido a que el estatuto de la AMIA impide la reelección de los azkanim que ocuparon la presidencia, la secretaría general y la tesorería, ya los clásicos políticos comunitarios se aprestan a realizar sus acuerdos, los que en esta oportunidad puede hacer se vuelva al sistema de elección por listas. Unos lo hacen porque desean ser reelectos mientras que otros, que ya estuvieron, porque desean volver.
Que los socios de la AMIA puedan elegir libremente a sus representantes en la conducción de la institución es además de democrático necesario, pero hay que tener mucho cuidado de que en su afán de lograr satisfacer sus aspiraciones esos azkanim, que durante años ocuparon cargos en las comisiones directivas de las instituciones comunitarias, entre ellas la AMIA, no nos convenzan que debemos comprarles espejitos de colores.
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