Especial para Comunidades
El 6-11, en su "Cahier Spécial", el diario francés "Le Monde" homenajea con una detallada cronología, de año en año, desde 1929, año de su nacimiento, a Yasser Arafat. Como si a "Le Monde" se le hubiese perdido algún archivo, los años 1971 a 1974 ni siquiera son mencionados ó como si esos años hubieran sido borrados de la biografía oficial del ilustre homenajeado. Es lo que predomina en la necrófila prensa europea de los últimos días: un Arafat de cuento de hadas. Pero, veamos que omite mencionar la selectiva memoria de "Le Monde".
Luego de acceder a la jefatura de la OLP en 1969, Arafat logra consolidar alrededor suyo a los palestinos jordanos y también a los refugiados en Jordania creando un Estado dentro del Estado, que no respondía a la monarquía hashemita. Para 1970 se crea una situación en Jordania en la que el rey Hussein cuenta sólo con la fidelidad de los beduínos y su ejército, la Legión Árabe, también constituída por beduínos. En aquel año, en una entrevista al mismo "Le Monde" Arafat recibe al periodista diciendo: "Yo no soy un político, no tengo nada que decir, hablo sólo con la metralleta". En esas condiciones, en setiembre de ese año, Arafat intenta arrebatarle el poder a Hussein lo que conduce a uno de los más sangrientos enfrentamientos con el ejército, que culminó con miles de muertos y una aplastante derrota para Arafat, que se instala en el Líbano con el resto de sus fuerzas. Trás el fracaso en la toma del poder en Jordania y algo debilitado, Arafat instrumenta el chantaje por el terror. Desvía sus acciones tomando de rehén a la población civil europea con la seguridad de que Europa preferirá ceder al chantaje, antes que pagar un precio político. Comienzan los secuestros de aviones de pasajeros, los atentados masivos y el apoyo a otros grupos terroristas que pululan, como emanaciones putrefactas del mayo del 68, en toda Europa. Los campamentos de Arafat del valle de la Bekaa han servido para formar a los terroristas de la Baader-Meinhof alemana, de las Brigadas Rojas italianas, de la ETA española, a más de un Galimberti, y a los asesinos de los Juegos Olímpicos de 1972 de München, bajo el nombre de Setiembre Negro. Esta matanza es la más abominable, pero altamente rentable. Europa entiende el mensaje que los emires y jeques del Golfo habían aprehendido antes: resulta más barato pagar en dinero ó en diplomacia para asegurarse "protección". Al Capone era un mafioso, porque no supo elevarlo a la categoría de arte que Arafat sí ha conseguido. La lucha por la cuantiosa herencia así lograda, así como las tiernas biografías que le prodigan los "Le Monde" de la bienpensante Europa así lo reflejan.
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