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Periódico Judío Independiente
Irak: la rebelión de los "amigos". (Primera parte)
Por Alejandro Wenger
Luego de la Guerra de Irak de 2003, el territorio iraquí fue dividido en varios distritos, cada uno asignado a una fuerza militar de ocupación. Básicamente, la división consistió en la siguiente: la zona central, poblada turcomanos y árabes sunnitas, bajo control norteamericano; la zona norte, poblada por kurdos, bajo control de sus propias milicias; y la zona sur, de población árabe chiíta, bajo control británico. La zona más conflictiva fue desde un principio la zona central, en particular el llamado “Triángulo Sunnita” (formado por las ciudades de Bagdad, Tikrit y Falloujah), ya que los turkomanos y los chiítas se mantuvieron tranquilos, en tanto que los kurdos son firmes aliados norteamericanos (a excepción de un pequeño núcleo fundamentalista, la organización “Anssar al Islam”, vinculada a Al Qaeda y a Saddam Hussein, muy castigada durante la guerra). Incluso la llamada “resistencia iraquí” estuvo compuesta al principio más por extranjeros –comandos sirios y voluntarios de Al Qaeda-, que por los propios iraquíes. Esta situación se mantuvo hasta marzo de 2004.

Los “Batallones Al Faruq” y el “Ejército Mahdi”

La “resistencia iraquí” –o más bien “resistencia árabe”- logró aglutinar a los cuadros de la antigua Guardia Especial Revolucionaria del régimen de Saddam Hussein, cuyos miembros habían sido sistemáticamente excluidos de las fuerzas policiales por Paul Bremer, el administrador civil norteamericano designado por George Bush, y dotarlos de armamento, en parte contrabandeado de Siria y en parte sustraído de los arsenales del tirano depuesto. Estos grupos constituyeron los “Batallones Al Faruq”, que se arraigaron con fuerza en el Triángulo Sunnita, y en particular en Falloujah, tradicional baluarte del Partido Baath y de Saddam Hussein. La carta de presentación de los Batallones Al Faruq fue una seguidilla de atentados contra civiles iraquíes, pero que tomó notoriedad con el asesinato y posterior incineración y descuartizamiento –en medio de salvajes muestras de algarabía popular- de cuatro norteamericanos en la ciudad de Falloujah, denominada “la tumba de los americanos” por sus propios pobladores.

Esto colmó la paciencia de Washington. De inmediato, el Pentágono elaboró un plan para castigar a los sunnitas. Este plan contemplaba un ataque en pinzas contra el bastión de Falloujah por parte de los infantes de marina estacionados en las ciudades de Bagdad y Ramadi, ubicadas respectivamente al este y al oeste de Falloujah.

Fue así que, bajo el nombre de Operación “Vigilant Resolve”, tropas de los Estados Unidos iniciaron una ofensiva contra la guerrilla enemiga el día 5 de abril. Pero se encontraron con una realidad inesperada.

En los meses posteriores a la caída de Saddam Hussein, un hombre, llamado Muqtada Al Sadr, había organizado una fuerza paramilitar destinada tanto a enfrentar a los norteamericanos como a sus propios rivales internos en el seno de la comunidad chiíta de Irak. Esta fuerza tomó el nombre de “Ejército Mahdi”, y sus primeros y más fieles seguidores provinieron de los barrios chiítas de Bagdad, zona que pronto fue denominada “Sadr City” por los efectivos de la Coalición. Una de las primeras acciones del Ejército Mahdi, ocurrida en 2003, fue el asesinato del ayatollah Abdul-Majid Khoei, clérigo chiíta y defensor de la presencia americana en Irak; este hecho motivó la proscripción de Al Sadr por parte del gobierno de ocupación, quien no obstante consiguió evitar ser capturado.

Muqtada Al Sadr también es un clérigo chiíta. Tiene 31 años y se formó políticamente en el Líbano, siendo tan fuerte la influencia de los extremistas libaneses en su pensamiento que la periodista Caroline Glick, del Jerusalem Post, definió a la insurrección como “la campaña iraquí de Hezbollah”. El vínculo con el megaterrorista Imad Mugnayeh (al que se lo relaciona con el ataque al cuartel de los marines en Beirut en 1984, la voladura de la AMIA en 1994, y los atentados del 11 de setiembre de 2001) le permitió a Al Sadr contar con “asesores” de Hezbollah, y con el apoyo financiero y logístico de Al Qaeda, y así fue que el alzamiento pudo ser coordinado con guerrilleros sunnitas tanto iraquíes como extranjeros. La detención de Mustafá Yacoubi, jefe chiíta seguidor de Al Sadr, por el asesinato de Abdul-Majid Khoei, fue la excusa para desatar la rebelión.


Situación fuera de control.

El alzamiento que sobrevino a principios de abril fue una operación planeada meticulosamente y estuvo lejos de ser una “rebelión de masas”. Mientras los infantes de marina iniciaban “Vigilant Resolve”, contra los sunnitas de Falloujah, el Ejército Mahdi, reforzado por elementos de Hezbollah atacaba la retaguardia americana en Bagdad y Ramadi (precisamente de donde partían los convoys de suministros yanquis), con la intención de hacer fracasar la ofensiva contra Falloujah. Pero a la vez, milicianos chiítas y sunnitas, con apoyo de efectivos de Al Qaeda infiltrados desde Siria, atacaban todas las ciudades importantes de Irak en donde se encontraban efectivos de la coalición. En Diwaniyah (zona central de Irak), los españoles fueron desalojados con facilidad; igual suerte corrieron los ucranianos en Al Kut . En Kerbala, los polacos y búlgaros retrocedieron, pero luego una contraofensiva polaca retomó el control de gran parte de la ciudad, dando muerte en los enfrentamientos a un lugarteniente de Al Sadr. En Nasiriyah, los italianos se mantuvieron firmes en sus posiciones, rechazando un duro ataque chiíta, en tanto que los británicos pulverizaron la ofensiva guerrillera contra sus posiciones en Al Amarah y Basora.

Para el día 7 de abril, Irak estaba de hecho cortado en dos mitades, ya que, con la captura del eje Diwaniyah-Al Kut por parte de los rebeldes, se hacía imposible vincular el norte del país con el sur. En las 72 horas siguientes, la situación se deterioró a tal punto que quedó virtualmente fuera de control. Ante el súbito empuje de la rebelión, las fuerzas iraquíes presuntamente leales al gobierno provisional se desbandaron, o bien desertaron con todo su equipo a las filas enemigas; los insurgentes ocuparon sólidas posiciones en las principales ciudades, y la Coalición comenzó a dar signos de descomposición tras el anuncio de la bochornosa retirada española, seguida luego por la de varios países centroamericanos.

Sin embargo, durante esas críticas 72 horas, el Pentágono logró mantener la cabeza fría. Sus efectivos en Ramadi habían rechazado a los atacantes, además de recuperar el control de los barrios de “Sadr City” en Bagdad. En la ruta Bagdad-Fallojah, habían sostenido con éxito una sorda lucha con el Ejército Mahdi por el control de Abu Greib –esencial para el transporte logístico americano- en tanto que la progresión en Falloujah continuaba según lo previsto (la guerrilla iraquí en esta ciudad tuvo tantas bajas que debieron improvisar un cementerio en un estadio de fútbol). En otras ciudades, tales como Najaf y Al Kufa, las tropas estadounidenses establecieron firmes cercos a su alrededor a fin de anular la movilidad de los insurgentes, mientras que en el norte, los kurdos movilizaban varios miles de efectivos para prevenir la infiltración de elementos hostiles. De esta manera, los norteamericanos, empleando tácticas de combate urbano aprendidas de los israelíes –que las habían aplicado con éxito en la operación “Escudo de Defensa” luego de los atentados de Pesaj de 2002-, estaban neutralizando el mayor alzamiento en su contra tras la derrota de los ejércitos de Saddam Hussein exactamente un año antes. Pero todavía habría sorpresas.

16 de Junio de 2004 - 27 de Sivan de 5764
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