“Shwer tzu zayn a Yid”, -difícil es ser judío- dice el refrán.
Este como cualquier otro adagio, que es llevado en el folklore de una nación, tiene tantas connotaciones como posiblemente las circunstancias que la vida nos pueden llevar.
Soy rabino hijo de un sobreviviente del holocausto nazi. A pesar de que gracias a Di-s mi padre no tuvo que pasar por los campos de concentración, diseñados y llevados a cabo por mentes enfermas y macabras, de todas maneras, toda esa historia tienen en mi un efecto que aunque hubiera nacido antes de que ocurriera, igual lo llevaría en mi inconsciente, como un estigma imposible de borrar. Lo que pasa es que antes de ese señor, el que aún hoy es alabado por muchos y del cual su nombre ni siquiera quiero recordar, hubo otros que también creyeron que podrían destruir una nación, un pueblo, y lograr que desapareciéramos de la faz de la tierra y del lugar que nos tocó en la historia de la humanidad.
Como tal podemos reconocer al primero que fue Esav, hijo de Itzjak y hermano de nuestro patriarca Israel, que vio en él, la amenaza de reconocer sus propios defectos, lo que le generó un odio viseral que en la Torá, la Biblia judía se describe.
Ello el judío lo vive como la amenaza de ser destruido junto con todos los suyos y todo lo que él representa.
Siguiendo el recuento, a la salida de Egipto, el pueblo de Amalek, se alza frente a Di-s para destruir a Su pueblo, y si bien algunos cayeron en el intento, los brazos de Moisés, sostenidos en alto por Jur y Aarón, permiten que la bendición de Di-s esté con Su pueblo y venzan al enemigo.
La historia continúa, son Filisteos o Babilonios, Persas o Griegos o Romanos, los cruzados y la inquisición, los musulmanes, pogroms de cosacos o las hordas de enemigos, que con su odio y violencia, siempre intentaron lo mismo: aniquilar al Pueblo Elegido justificando su acción en distintas mentiras y “Pasiones” como base para despertar los instintos más bajos que el ser humano pueda tener.
A veces fue con el silencio, callando ante la barbarie y dando así consentimiento a lo que pasa a nuestro alrededor.
Otras cerrando la puerta y no dejando a que algunos de nuestro pueblo se salven de la persecución y la opresión.
En muchas oportunidades, acusando falsamente bajo un manto de santidad y redención.
Etcétera, etcétera, etcétera. La historia se repite. La barbarie y el canibalismo no necesitan de una presentación particular. Conviven con nosotros y hasta una nación culta y desarrollada, puede transformarse en un monstruo feroz, tal como lo vimos hace tan poco tiempo con la Alemania de Goethe y de Ludwig van Beethoven.
No fueron ellos solos; todo el mundo calló ante tamaña degradación haciendo oídos sordos ante la revelación de tanta inmundicia.
El Papa, Pío XII en ese momento calló, y los valores morales que su iglesia pregona, fueron silenciados para permitir un insulto a Di-s y a toda la humanidad.
La muerte de los seis millones de judíos no bastó para mostrar cuán aberrante la mente humana puede ser.
Así y todo, el mundo sigue teniendo personajes, que de una manera u otra sugieren que está bien el querer denigrar, destruir, borrar o aniquilar, a esta nación que pese a ello y gracias a Di-s ha podido sobrevivir.
El señor Gibson, supo ver en este odio ancestral, la oportunidad para que desde la pantalla y con una historia contada a su manera, y que despierta una gran “pasión”, para dar lugar a que los enemigos del pueblo de Di-s encuentren nuevamente el justificativo en el dolor inflingido a su dios, para alimentar el odio y la muerte además de su bolsillo. Después hablan de la codicia del judío! Nada nuevo, lamentablemente.
A él y a todo el que piensa como él y que quiera leer esta reflexión, quiero decirle que: por más que lo intenten deben saber que eso no está en sus manos.
He aprendido a ver que la existencia de todos los que son como él, no son más que un obstáculo que sortear para poder seguir mi camino. El mío como el de todo mi pueblo es superar a esa “pasión” que envestida en ropas de nobleza y santidad, disfrazan una realidad mucho más deleznable que nadie quiere ver: el monstruo del odio infundado, destructivo y que no reconoce razones (léase antisemitismo).
Los personajes como usted son vencidos con la indiferencia y con el conocimiento de que hagan lo que hagan, su conjuro no tendrá efecto porque Di-s está con nosotros.
Yo y todos los miembros de mi pueblo, somos una prueba viviente que ni su “Pasión”, ni la de Hitler, sea su nombre y recuerdos borrados, ni la de todos los que los antecedieron y los que los sucederán, podrán destruirnos.
Cada judío que hoy con orgullo y amor, se levanta y exclama “Shma Israel, ADO-NAI E-LOHEINU, A-DO-NAI EJAD”, -Oye, Oh Israel, Di-s es nuestro Señor, Di-s es Uno-, es una prueba que sus intenciones podrán hacer daño, pero que al final nunca podrán llegar a su verdadera intención porque “Imanu E-l”, Di-s está con nosotros.
Por desgracia, todavía no llegó el momento de justicia. El monstruo sigue vivo y asoma alguna de sus mil cabezas siempre en alguna parte. Pero sepan, que el verdadero amor a Di-s está en lo que llaman ustedes el amor a Su hijo, y es justamente lo que los justos de las naciones reconocen en el pueblo judío, la nación que Di-s eligió para dar testimonio al mundo de lo que deberíamos ser como criaturas divinas.
Nuestra supervivencia a pesar de esas personas, es la prueba del lugar que nos tocó en la historia de esta, Su humanidad.
Que Di-s se acuerde de usted y de todos los que como usted han tratado y tratan de alzarse en Su contra. Amén!
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